"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Algo para escuchar

Cuando se escucha la palabra hardcore, regularmente se utiliza para hacer referencia a algo que es rudo, fuerte, directo, despiadado, incluso; y cuando nos referimos al género musical, no se puede deslindar dichos adjetivos. La banda que les presento en esta ocasión, Give Up The Ghost, ejecuta precisamente dicho género y el álbum a reseñar lleva por nombre "We're Down Til We're Underground", el segundo —y más reciente— en su discografía, lanzado en 2003. Esta agrupación americana proviene de Boston, Massachusetts y la información que se tiene de ella es realmente escasa. Se sabe que anteriormente se llamaba American Nightmare, que son un nombre de peso dentro de la escena de su estado y que actualmente continúan en activo —después de haberse desintegrado en 2004— aunque sin la certeza de nuevo material en camino.

Debo de confesar que soy un aficionado en pañales en lo que respecta al género, hay mucho por conocer de tan gigantesca escena pero debo admitir que existen nombres como Converge, Biohazard o Sick Of It All, entre otros, que son de mi particular agrado. Y bien, ¿qué esperar de un álbum cuya portada son un montón de caramelos abigarrados en forma de corazón? Definitivamente, no Hardcore. Aunque, una vez que empieza a girar el disco, se da uno cuenta de que el contenido es mucho más agresivo y violento de lo que la portada nos presenta. Desde que comienza hasta que termina, nos topamos con un álbum que nos propina un mazazo directo a la cabeza, que no cesa en su ímpetu y con una determinación muy propia de un género que nunca baja los brazos.

Todo empieza de manera acústica y termina de manera instrumental pero en el intermedio de esas facetas hay un sonido vehemente, sin tregua, bien realizado, que nos encomian a brincar, gritar, mover la cabeza, lo que más le apetezca. Mi parte favorita en el trayecto es la que se da del track número 5 al 9, con cortes como 'The Last Supper After Party', 'Crime Scene' o 'AEIOU' encontrando en el transcurso a 'Bluem', sin temor a equivocarme, la menos caótica del disco pero igual de poderosa; simplemente bestial. Definitivamente, una producción que ningún seguidor o asiduo consumidor de dicho sonido debe perderse. Hardcore en su máxima expresión.

Algo para escuchar

Últimamente en México se ha hecho viral un vídeo donde se muestran dos adolescentes teniendo un duelo de rap que acaba por exponer sus pobrísimas cualidades para rimar con coherencia y sentido, convirtiéndose así no sólo en lo peor del año, sino de la historia del rap —una versión de "8 Mile" bastante charra—. Pero gracias a Poseidón, existen raperos muy buenos que se mantienen aún en escena y que en su momento lograron sacar álbumes que realmente hicieron época, como es el caso de Everlast. Para quien no lo conozca, es el ex-miembro de House Of Pain, un grupo de Hip-Hop bastante famoso en los noventas (de ahí mismo sale DJ Lethal, ex-integrante de Limp Bizkit).

"Whitey Ford Sings the Blues" es el segundo álbum en solitario de Everlast, lanzado en 1998 (ocho años después de su primer álbum) una vez ya fuera de House of Pain. ¿Qué puede ofrecer este álbum en particular para el Hip-Hop, ejecutado por un tipo blanco? Y bueno, si aún eres de los que creen que dicho género es exclusivo de la raza negra, seguramente te van descongelando de la ultima era glacial de la tierra y no sabes de la existencia de Eminem, Slaine, El-P, Mac Miller, Action Bronson o Brother Ali o simplemente no sales de Tupac o Biggie Smalls.

Lo que ofrece este álbum en aproximadamente una hora de duración y con escasos invitados, no es solamente un hip-hop magistralmente ejecutado (como bien se expone en 'Money (Dollar Bill)' o 'Get Down') sino también dejos de rock (como en 'Hot To Death' o 'Today (Watch Me Shine)'), que aportan un toque distinto sin llegar a ser, claro esta, del estilo de Hed PE o Kottonmouth Kings. Es el tipo de álbum dirigido al mainstream —o al populacho, pues— que, contrario a otros, no cae en lo absurdo o inocuo sino que en esa obligada repetición que se ofrece, llega a gustar, a agradar, a dejar satisfecho a quien le oye por la manera en la que llega a alternar por momentos un estilo comercial como en 'What It's Like' y por el otro uno más directo como en 'Tired'. Algo que me pareció divertido es que entre canciones, se dan preámbulos (o también llamados skit), donde se pueden escuchar miembros de Gang Starr hasta Cypress Hill, entre otros.

Siempre he dicho que un indicador de que un álbum es bueno es que no existe la noción del tiempo, simplemente se deja uno llevar por el álbum ignorando cualquier factor externo; no como otros que aún no llega la tercera canción y ya te estás preguntando a qué hora se terminará esto. Sí, una vez más el Hip-Hop ha demostrado que vale la pena. Sí, una vez más queda demostrado por qué los noventas fue la mejor época para el género. Para todo aquel que disfrute de las rimas así como de los beats, definitivamente "Whitey Ford Sings the Blues" es un álbum que recomendaría sin mayor titubeo. No es un "The Chronic" o "Doggystyle" pero es igualmente de valioso.

Algo para escuchar

Death Cab For Cutie es de esas agrupaciones que había escuchado anteriormente de las siguientes tres maneras: por comentarios de otros, por pura coincidencia buscando otros nombres o poniendo una o dos canciones a las cuales no llegué a darle la mayor importancia en su debido momento. En esta ocasión, y con mayor atención, traigo a ustedes lo que es su sexto álbum lanzado en 2008: "Narrow Stairs", mi primera interacción a fondo con los originarios de Bellingham, Washington. Cabe destacar que en su momento este álbum tuvo un considerable impacto logrando ser nominado para los Grammy Awards —sí, ese premio que ni Homero Simpson quiere— tanto para "mejor álbum de música alternativa" y "mejor canción de rock".

¿Qué se puede esperar de una agrupación que es etiquetada como "emo"? Seguramente, si se es prejuicioso, no mucho. Pero esta no es la primera vez que me topo con algo igual. Me había pasado lo mismo con Jimmy Eat World y Bright Eyes y las agrupaciones terminaron por agradarme. Así que, no había nada que perder. Y así fue. El álbum, en sus casi 50 minutos de duración, muestra un sonido que va de lo melancólico (como en 'Bixby Canyon Bridge' o 'The Ice Is Getting Thinner') a lo más animoso (como en 'Cath...' o 'Long Division'), todo bajo una ejecución bastante afable, seductora y nada compleja que acaba por atraparte; justamente algo que me gustó del álbum: que es para cualquiera que simplemente quiera pasar un buen rato escuchando buena música. No es el rock más refinado ni lleno de complejas estructuras —si quieres algo así, vete a escuchar a Tool o Karnivool— sino todo lo contrario: es simple, y en esa simpleza, logra encontrar su mayor éxito.

Me gustaría agregar que "Narrow Stairs" no es el típico album pop (bastante repetitivo y predecible) pero tampoco algo brillantísimo (o sea, algo que te dejará boquiabierto o que te hará decir frases como: "esto es lo que la música necesita" o "jamás había escuchado algo igual"), no, lectores; el álbum en sí es solido aunque llega a tener punto bajos como 'I Will Possess Your Heart' —la canción nominada— que, desde mi particular lugar, el extenso tiempo de duración fue su acabóse. Con todo y todo, "Narrow Stairs" logra mantener el interés y, como a su servidor, logra encender la curiosidad sobre qué tal estarán sus demás álbumes.

jueves, 4 de diciembre de 2014

Algo para escuchar

Una de las bandas que más llaman mi atención dentro de la música "ruidosa" es The Dillinger Escape Plan, agrupación que por momentos suelo comparar con Deftones por la manera de experimentar con los sonidos, con la formas, llegando a crear productos únicos e inigualables. Lo que a ustedes presento no es un álbum sino un EP, que consta de cuatro canciones y que lleva por titulo "Irony Is a Dead Scene". Una de las peculiaridades de este fugaz material —pero implacable— es que cuenta en las vocales con Mike Patton (vocalista de Faith No More). La incursión de éste se debió a que en el momento de la grabación no contaban con vocalista: Dimitri Minakakis, vocalista de su álbum debut, se había marchado y su reemplazante, Greg Puciato, llego posteriormente a esta producción.

"Irony Is a Dead Scene" cuenta con tres canciones de la autoría de la banda y sólo una —'Come to Daddy'— es un cover de Aphex Twin; que por cierto, quien no supiera a qué hace referencia el nombre, juraría es una banda de metal pero no es así, es un productor de música electrónica irlandés. En 18 minutos —sí, muy poco tiempo para mucha banda-, The Dillinger Escape Plan demuestra por qué es una banda que no solamente vale la pena escuchar sino también ver en vivo —sus presentaciones se ve son espectaculares—. Todo empieza vehemente con 'Hollywood Squares', una canción que bien podría ser el ejemplo idóneo de lo que sería The Mars Volta en una versión más extrema; continua con 'Pig Latin', un corte divertido, con sabor, muy del estilo de Mike Patton en Faith No More; para concluir con 'When Good Dogs Do Bad Things' el tipo de canción que bien podríamos utilizar para describir a TDEP: de larga duración y de constantes cambios en su estructura, oscilando entre la calma y el caos.

Aunque el trayecto es breve en "Irony Is a Dead Scene", TDEP da un motivo más para que volteemos a su sonido o, en dado caso que sea ya conocido, sigamos en él. Bien podemos denominar el EP como un aperitivo a cualquiera de los platos fuertes que manejan en su discografía. No importa cuál sea el de su elección, todos son garantía de calidad. Si eres de los que solían escuchar —o sigues escuchando— a Glassjaw o At The Drive-In, aquí una opción de mayor intensidad pero igualmente adictivo.

miércoles, 3 de diciembre de 2014

Algo para escuchar

Cuando se habla de metal, un género que suele hacer mucho hincapié en quién es "auténtico" y quién no, bandas como Slipknot —y varias más denominadas como Nu Metal— son juzgadas duramente. ¿Por qué? Simples prejuicios. Porque si nos enfocamos en su música, realmente no son tan malos; sobre todo sus dos primeros álbumes. En esta ocasión a ojos y oídos de ustedes traigo lo que fue el primogénito, lanzado en 1999 y que por título lleva "Slipknot" —sí, no se quebraron mucho la cabeza—. Hoy en día la agrupación procedente de Des Moines, Iowa cuenta con cinco álbumes (el más reciente lanzado este 2014) pero de toda esa mano, fueron los iniciales los que marcaron su carrera y dieron a ellos una gran base de adeptos —que ellos llaman maggots—.

Insisto: ¿qué hay de malo en la música de Slipknot? Basta con escuchar los dos primeros cortes de "Slipknot": '(Sic)' y 'Eyeless' para darse cuenta de que la tormenta viene fuerte, que la contundencia de cada golpe conforme avanza el material es severa, aunado a eso, la carga de nihilismo y odio no solo hacía la sociedad sino a sí mismos lo hacen aún más violento y amenazante. También encontraremos a nuestro paso dos canciones conocidas de ellos: 'Spit It Out' y 'Wait and Bleed' que, para mi, son mil veces más inmensas en vivo aunque en ningún momento pierden ese ritmo demente que rodea el álbum. Por momentos pareciera que estás dentro de la cabeza de alguna víctima de esquizofrenia por lo turbante que se presentan sus canciones —basta darle una escuchada a 'Tattered & Torn' o 'Me Inside'—. "Slipknot", como se dijo antes, es letal, demoledor, con canciones que van directo al grano, de igual manera, hay cortes más elaborados y que de igual manera son un éxito como 'Prosthetics' —mejor que toda la discografía de Fear Factory manejando un estilo bastante industrial— o 'Scissors' —ésta última cierra el disco y contiene en su parte final una canción que lleva por nombre 'Eeyore' igual de apabullante— donde la demencia no termina.

Y qué decir de sus componentes: en las vocales está Corey Taylor —sí, el mismo de Stone Sour—, uno de los frontman más versátiles que puedan existir, que va desde el uso de voces desgarradoras hasta otras más rapeadas —como en 'No Life'—; Mick Thomson y Jim Root —ex-Stone Sour— son unas bestias en las guitarras con riffs altamente triturantes —chéquense 'Surfacing'— y Joey Jordison, un baterista conocido por su vehemente estilo que no solo maneja altas velocidades sino buen uso de los tiempos. Gente bastante capaz desde mi particular opinión. Se podrá discutir si nueve tipos en un escenario son mucho pero, lo que sea de cada quién, tal característica es parte de la identidad de Slipknot.

"Slipknot" me hizo recordar mucho a "Adrenaline" de Deftones, no porque manejen una misma línea, sino por lo único que es el material comparado con posteriores. Podemos entrar en debate si actualmente están lejos o cerca de este sonido, de que si son una buena o mala banda, pero lo cierto es que "Slipknot" se ha convertido en uno de mis favoritos, otorgando plusvalía a una banda que se merece mayor crédito del que algunos le han otorgado a lo largo de su trayectoria. En lo que a mi respecta, este álbum es todo lo que el Nu Metal debió ser en su momento: innovador —sin abusar del uso de tornamesas y convertirse en una pésima ramificación del Hip-Hop/Rap— y al mismo tiempo pesado. Si tienen la oportunidad de oírlo no se arrepentirán.

martes, 2 de diciembre de 2014

Algo para escuchar

¿Quién demonios es Damon Albarn? Para quienes desconocen quién es tan distinguido sujeto, es nada más y nada menos que el co-fundador de Gorillaz —sí, esos personajes virtuales famosos por canciones como 'Feel Good Inc.' con De La Soul y 'Clint Eastwood'— y parte de la mítica banda británica Blur —sí, esos que peleaban de tú a tú con Oasis por un puesto en los charts ingleses y alrededor del mundo—. "Everyday Robots" es el primer álbum en solitario del oriundo de Londres, Inglaterra, y me gustaría decir que lo propuesto en este material está lejos de aquel sonido noventero de Blur o de uno más contemporáneo como el de Gorillaz —aunque suelen dar ciertas insinuaciones a tal sonido primate a lo largo del disco—. Lo que aquí acontece es un sonido minimalista, lleno de escenarios alucinantes, que pueden llevarte del jubilo (como en 'Mr Tembo') a la catatonia (como en 'Hostiles') en cuestión de segundos, de esos álbumes dignos de un escenario bien londinense: de gran humedad y cielos nublados.

A lo largo de la carrera de Damon Albarn la diversidad siempre ha existido —puede pasar de interpretaciones como 'Crazy Beat' a 'The Universal'— pero, como la portada bien nos indica —¿será aficionado del Arsenal el señor Albarn?—, existe un alto predominio de canciones que son una atenta invitación a la meditación, a la introspección, ya que la temática gira en torno a la visión actual que se tiene del ser humano, del automatismo al que se ha llegado, como bien lo describe el corte inicial del álbum y que lleva por título el del disco. Así, en "Everyday Robots" podemos encontrar de todo un poco como bien lo demuestran los cortes 'Photographs (You Are Taking Now)' donde se puede escuchar la dirección electrónica, 'The History of a Cheating Heart' donde se nota una tendencia más acústica o bien, la pegajosa conclusión de 'Heavy Seas of Love' que sacude un tanto los cuerpos tras la permanente obnubilada. Debo admitir que por pasajes del disco vino a mi cabeza el nombre de Portishead (una grandísima banda británica de Trip-Hop) por la manera en que la música te logra teletransportar utilizando las mezclas correctas (aunque como la voz de Beth Gibbons, ninguna).

No me podría ir sin resaltar dos de mis favoritas personales —aunque todo el disco en sí es una maravilla— que son: 'Lonely Press Play' y 'The Selfish Giant' (ésta última toma su nombre del cuento de Oscar Wilde del mismo nombre) el tipo de canciones a doc para escuchar en estas temporadas invernales sin mayor resplandor que la guía de luces que iluminan las calles o casa. No por nada "Everyday Robots" fue nominado al Mercury Prize: un disco completo, un tanto enigmático y que con cada escucha te va revelando nuevos detalles, te va enganchando, continua enamorándote. Otra de las muy buenas cosas que me han sucedido este año. 

domingo, 30 de noviembre de 2014

Algo para escuchar

¿Días melancólicos, repletos de nostalgia, reflexivos y propensos al insight? Bien, "My Favourite Faded Fantasy" de Damien Rice es el acompañante ideal para esos días —¿o noches?— donde no hay más que uno y los recuerdos. En mi primera acercamiento al trabajo de este músico de origen irlandés —tras ocho años de ausencia desde su último material "9" en 2006— debo admitir que he quedado fascinado con un álbum encantador, cálido, calmo pero al mismo tiempo impetuoso, sin tanto lujo ni floritura, de letras asequibles y contundentes, bastante pragmático así como repleto de talento tanto en lo musical como en lo que respecta a su producción llevada a cabo por Rick Rubin —sí, el barbón fundador de Def Jam—.

El álbum cuenta con canciones que van desde la homónima 'My Favourite Faded Fantasy' de hipnótica y dulce manifestación, la masiva 'It Takes A Lot To Know A Man' de casi diez minutos de duración y que incluye orquesta; pasando por 'Colour Me In' y 'Trusty And True' dos de mis cortes preferidos no solo por sus letras (que van desde el amor y lo ríspida que es la vida) sino por lo profundo y visceral de su interpretación hasta 'Long Long Way' de conmovedora pincelada y que va ascendiendo de intensidad conforme los minutos pasan para concluir su tercer material de manera fenomenal. En general, un álbum que ha cumplido con las expectativas generadas desde un inicio, que me ha dejado satisfecho y con ganas de conocer más del trabajo de Damien Rice. Insisto, "My Favourite Faded Fantasy" no debes perdértelo. De lo mejor que me ha pasado este año y seguramente también a la música.

martes, 25 de noviembre de 2014

(...)

No busco señales en el cielo,
de esas que llaman milagros
y dejan a los hombres estupefactos.

Yo más bien espero,
debajo de este agrietado techo,
que la lluvia cese por un momento
o me acabe de ahogar.

La lluvia parece arreciar,
y mi respiración empieza a ser presa
de la constante humedad.

Qué lenta pasa la vida en este lugar,
qué amarga se ve la vida desde acá,
todo espacio se estrecha más y más
y el tiempo sigue corriendo igual.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Birdman (o la inesperada virtud de la ignorancia)

Hace mucho que no andaba por aquí hablando de cine pero en esta ocasión no quiero dejar ir la oportunidad de hablar de una de las mejores películas del 2014, por mucho. Al día de hoy, 22 de Noviembre de 2014, "The Hunger Games: Mockingjay" arrasa con la taquilla, despedaza en cuanto dividendos a cualquiera que se le ponga en frente ("Interstellar", por ejemplo) pero, una película, filmada por Alejandro González Iñárritu —sí, aquel de "Amores Perros" y "Babel"— ha llamado mi atención de manera excelsa, sin tanto reflector pero sí con una gran historia.

Debo admitir que al momento de ver el reparto, solo dos actores me resultaron conocidos: Edward Norton —aquel que sufría de insomnio y quien dio vida y gloria a Tyler Durden— y Zach Galifianakis —quien formó parte de "The Hangover"—, de ahí en fuera, nadie más. Una vez después de observarla, el nombre de Michael Keaton —quien en algún momento fue el Batman de Tim Burton— resaltó en mi. ¿Y cómo no hacerlo? El trama de la película gira alrededor de él: un tipo que busca liberarse de su pasado, del la sensación que dejó su ex-personaje, Birdman, un superhéroe de historieta; del tipo que salvan el mundo y tienen superpoderes. En sí, el desarrollo del filme muestra el lado más humano de Riggan Thomson —nombre del personaje—, padre de una hija quien vive su adolescencia, ex-esposo de una mujer a la que aún ama y que busca recuperar y creador de una obra de teatro próxima a estrenarse en Broadway, cuyo sensacional nombre es: "¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?", adaptación de la de Raymond Carver. Y es aquí donde la historia empieza a engancharme: enfocándose en el lado más humano del protagonista, en esa búsqueda de hacerse de un nombre propio, de darle un nuevo significado a su vida, de construir un mejor presente.

Otra de las cosas que me pudo encantar fue la sublime participación de Norton. No es extraño que un actor de tal categoría —que nos regaló personajes memorables en "Fight Club" y "American History X"— impacte de tal manera. Norton se presenta en "Birdman" como un arrogante y talentosísimo actor que al tiempo que enamora, desquicia. Un personaje que no conoce otro modus vivendi que el escenario; donde muestra su mejor pinta. Un triunfo más a la carrera de este brillante actor. Al mismo tiempo, Michael Keaton toma el rol protagónico de manera notabilísima. Como mencione anteriormente, su papel invita al público a desenvolverse con él, a volar con él, a sufrir con él los momentos cuesta arriba y a disfrutar con él los momentos de alegría y risa. ¿Qué decir de Zach? Debo admitir que me sorprendió de buena manera. Sumamente lejos de aquel personaje fiestero y de un humor un tanto hueco, mantiene su capacidad de encantar al espectador bajo un rol bastante natural y como siempre espontáneo.

En fin, una película bien dirigida, bien escrita, con un excelente argumento y reparto, que se mueve entre el humor y el drama, que oscila entre el sarcasmo y la formalidad, que se aleja de lo convencional del cine de la actualidad, no puede sino causar un impacto positivo, un agrado masivo. Una vez más, palmas para González Iñárritu y su "crew" que acaba por demostrar el pedazo de cineasta que es el originario de la Ciudad de México. Un orgullo entre chilangos y entre los que no lo somos tanto. Enhorabuena para el mexicano.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

(...)

¿Y quién dijo que no? Seguramente alguien pesimista,
alguien que nunca ha creído en un Dios, en un tú y yo.
¿Acaso seré yo la imagen de la apatía, esa que marchita
todo corazón hasta que ya no palpita?
Si el amor llegara a tiempo, si el tiempo permaneciera quieto,
si mi palabra aún contara sin importar el polvo y lo maltrecho.
¿Qué tan lejos estoy? ¿Qué tan cerca he estado?
¿Quién ha sucumbido por negligencias del pasado?

viernes, 7 de noviembre de 2014

¿Ya vas a empezar?

Hoy día vivimos en tiempos de solidaridad. ¿El motivo? El secuestro de 43 normalistas del estado de Guerrero, más específico, de Ayotzinapa. Como ya es costumbre en nuestro país, la adversidad nos une, la adversidad nos hace alzar la voz, incluso, al adversidad nos da pretextos. Hoy una vez más estamos reunidos para hacer la diferencia, para gritar por un mejor país, para contagiar a propios y extraños, para... ¿lograr un auténtico cambio? Veamos...

Siempre he pensado que el mexicano actúa cuando el agua le llega al cogote, o sea, cuando la situación le colma; cuando es tanto y tan grande el suceso que la indignación es el antídoto perfecto. Somos de acción retardada. Sucedió con la violencia organizada: la gente prorrumpió cuando la sangre era demasiada, cuando no había mayor seguridad que el éxodo o esperar que por milagro no te tocara una bala. No había garantías así que las buscamos por las nuestras. Y, como ser revolucionarios es parte de nuestra personalidad, se nos da eso de exigir y gritar. Pero, por qué no, el de prevenir antes de lamentar.

El mexicano quiere que la violencia acabe pero toman edificios gubernamentales y les prenden fuego. El mexicano quiere mejores policías pero no así mejores ciudadanos. El mexicano quiere mejor educación pero no hace nada por la que empieza en casa. Y así, podríamos irnos mostrando las incongruencias que como mexicanos solemos caer. No basta con saber lo que se quiere, hay que saberlo obtener, hay que propiciar su obtención. Nos queda más que claro que el ciudadano responde bien ante estímulos aversivos pero no suele hacerlo con el mismo sentido ante estímulos positivos; algo extraño en términos de conductuales pero nada extraño en términos clínicos.

Quizás seamos un tanto masoquistas y hasta no doler no creer. Quizás solo estemos obnubilados o seamos autistas. Pero lo que es cierto, es que por nuestras venas corre sangre zapatista y villista lo cual, volviendo a las clases de química de la secundaria, desencadena una serie de reacciones que termina con los puños en el aire y las calles atiborradas de personas que han cambiado los caballos y las pistolas pero no así sus intenciones de hacerle frente a las injusticias que como país concierne.

El humano: no hay paso que por bien no venga

Nada más que la noche pase,
allá donde el amor enciende sus velas,
ire a regalarte estas rosas,
las mismas que te hacen ver tan bella.
Eres lo que los poetas llaman:
alma que ronda entre mis letras.

Así escribía aquella airosa tarde de invierno, ideal para nacer y un buen café negro. El cielo despejado hacía de esta ciudad una sucursal de la Atlantida, sumergida bajo un pletórico azul. Conmovida hasta las lagrimas, una señora, era recibida de nuevo en casa; nada como ser dada de alta. "Los hospitales son hoteles de paso. Nadie que celebre la vida ha pasado sus mejores momentos allí", decía un difunto tío mío días antes de morir por una sobredosis de penicilina. No cabe duda que la medicina moderna ha solventado muchos males pero aún no ha explicado por qué la muerte es eterna. Y mientras tanto en mi cabeza, me pregunto y me respondo a falta de más personas alrededor de esta mesa; ¿Existe algo mejor que la vida? Sí, el recuerdo. La metástasis del tiempo.

jueves, 30 de octubre de 2014

(...)

Quiero pensar que las tragedias sirven para agrandar virtudes.
Quiero pensar que el amor es mayor a sus vicisitudes.
Quiero pensar que toda palabra desperdiciada engendra mejores costumbres
Quiero pensar que todo pasa por una razón aunque ésta padezca de esquizofrenia.
Quiero pensar que no escribo en vano; que mis palabras son refugios mundanos.
Quiero pensar que nada está perdido aunque todo luzca derrumbado.
Quiero pensar que lo hecho en el pasado vuelve a los hombres valientes.
Quiero pensar que el tiempo es presente y el futuro un peatón indiferente.
Quiero pensar que la vida vale la pena aunque del cielo caigan las cosas de repente.
Quiero pensar que mis ojos no mienten a pesar del frío tan recurrente.
Quiero pensar que el silencio es un dialogo entre dos almas que emergen.
Quiero pensar que todo llega a su final o a su principio, de lo contrario.

jueves, 9 de octubre de 2014

(...)

Si Dios quiere…

Si Dios quiere dejaré la duda por la certeza de un día donde el sol ha de brillar con tal algarabía que mis brazos se harán elevar.

Si Dios quiere cambiaré todos esos quizás por algo más físico, algo más real; algo donde mi cuerpo interactúe y no sólo mi mente se eche a volar.

Si Dios quiere algún día dejaré solo el relieve de mis palabras para revestirlas de todas esas miradas y antonomasias que me regalabas con peculiar gracia.

Si Dios quiere el lenguaje del mundo será el silencio y entonces tú y yo habremos hablado a cada momento.

Si Dios quiere llegaré a la cima de mi vida donde la pasión desmedida de cada paso y cada rastro congelado harán de las heridas evidencia de vida y hotel de paso.

Si Dios quiere el canto entre los árboles y la luna tan pletórica y llena de alegría encantaran mis sueños para que asciendan de entre la marea prohibida.

Si Dios quiere un día iré en contra de toda tanatología y sacudiré la tierra de mis hombros y rodillas.

Si Dios quiere llegaré un día a tu puerta y dejaré una nota que diga “déjala entreabierta”.

Si Dios quiere cerraré mis pestañas y soplaré a la luz a través de mi ventana deseando que no se apague la llama.

Si Dios quiere…

domingo, 20 de julio de 2014

El drástico: paso siete de siete

Deberíamos de tener derecho a morir al menos una vez al día. Así veríamos la vida en 360° y no en 365 días. Deberíamos... pero la vida es tan tentadora por lo que viene. Un hombre toma una moneda en su mano y la lanza cinco veces; acto seguido, anota el lado que ha tomado. A este método le ha llamado la estafa del destino. Según él, no hay poder en este mundo que después de ser alterado cinco veces siga corriendo por el mismo lado. Lo que es una realidad, es que las cosas ya no son las mismas desde el primer volado. "Pragmáticamente hablando, una moneda es lo mejor para decidir si comprar helado de vainilla o napolitano; no para definir el futuro inmediato", resume un amigo al descubrir que una moneda no solo paga la cuenta sino también te saca de líos. Y después de tantos azares, ¿qué es el día siguiente? "Una píldora anti-aborto capaz de convertir toda metida en una forma continua de esperanza", define un médico frustrado recurrente en bares y zócalos locales.

¿Qué es un buen augurio? "Un balón en el larguero, una moneda de diez pesos en la máquina expendedora de Coca, un condón, el periódico de hoy, la última cerveza del refrigerador, la prueba contundente de que la suerte también tiene mal olor: pisar excremento de perro mientras uno camina sin preocupación", enumera un enajenado visitante de casinos al preguntársele por qué lleva un muy ajado babero consigo. En mi bolsillo, la última moneda de diez, y esta vez, no sé si lanzarla a la fuente como Fernando Platas tras salir del trampolín o depositarla en aquella máquina malhadada víctima de mentadas y una que otra patada. No cabe duda que uno es dueño de su destino y a esta moneda no le queda otra que dar su mejor pirueta.

domingo, 13 de julio de 2014

El drástico: paso seis de siete

"Antes los locos eran locos, no obstinados como los de hoy", afirma mi abuelo en una de sus ya típicas reuniones de fósiles del ex-Sector 22. Entre muchas otras cosas, su propósito ulterior es maldecir al mundo por la vejez que les proscribió. Unos más conscientes que otros pero todos bajo el mismo rencor. "El hombre es el animal del hombre", explica un veterinario que acabó por tomar un curso de psicoanálisis freudiano. Como si ser ortodoxo no fuese demasiado. "Antes el amor eran flores y serenatas; ahora estos hijos de la chingada se la pasan embarazando chamacas", vitorea el más provecto del grupo y quien más hijos tuvo de todos sus compañeros juntos. Si la vida no fuese suficientemente irónica, también es canosa.

En la esquina, unos adolescentes pasan en patinetas como homenaje a aquellos revolucionarios a caballo. Los tiempos han cambiado aunque sus símbolos se mantienen intactos. Un joven, quizá fenicio, quizá egipcio, deja un mensaje en la pared; una joven, quizá amazónica, quizá bora bora, se muraliza de la cabeza a los pies. "En nuestros tiempos, nos sobraba amor y no juegos de vídeo", concluye el adicto a la penicilina, el tango y al ajedrez recordando que en sus tiempos de bohemia y mocasines en los pies, lo más cercano al entretenimiento era El Último Mohicano y Lobo Estepario. "Se nos va la vida, Joaquín, se nos va y no deja recado", culmina el más longevo de este cónclave al tiempo que las reinas, caballos, torres y peones se distribuyen en el tablero para una última partida entre perdedores.

El drástico: paso cinco de siete

"Uno puede hacer dos cosas con el odio: convertirlo en un Picasso o dejar que, como el mar, te lleve de a poco al fondo", comenta un escritor de media tinta que resignó su sueño de escribir la novela de su vida por casarse con el amor de su vida; en un acto vivencial. La lluvia tenue y el olor a arroz a la jardinera hacen del día una oda al ascetismo; salir de la casa sería un crimen existencial. En la esquina, se cocina una escena primordial en este cortometraje kamikaze: una mujer deja caer un ramo de rosas para en el aire tomarla con una zurda privilegiada y mandarlo mucho a la fregada como Maradona o Burruchaga; una jugada que se esperaba con pelota controlada en la Arena da Baixada y no en la esquina de General Colón y Lerdo de Tejada. No cabe duda, que el amor como el fútbol exalta las pasiones y rompe corazones.

"Cómo jugar ajedrez en un iglú", titula el diario local un artículo sobre inteligencia emocional. En la página siguiente, se habla del reciente divorcio de una celebridad de tal manera que fue necesaria un par de planas para ondear en esta tragedia mundana muy de la parafernalia. La felicidad es una hoja en blanco. Y frente a mi, la posibilidad de ser feliz. "Escribir con tinta roja es de mala educación. Aún más o peor no sangrar lo más mínimo", reflexionaba mi profesor a la hora de los ensayos. ¿Existe algo mejor que el silencio de madrugada? Quizá solo aquella veladora desamparada que estalla en una celebración de nostalgia desaforada. "Mi problema con la muerte es que cuando llega uno ya va de salida", ironizaba un miembro lejano de la familia que solamente veíamos en funerarias o tras pagar la fianza penitenciaria. La adversidad es una humanidad entrecomillada.

El drástico: paso cuatro de siete

La nostalgia es una resbaladilla vacía y un columpio que ni el aire mece; y en esta tarde de domingo, su aura está presente entre nosotros. "Esto es un funeral y en cualquier momento sera la incineración", comenta un hombre recargado a un poste al tiempo que el semáforo en verde cobra su primera infracción: alguien ha creído que su aparición es señal de fortuna y ha pisado el acelerador. "La velocidad es lo que tiene a esta ciudad jodida", comenta un padre de familia cuyo hijo ha sido expulsado por ser más trucha que su profesor de geografía. Mientras tanto, en el interior de un callejón, repleto de propaganda política y pornografía explícita, una mujer llora sobre un pedazo de cartón para no ensuciar su vestido Louis Vuitton. No cabe duda que los sentimientos siempre salen pero hay manchas que no se quitan.

Un hombre, bajo un inclemente sol y un semblante como recién salido del Rubicón, apunta al cielo como reinventando en pleno siglo XXI el método cartesiano. Su compañero a un lado lo mira con atención con una que otra muestra de escapismo en su mirada. "Estamos sumergidos en una fiesta de ególatras y es un requisito para el acceso que cada quien cargue con su espejo", sentencia el hombre de las manos levantadas, al tiempo que a lo lejos un policía es atropellado por una mujer que se miraba por el retrovisor en un caso de belleza intrínseca. La noche llega por fin, y ante mi se posa una postal sin igual: un hombre le canta, con una guitarra un tanto desafinada, a una luciérnaga que describe su luz pasajera entre la nebulosa de aquel calmo lugar. "La inspiración es una moneda de intercambio", escribí entre mi mano sin vacilar.

martes, 1 de julio de 2014

¿Por qué?

¿Por qué siempre ganan los mismos? Porque los mismos saben ganar partidos. Brasil, Alemania, Francia, Argentina y Holanda, equipos calificados a cuartos de final, tienen algo en común: todos fueron abofeteados, incluso exhibidos por sus respectivos rivales de octavos. ¿Qué pasó al final? Acabaron calificando. Como si hubiera alguna ley no escrita o divinidad que les protegiera de los embates del equipo de enfrente. Lo cual, tendría elocuencia en alguna novela de Cortázar.

El fútbol es realmente muy sencillo: gana quien mete más goles. Todo lo demás, es una adaptación de Shakespeare llevada al césped. Y los partidos de los mencionados equipos jerárquicos confirman tal argumento: hubo tragedia, hubo drama, hubo romanticismo, hubo prosa, hubo muchas cosas que agregaron sabor a cada uno de los encuentros. Pero al final, la pregunta sigue: ¿por qué ganan los mismos? Y, habría que ver, que en el fútbol también vale el egoísmo. No siempre se gana al estilo espartano. En ocasiones, hay que ir en contra de toda formación, en contra de toda indicación del entrenador, y hacer lo que mejor saben hacer los jugadores que son diferentes con la pelota en los pies. Freud habla de un ello, un yo y un superyó; y bueno, a veces, hay que ser un poco inconscientes para llegar al gol.

Así que, en el próximo mundial —y este epilogo va dirigido a quienes ya están fuera o para quienes no participaron de esta y puedan hacerla en la siguiente—, no olviden desempolvar las libretas y observar los apuntes que deja Brasil 2014 en sus instancias finales; el más importante: no puedes aspirar a un título cuando lo más cercano al peligro son los alaridos del público. Aquí el vox pópuli no cuenta. Definitivamente, en el fútbol la fortuna encuentra mayor terreno que la justicia pero al final resulta no ser factor determinante para ser participante una vez más.

domingo, 29 de junio de 2014

Así fue

Hoy 29 de Junio de 2014, México ha vuelto a hacer historia... de la negativa, lamentablemente. Por sexto mundial consecutivo México se queda en los octavos de final. Y hoy, más que nunca, no está de más preguntar: ¿qué nos hace falta para trascender a nivel mundial en un deporte tan arraigado por el mexicano? La respuesta, desde mi trinchera particular, está en la mentalidad. Porque al parecer en lo colectivo se ha dado un paso positivo. Hoy más que nunca vimos que en lo futbolístico se le puede competir a selecciones como la de Holanda pero ese paso a la gloria, el paso al podio para levantar la copa, está reservado para los que ven el séptimo partido como finalidad no como destino.

Si tuviera que hacer un breve resumen del partido, sería el siguiente: México insistente, Holanda paciente. Los nacionales dieron sus mejores golpes hasta que llegó el muy buen gol de Dos Santos. De ahí en adelante México se sintió cómodo y, conforme avanzaban los minutos, calificado (groso error del seleccionado). No se veía por dónde Holanda metería el gol. Aunque ellos pacientes, conscientes, sabían que tendrían una; que al final fueron dos. Los holandeses abandonaron su filosofía futbolística, sabedores que adelante tenían dinamita pura. Mientras tanto, México repetía los mismos errores que contra Brasil: hicieron que su portero se vistiera de figura. Ambos traicionaron sus estilos, es cierto, con la finalidad de ganar el partido. Pero a los nuestros les salió más caro, pues, no contábamos con el mismo armamento.

¿Será acaso que nunca daremos el gran paso en un mundial? ¿Será acaso que el fútbol nacional está destinado sólo a participar? ¿Qué nos falta para no repetir la historia mundial tras mundial? ¿Realmente estamos tan lejos de las selecciones de prestigio? Considero que las distancias no son tan largas aunque sigo viendo que la gran diferencia está en los pequeños detalles que nos hacen seguir con la etiqueta del eterno participante. Antes de mencionarlos, me gustaría decir que México tiene todo para sobresalir: afición, infraestructura, economía, una liga ya cimentada. Detalles nada mínimos si se busca apuntar a lo alto.

Ahora bien, considero que, una vez más, se hace mal uso de los recursos. Es como si tuviéramos un millón de pesos en nuestras manos y utilizáramos sus billetes para encender habanos o comprar productos que sacien un placer instantáneo. Pareciera que, el mayor pecado, es el déficit de memoria a largo plazo, de proyectos largos, del mexicano. Preferimos diez partidos innecesarios en Estado Unidos por unos cuantos dólares más en el bolsillo que dos partidos en el viejo continente, sudamérica o cualquier otra zona del planeta fuera de los habituales dominios.

Otro aspecto fundamental para trascender es tener una identidad al jugar. Y en México parece imposible pues técnicos y técnicos pasan sin respetar el proceso correspondiente. ¿Cómo encontraremos una manera de jugar a la pelota si los de pantalón largo se hacen pelotas, si no se permite que el director técnico deje su impronta? Podrá o no gustar, podrá o no ser útil, pero el dar continuidad es fundamental. Nada como permitir que los procesos se cumplan. Al final se hará el balance, se sacarán conclusiones, y se verá qué reciclar y qué desechar.

Un claro ejemplo son las selecciones menores que han sido campeones en sus categorías. ¿Dónde están esos jugadores? ¿Dónde quedaron esas generaciones de triunfadores? Pocos, realmente muy pocos, son los que llegan a cumplir con el proceso formativo. Y los que lo hacen, se desorientan o simplemente su rendimiento baja considerablemente. He aquí donde la mentalidad vuelve a girar alrededor de nosotros como fantasma en mansión embrujada. Debemos aprender, urgentemente, que no basta únicamente preparar a los jugadores de manera que sean eficientes con el balón en los pies; sino también con sus procesos mentales, anímicos, emocionales, fundamentales para el saber qué hacer cuando más apremia la pelota en los pies.

Hoy nos faltó temperamento en los minutos de mayor arresto y un poco de realidad. Sí, esa que dice: aún no hemos ganado nada. Nuestro primer agravio en estos cuatro años, ha sido creernos gigante del área. El segundo error, es creer que con tan poco tiempo alcanza para trascender. En este mundial se ha lucido bien pero el trabajo valdrá nada si no se aprende del esfuerzo realizado. Esperemos que esta eliminación a mano holandesa sea la primera piedra de un porvenir con mayor riqueza pero, claro está, este argumento lo hemos escuchado desde Estados Unidos 94 y no se ve por dónde la mejoría ha de llegar. Al parecer los discursos han cambiado. Sólo a base de tiempo y trabajo sabremos si las heridas se tornan, por fin, escamas.

¿Qué decimos?

Una vez más el arbitraje es punto medular de críticas. Se le ha acusado de robo a mano armada, entre las cosas atracadas, figuran: un par de goles en posición legal ante Camerún y un penal flagrante ante Croacia; ante Holanda, se ha añadido un penal marcado en los minutos finales ante un evidente clavado de Robben. Y, haciendo un ejercicio de honestidad, de insight, ¿es el arbitraje el verdadero culpable de esta tragedia nacional? La realidad es que no lo es. Pero esto de acusar es una manera de justificar el errático actuar y de paso, ser la víctima de un telenovela muy personal, matando dos pájaros de un tiro. Esto es una enfermedad nacional, casi tan milenaria como la cultura azteca o maya: la de culpar a terceros de cosas primarias.

Si empezáramos a hablar de justicia, nunca acabaríamos. Para unos, la justicia es una suerte de equilibrio; me quitas y me das. Para otros, la justicia es simplemente hacer lo correcto. Y así, nos iríamos recolectando conceptos para, quizá, no acabar jamás. Está más que claro que cada uno ve lo que desea ver, lo que a sus intereses beneficia, lo más fácil en la vida es culpar; lo más difícil es cargar con la responsabilidad del deber incumplido. Somos esclavos de nuestras pasiones. Somos subordinados en un escenario donde la razón cumple un papel secundario. Por eso nos sentimos ultrajados. Por eso nos sentimos atropellados. Por eso nos sentimos chingados.

Mira como es la vida y el fútbol, que nos ha dado seis veces la revancha y ninguna de ellas hemos aprovechado. Como en los penales, no mereces ganar cuando has errado tanto. Quizás es esa la reflexión más importante tras esta dolorosa derrota. El arbitro hoy no fue el villano. El malo de esta historia fuimos nosotros. Las cosas que se dejaron de hacer y que acabaron por deshacer toda ilusión de pronto. Dicen que el mexicano vive de fantasías y que en una de ellas juegan once contra once. Ahora habrá que esperar hasta 2018 para volver a nuestra Disneyland; donde La Plaza Roja y La Catedral de San Basilio aportará un escenario tan cercano al de Mickey Mouse.

¿Cómo lo vivimos?

Hay un afecto muy grande por la selección. Tanto así que no importó los malos resultados de las eliminatorias y la paupérrima participación en la Copa Confederaciones así como en la Copa de Oro. La gente estuvo presente y al pie del cañón, entonando el himno con fervor y prorrumpiendo los estadios con el ya mundialmente conocido grito de guerra. Pero, no hay mayor equivocación, que confundir un simple deporte con asuntos de nación, con asuntos que rebasan al deporte. A veces me da la impresión que se toma al jugador —y a veces al ciudadano mismo— como un soldado, como si este no tuviera mayor elección, mayor obligación, que la de estar presente cuando su selección le llame; sin poder hacer uso de la toma de decisiones personales.

Un claro ejemplo es el de Carlos Vela. El jugador de la Real Sociedad aún sufre el estigma de no haber querido ir al mundial. Acción que se tomó como ignominia, que se juzgó como anatema y que, al leer la postura de una mayoría mexicana, pareciera que jamás sera perdonada. También a quien no apoya a la selección en momentos mundialistas o en cualquier otra competición, se le mira como a quien ha faltado el respeto al lábaro nacional. Habrá mucha gente a quien no le guste el fútbol pero cada una de ellas sera enjuiciada en base al grado de solidaridad que muestren ante la participación en que la selección esté involucrada. Es como si el mundo tricolor estuviese situado en una dimensión alterna. En un mundo donde solo entran aquellos caudillos que estén dispuestos a dar su vida aun y cuando el barco se esté hundiendo.

Un aspecto más que me gustaría mencionar es el que viene de la televisión, con tanta campaña publicitaría que más que genuina arenga, parecería la más interesada adulación. Desde ahí se da un color a la selección que parece no desteñirse con nada, que parece ser incondicional, que parece no aceptar menos que la fidelidad. Un mensaje para nada acorde en un país donde aún se habla de una tierra prometida llamada democracia; donde la gente es libre de elección y decisión. Como siempre lo he dicho, todo ese circo mediático en el que está inmersa la selección termina en ocasiones por no ayudar; es, en un lenguaje muy simpsoniano, como vender tu alma al diablo por un Ferrari.

¿El quinto partido?

Considero que no hay carga más pesada en el fútbol nacional que el dichoso quinto partido, hazaña que sólo se ha logrado en casa (México 70 y 86). Cuando se acerca el momento del mundial, cuando éste está a la vuelta de la esquina, ese viejo trauma resucita; sí, trauma, porque más que encomiar a los jugadores a llegar a dicha meta pareciera encogerlos en instancias finales, ahí donde se empiezan a ganar los mundiales. Y todo eso se ha convertido en una loza mental a través de los años gracias a una obsesión por alcanzar dicho logro. Y quizá, uno de nuestro errores, uno de nuestros principales obstáculos, es dar vueltas sobre el mismo punto para acabar al final mareados.

Una sugerencia personal sería no pensar más en ello. No porque sea un imposible sino porque acaba por viciar, dañar una causa. Estar en octavos de final para el mexicano acaba por ser una costumbre tan típica como la del Día de Muertos o de la Santa Candelaria pero cuando se está ahí, pareciera que no se disfruta, pareciera que gana la angustia de estar en la antesala de una final muy de la conciencia mexicana. Generaciones pasan y lo único que no deja de pesar es ese morral acumulable con el paso de los años. En la realidad tricolor parece haber dos verdades: no faltar a un mundial y no olvidar que éste empieza con la llegada del quinto partido. Deberíamos de seguir el método de muchos otros equipos y seguir la más lógica de las lógicas: jugar el primer partido pensando en el primer partido.

¿Destino?

Se ha filtrado un dato que hace la comparación de la eliminación de Francia 98 a manos de Alemania con esta de Brasil 2014 a manos de Holanda. De todos los datos presentados —coincidencia en los cambios, minuto del gol mexicano y nacionalidad del arbitro—, el que llamó poderosamente mi atención fue el último: en los dos partidos, al rival le bastó un rango de diez minutos para dar vuelta al encuentro. Esto, una vez más, reafirma la idea de que nuestra mayor flaqueza está en lo mental. Basta un suspiro en un partido para echar abajo todo el esfuerzo, todo lo construido. Y una vez derrumbado, nosotros al unisono nos hacemos añicos. Lo que a los de verde cuesta sangre, sudor y lágrimas a los de enfrente les basta con un instante de concentración, de inspiración, para dar un golpe mortal. Y sí, nosotros no tendremos un Klinsmann o un Sneijder pero tenemos algo aún más fundamental: el conjunto; pieza medular en cualquier deporte.

¿Qué hemos hecho mal? Como lo he comentado ya con anterioridad, pensar que lo obtenido es suficiente. No se puede aspirar a más en una competición tan importante cuando a tu rival le basta con menos para dejarte sin más consuelo que el "pudimos haber hecho más".

viernes, 30 de mayo de 2014

El drástico: paso tres de siete

El pronóstico del tiempo anunciaba lluvias que jamás llegaban. Mi hermana gritaba por la ventana que el camión de la basura se aproximaba. Las calles siempre sucias eran reflejo de una ciudad bastante vetusta y granuja. Había un montículo, justo entre el altar a San Pedro y el anuncio del planchado de pelo, que era un monolito a la irresponsabilidad. Unos pasaban y aventaban envolturas de mazapán, otros más el cuerpo sin vida de algún ingrato cubierto de celofán. No había roedor, gorrión o hebefrénico, que no viviera como emperador de Sudán. Una señora coloca un letrero con la advertencia: "coloque la basura en su lugar". Una patrulla pasa por el lugar y sanciona a la mujer por colocar letreros sin permiso de la autoridad. No cabe duda que aquí la ley chinga madres, padres y abuelos por igual.

En la televisión, un hombre recita un poema de Edgar Allan Poe al tiempo que explica por qué Van Gogh se cortó la oreja y no los dedos de su mano. Ante mi, se dibuja una pintura que ni Da Vinci ni Botello hubieran contemplado: era un caballo almorzando en la barra de inmundicias de aquélla zona desamparada. No cabe duda que si hablamos de supervivencia da igual una bolsa de basura que una sopa Maruchan. Un avión pasa por encima mientras que un hombre camina con más prisa que vida; el tiempo es un criterio de desempate entre la puerta de la casa y la tortillería de la esquina. Los días de verano son lapidarios. El sol degolla toda pasión en el cuarto de a lado al tiempo que gano un bronceado cual hígado encebollado. La policía vuelve a pasar. Y cual Quijote y Sancho Panza, los perros ladran señal de que van tranzando.

lunes, 19 de mayo de 2014

El drástico: paso dos de siete

Era un día soleado, no muy divertido por cierto. Una señora regaba su patio al tiempo que sus gatos giraban entorno a un roedor muerto. Una niña corría por la calle dando la sensación de vencer al viento y a su padre que apenas y se podía mover. En la casa justo en medio, se oían platos y vasos caer, gritos que hacían el estomago revolver, como si la torpeza se adueñara del domicilio número 603 o como si el rencor fuera su habitual sobremesa.  Una alarma suena entre "ya se partieron su madre" y "alguien llame a un hospital" alarmando a las más provectas bellezas de este guacal. O alguien ha olvidado las llaves en la mesa, o alguien se ha percatado de los bolsos Versace a un lado de la puerta. Por estos rumbos solo los románticos con muy mal gustos y los ladrones con rosarios en los retrovisores se atreven a  poner un pie en este club de peones.

En el periódico, una madre demanda a un ayudante de docencia por mencionar la palabra desnudez frente a su santa inocencia. En la página siguiente, una madre abandona a su pequeña de meses en los rieles; algo pasa en esta vida pero definitivamente no son los trenes. "Hombre golpea a su mujer por dejar la mayonesa mal cerrada", titular que acapara la portada —y las carcajadas— es rematado por la imagen de Yadira en cuclillas y sin más ropa que la necesaria para echar a andar la ardilla. La vida es más interesante de lo que se suele redactar. Un columnista escribe que todo está perdido, todo está por acabar; yo acabo por abrir un poco la ventana y dejar el aire entrar. "La iniciativa es la diferencia entre gatear y caminar", continúo leyendo al tiempo que reparo en el horóscopo semanal; no soy mucho de viajar a Andrómeda pero es temporada vacacional.

Inhala/Exhala/Acaba

Digamos que en la vida pasa algo inverso a la física, a la lógica, a todo lo aprendido a través del tiempo y la experiencia. Pongamos un ejemplo. Cuando inflamos un globo, el aire hace que ese pequeño pedazo de hule se expanda y llegue a dimensiones deseables al uso humano; si dejamos el aire escapar, su tamaño disminuye volviendo a su forma original. Lo que pasa con el hombre, es peculiar.

Ahora bien, tomando el ejemplo anterior pero ahora representado en el ser humano, cuando una persona "buena" hace algo "malo" —y encomillo dichas palabras porque el concepto puede variar de persona a persona, de día a día y de contexto a contexto— su tamaño aumenta en lugar de disminuir; en contraparte, cuando una persona "mala" hace algo "bueno" apenas y se logra notar su aumento de tamaño. Es como si el aire —que en este caso es el acto "bueno" o "malo"—, actuara de diferentes maneras en el mismo cuerpo.

¿Por qué pasa eso? Porque no juzgamos al acto por su nombre sino al hombre por su acto. Y como a uno "ya lo chupó el diablo", es como si alguna suerte de maldición le hiciera dar más lentos sus pasos. En cambio, el otro en forma y tamaño, solo una salida es potencial: reventar; ya todo aire se recibe por igual, sea de boca o de bomba para inflar. Nunca sera juzgado por igual el acto de robar una pluma, perpetrado por el jefe de departamento, que por quien se pasa en friega limpiando los azulejos. Nunca será juzgado por igual el gol metido por Cristian Ledesma en una final que el de Karim Benzema en un partido a beneficio contra el Al-Ittihad.

Pareciera, y por eso asigno la palabra curiosidad, como si el aire jamás saliera y solo se llegara a acumular para acabar encontrando salidas más drásticas. Algunos acaban en pedazos surcando la gravedad, otros menguados por los estragos del tiempo. Pero definitivamente, siempre con la oportunidad de crecer.

martes, 13 de mayo de 2014

Tlachtli

Si te gusta el fútbol, quizás te guste esto. O quizás no porque no tenga columna en Récord o Don Balón. Quizás te guste porque leer sea tu afición o porque sencillamente no tenías mejor cosa que hacer el día de hoy que leer el post de su servidor. Lo que a continuación trato de desarrollar en este espacio es la crítica realidad que el fútbol mexicano pasa; desde el error que es para mi la liguilla hasta por qué nunca seremos campeones del mundo con una mentalidad de pacotilla. Empecemos:

1. ¿Quién gana en el fútbol mexicano? Los de pantalón largo, definitivamente. Deportivamente, son pocos los afortunados que se llevan una considerable rebanada de pastel. Históricamente, México es un país que, en términos tácticos, parece vivir siempre en el catenaccio —ponderando el bienestar personal pero haciendo poco contra los embates del de enfrente—. Y en este juego de once contra once no es la excepción. Y si no echemos un vistazo a la selección, que es un éxito rotundo en cuanto a lo que hace bailar al perro pero que siempre se queda en el intento cuando se habla de grandes puestos, o al nivel de la competición local, que fiel a conocida canción de Vicente Fernández, se trata de saber llegar.

2. Si al menos la selección fuera como la pinta la televisión. Si fuera así, créanme que nos hablaríamos de tú con Brasil o nos echaríamos una buena fabada con España. Pero lamentablemente. una vez que se apagan las luces del set y se encienden las de las canchas, la grandeza parece haber sido totalmente rasurada por Gillete o mal financiada por Banamex. No sé, pero lo cierto es, que cuando un producto humano se torna un producto comercial, los resultados suelen ser tan desastrosos como la mentalidad de que somos el gigante de la CONCACAF —una zona tan limitada y austera que se sabe más de Bob Marley o el Canal de Panamá que cuál es el nombre del presidente de nuestra amada zona—.

3. ¿Qué es el fútbol mexicano? Palabras más, palabras menos, es una lucha semanal por demostrar que podríamos ser tan buenos como la Premier o la Serie A pero la realidad no siempre es virtual. La irregularidad es el tema principal en la tabla general. Aunado a eso, las diecisiete jornadas del torneo regular son únicamente la aduana a un torneo no de mayor calidad pero sí con mayor suspenso y agonía. Justo lo que el mexicano consume día con día.

4. Liguilla: un invento del cual estaría orgulloso Marx. De 18 equipos califican 8. Del 1 al 3 se representa a la clase alta; el 4 y 5 son la clase media; y del 6 al 8 son la clase baja —todo esto en una representación meramente futbolística porque llegan a estar "burgueses" en la "proletaria"—. La lucha de clases nunca fue tan significativa y representativa para una nación que mueve sus fibras en torno a lo que uno le quitan y a otro le dan. Aquí podría entenderse un poco mejor por qué a veces se llega alabar más al equipo que llega de la zona baja a ser campeón que el mismísimo líder general de la competición; es como si ser invitado de último momento o por default tenga mayores dividendos que quien acuñó la regularidad la mayor parte del tiempo. Digan lo que digan, al mexicano le gusta venir de atrás, remontar, no ser el protagonista principal; y el futbol mexicano no es excepción de nuestra antiquísima cotidianidad.

5. ¿México campeón del mundo? Y, seguramente con la astucia del Chapulín Colorado, un poco de gracia y otra cosita, así como la tentación de un beso, llegaremos algún día a cantar de alegría y con las manos extendidas al firmamento.

domingo, 11 de mayo de 2014

El drástico: paso uno de siete

Por el aire vuela una moneda de diez. Su dorado color me deslumbra mientras la veo caer. En el suelo, entre un te amo Raquel y una huella sin consuelo, da un par de piruetas como bailarina de ballet. Su energía va cesando al tiempo que va aumentando el hedor de las alcantarillas; un olor que emerge como si alguien la anduviera cagando muy frecuentemente. Y mientras muere sobre el asfalto, va dejando espirales como relieves, hasta que, como Julieta en pleno acto dramático, se detiene. Un águila yace de perfil. En algún lugar de este aciago confín alguien se queja que no fue su día; Quetzalcóatl ha ganado la partida. "Todo mundo cree tener suerte hasta que compra un boleto de lotería y se percata de que no es el único que apostó por el siete o el trébol de la suerte", divaga un hombre con la mirada clavada en el puesto de billetes. No cabe duda que hay quienes jamás olvidan que la fortuna es un invento de Einstein para subir y bajar.

"Un círculo es un cuadrado perfecto", sentencia un individuo algo descontento por el vino selecto que ha comprado. A veces la vida es lo que nunca pasa pero siempre habíamos deseado. "¡Es una trampa!", diría aquel líder del hampa a quien le pillaron con las manos en las nalgas. A lo lejos, un globo se eleva como si el helio fuera la cura a todos los problemas; en tierra, una damisela se consuela entre Ginebra y medias de seda. Ya lo dice aquel dicho mal dicho: más vale dolo acompañado que cientos volando. En la esquina un perro ladra; señal de que algo no anda. El silencio es el sol de esta noche. Una loza pesada para quien hace de la quietud su almohada. En el edificio de enfrente una luz se enciende. Alguien ha perdido el sueño de repente o ha recordado que no bajó la palanca del retrete. Una luz pasa a velocidad de repartidor de pizza en pleno bulevar. Yo pido un deseo; no sea que se me vaya lo que quizá nunca llegará.

lunes, 5 de mayo de 2014

El lunático: paso siete de siete

"¿Yo perdí?", se pregunta un amigo al acabar la partida de cartas para llenar el vacío de sus bolsillos con nada menos que sus manos. Gesto particular de quien empieza frotándose las palmas y termina quedándose con las ganas. En el muro de aquella sala de estar se encontraba una carta desplegada, enmarcada, como no queriendo ser olvidada. Los años dejaban huella en ella. Un amarillento color se fundía con el marrón. Sus bordes algo rotos indicaban que el tiempo pasó. ¿Por qué tanta importancia por un pedazo de papel que bien podría ser piñata de la pequeña Isabel? "Cuando voy perdiendo, me gusta voltear a la pared y recordar que perder es parte de este juego; pero no en este momento" algunos, más que tener el as bajo la manga, tienen la mirada sobre la tinta de alguna pluma ya extinta.

En una orilla, entre un reloj sin una de sus manecillas y un recuadro de Van Gogh sin más luz que la reflejada por la televisión prendida, una silla vacía me recordaba a mi. "¿Te ha gustado?", pregunta el dueño de la casa para nada disgustado, más bien, asombrado por la larga mirada. "No. Simplemente me pareció ver un cuatro" respondí, pues la fortuna es siempre el mejor justificante. Uno nunca sabe qué viene debajo de ese acartonado rectángulo ni qué viene después de haber mirado al mismo punto y haber perdido el turno. "¡Se te acabó la suerte!" exclama algún hijo de persa que entre éxtasis y alcohol por fin celebra después de lo mucho que perdió. No cabe duda que lo más valioso en esta vida es lo que no tiene precio pero cuando la fortuna depende de quién no se baño o quién tras las mismas calcetas de la partida anterior aquellos brazos en alto bien valen un millón. Al terminar la noche todos parten con la satisfacción de haber perdido lo suficiente para volver al día siguiente. Las luces se apagan y, según patólogos y tanatólogos, la vida pasa a mejor vida.

sábado, 26 de abril de 2014

El lunático: paso seis de siete

Más difícil que vivir es anticipar. No sabemos qué vendrá después de golpear; no sabemos qué vendrá después de abrazar. "Pensar es como girar y girar: imposible que al parar se marche con normalidad", decía un célebre locutor de radio una noche sin más referencia que el mareo después de caminar. Vaya que hay ingenio en esta ciudad. Unos hablan como Kierkegaard pero visten como Groucho Marx, otros hablan de Fromm como si hablaran de Paco Rabanne. "Triste, ridícula pero da buen sexo oral", así describió el supino a lado mío cuando a su exnovia vio pasar. Su rostro era el de alguien a quien se le podrá pasar la hora de almorzar pero siempre se tragará su propia mierda. De inanición muere el que quiere porque siempre hay alguien de quién hablar mal; idiosincrasia de un zócalo en domingo.

"Sé tú mismo", se leía en los muros de aquel edificio abandonado y adoptado por los noctámbulos para plasmar su filosofía de aerosol. La rebeldía es lo de hoy. No hay doctrina mejor. Como no hay mejor medicina que pasarse un semáforo en rojo; así pensó aquel herido conductor que vive de adrenalina y sobrevive del medicamento del doctor. Qué burdas son las calles cuando nadie toma su paracetamol. "¿Qué ha sido lo más arriesgado hecho por ti?", me pregunta el morbo entre la multitud porque la razón no tiene cabida aquí. "Escribir de día. No sabe qué difícil es escribir en pleno acto consciente", respondí, sabedor que lo dicho quedaba entre la ambulancia y mi persona. A nadie le interesa la sinceridad a menos que sea roja. Un hombro dislocado rompe el silencio entre el congregado; el dolor es un desgraciado en los labios incorrectos.

miércoles, 23 de abril de 2014

El lunático: paso cinco de siete

La vida es un tanto fortuna, un tanto saber cómo actuar. Y entre que decidimos o dejamos las cosas al azar, la vida avanza y solo deja su fragancia como evidencia de que alguien no dudo en caminar. Esta ciudad apesta a guardado; aporía de que aquí la humedad vive aun después de haber colgado. "¿Qué si mañana muero?", dice la expresión en el rostro de aquel hombre de negocios; ¿será este el color adecuado para el sepelio de mi esposo?", pregunta una señora a su nuevo amorío; "¡puta madre, voy a llegar tarde al festival de los niños!", exclama un padre que terminó la preparatoria una vez quitó el rostro de la incubadora; caras vemos, condones no conocemos. A veces me pregunto si el pene es una neurona de un cerebro bastante testicular. Testosteronas, hormonas y axones unidos en una suerte de rebelión contra la ortodoxa biología del ahora.

Una señora se persigna antes de entrar a la iglesia. Un futbolista se persigna antes de tirar un penal. Un peatón se persigna al oir que los cartuchos empiezan a detonar. Moraleja: el miedo es un diplomado en la ciencia del hombre. Algunos no sabemos lo que tenemos en nuestras manos hasta que sentimos que todo está por acabar. "¿Cómo sobrevivir a una guerra? Fácil: dejen que el miedo dé el primer paso pero que no pague la cuenta", en esta alegoría de la primera cita, mi maestro de etimología veía una manera de decirnos que el miedo no siempre es villano de nuestras tragedias así como hacernos poner atención sin llegar a la histeria. Una señora pide limosna. Estira su brazo y lo despliega cual ruso en teatro. Yo estiro el mío y despliego el pulgar cual César en coliseo romano. Hay un y mil maneras de decir no a la vida; y yo elegí una hollywoodense.

martes, 22 de abril de 2014

El lunático: paso cuatro de siete

Y a todo esto, ¿quién realmente triunfa en la vida? Nadie. Por eso nos parece injusta, dramática e irremediable. Siempre he dicho que para triunfar en esta ciudad hay que llegar tarde. "El último minuto también tiene 60 segundos", "no hay que llegar primero sino hay que saber llegar"; mantras que promueven el entusiasmo cual campaña política en pleno rapto social. Lo importante no es creerlo es saber qué hacer una vez que se repite. Unos sólo sonríen como esperando que todo termine en cortes manoseo; otros hacen de ello un mausoleo en plena tierra de fuego. En el suelo hay una carcasa de algún gorrión que murió de negligencia al volante, algunos lo pisan en acto de bondad y linaje, otros se limitan a observar lo que el prójimo hace; souvenir de lo infame y efeméride de terrores consonantes.

¿Alguna vez han visto al cielo sin despegar los pies del suelo? Parece ser que los sueños son agujeros negros en el firmamento que absorben suspiros, delirios o cualquier alma que penda de un hilo. La adversidad es una cena gratuita en el mejor restaurant de la ciudad que acabamos canjeando por una pizza y una cerveza en la nevera. Toda regla tiene su excepción pero aquí un canard à l'orange es lo mismo que una sopa dando vueltas en el microondas; ni todo lo que brilla es oro, ni todo oro brilla como en las joyerías. El arte del engaño es el arte de quien vende estaño a precio de cristal cortado. Pero aquí la mentira es el saldo de un lenguaje mal empleado; aquí los eufemismos suenan como atentado. La vida es muy acalorada como para desaprovechar un lugar bajo la sombra. Los ancianos invaden sus formas y los niños corren como si la vida se tratara de otra cosa.

lunes, 14 de abril de 2014

El lunático: paso tres de siete

En el cielo hay una línea que no descansa jamás, unos pasan y se preguntan si es la ruta a la felicidad, otros la miran perplejos como esperando se disipe para develar lo que hay detrás. Todo pasa rápido en esta ciudad. Y lo que no, se ordena antes de la media o se le mete pedal. Se acabaron aquellos días de contemplar el amanecer al contoneo del fuego, de contemplar gorriones recién llegados del cielo, de bailar danzones con la mujer de tus sueños. No... ya la vida se nos va tan deprisa que arremete y no mira atrás. Bien decía mi padre: "algún día no estaré y espero no te lleve la ausencia conmigo". Algo aquí está ausente y del cielo seguimos siendo testigos. "A veces no sé si la gente mira tanto al cielo esperando o buscando la grandeza de la que carece el suelo", se pregunta mi compañero de decepciones e investigaciones. En ocasiones, me siento turista entre tanto monumento: solo me hace falta una buena postal y la foto del recuerdo.

Al final, hacemos de las palabras lo que más nos conviene, ¿por qué no? Si nos exalta ser capataz, ser mandamás, estrujar hasta asfixiar, pues qué son las palabras sino poder, y el poder, como las leyendas, nace del eco de su pueblo. Y lo que aquí ha nacido, más que una Odisea, es el rumor; aquí los fantasmas viven en cavernas que se desplazan con sigilesa para dar vida a formas siniestras del predicado. "¿Puede un ser humano alcanzar la perfección? —silencio en el salón— sí: renunciando a su condición. Pero con su renuncia deja toda posibilidad de resurrección. Y el hombre no conoce otra vida más que la anterior", pensamientos de mi maestro de epistemología que hoy recuerdo cual epifanía en tiempos turbulentos. Observo. Un niño arranca una hoja de su cuaderno. Tras una serie de dobleces crea un avionzuelo. Se pone de pie y entorna sus ojos ante un punto en el cielo. Toma impulso y el avión es liberado de sus manos. Así la vida: empieza con vesania y termina por dar fe de gravedad. El niño se va. Yo continúo en el mismo lugar porque en cualquier momento he de llegar.

miércoles, 9 de abril de 2014

Caotisismo

Hay dos factores que hacen que el caos, la histeria colectiva se disparen: uno es el latente, el otro es el subjetivo. El primero corre por cuenta de las detonaciones suscitadas en diferentes locaciones; el segundo por la desinformación que se propaga a través de los medios de comunicación (más específicamente Facebook, Twitter, WhatsApp).

El primero es grave porque nos deja ver una realidad emergente en los últimos años a cargo del crimen organizado. El segundo es gravísimo porque nos deja ver la credulidad tan evidente que se maneja en nuestra sociedad (padre del individuo) y la facilidad con que se comparte información que se compra como real.

Las dos son graves, cierto es. Pero mi preocupación se enfoca en la segunda. Un criminal tiene dos opciones: acabar muerto o en prisión (o huyendo para no ser alcanzado por ninguna de éstas dos). Su reformación, su rehabilitación, su reconstrucción es tan complicada como el debate generado de por qué la gente opta por el hampa. En muchos casos, no se les invierte tiempo ni dinero para sacarlos de ese agujero negro. Nuestro "modelo" de "justicia" es justiciero; un criminal es menos que cero.

¿Por qué me ocupa la sociedad más que el individuo detrás de un cuerno de chivo? Fácil: porque uno como solista escoge qué notas tocar pero en conjunto la suma de sus instrumentos vale más. Si uno no sirve se reemplaza o se trabaja más pero nunca se deja pasar. Y es ese el padecimiento de nuestra sociedad actual. Psicosis compartida diría el manual; yo lo llamaría omisión de la responsabilidad. Algo perdimos en el camino pero en ves de buscar, en ves de regresar para encontrar, seguimos caminando esperando que se elevara de su recóndito nicho. Y lo que hoy tenemos son hectáreas de incertidumbres, hectáreas de temores, hectáreas de tribulaciones que acaban por tenernos como las tortugas: debajo de nuestros caparazones.

¿Cuándo acabará todo esto? Y bueno, la respuesta, seguramente, está más allá de este medio.

martes, 8 de abril de 2014

El lunático: paso dos de siete

El tiempo... ese momento infinito, caduco y que en tiempos primaverescos se nos va en sudar. "La función del viento es la de hacer frescas las mañanas y fungir de heraldo entre un tiempo que promete llegar", escribe un tío mío en una de sus tantas proezas por querer alcanzar la omnipresencia. "Pero qué lugar puedo alcanzar en esta ciudad que vive de miedo. Un miedo tan estridente como el odio latente" continua, dejando un silencio como desenlace final. Bien decía un maestro mío: no dejes nunca que los miedos se te vayan de las manos. Y en mis manos solo hay líneas que conducen a un vacío un tanto lúgubre. ¿Hay qué leer en el café? ¿Hay un Everest debajo de toda timidez? ¿Hay por qué creer cuando la vida te da revés tras revés? Y así, voy formulando un cuestionario que traducido al inglés se llamaría: existentialism is not dead.

Hay algo en este silencio que me parece acogedor. Lo mejor del silencio es lo que le precede. A veces es un te quiero a escondidas, otras tantas es un beso de buenos días; unas más, es la sátira política de mi vecino neandertal. Lo peor de escuchar lo que no se sabe es que no se disfruta lo que se desconoce. Como quien cree que el fútbol es sólo un balón y once hombres; como quien cree que la oración es el alimento del hombre. "Échense un padre nuestro y ya en el suelo le siguen con el Corán" bromeaba mi maestro de epistemología cuando se le preguntaba sobre orar y demás actos de domingo. "Orar es un acto de egoísmo. Es un acto catártico. Letanía sin pies ni brazos." concluía de manera un tanto arrogante pero siempre lapidante. ¿Qué era lo mejor de sus clases? Que olvidábamos nuestros nombres por un instante.

El lunático: paso uno de siete

¿Cuántas veces puede resucitar un hombre? Las suficientes para dar fe de escatologia. La vida acontece toda tras bambalinas. En un coche en la esquina entre París y luego te hablo, detrás de las cortinas donde la Gestalt es un acto de erotismo, debajo de una lampara donde Aladino es un paroxismo. ¿En qué momento uno pierde con una mujer? En el momento en el que se le deja de ver. Cual prestidigitador en zócalo, dos ojos no son suficientes para ir más allá. "Con las mujeres sucede lo que con las películas de Tarantino: un poco de malicia es necesaria para empezar" comenta un primo mío cansado de no encontrar solución entre botellas de Tonayán.

Los ladridos se apoderan de la noche en tono de rebeldía y sedición. Como si no solo de mover la cola viviera el perro. Unos miran al cielo sin saber qué es ese espacio tan distante del suelo, otros hacen hoyos en la tierra comprobando que no hay otro lugar para descansar como el filial. "¿En qué se parece el hombre al perro? En que su cola jamás ha de alcanzar" bromea mi primo, sabedor que la comedia no cuenta como violencia animal. Estas calles se hicieron para caminar de noche. Y mientras las farolas responden a la necesidad, a lo lejos, se forjan proezas que jamás a la luz llegarán.

viernes, 21 de marzo de 2014

El errático: paso siete de siete

¿Quién soy yo? Eso no importa. Lo importante es la afronta ante lo errático, como me apodaron mis detractores después de haber fallado más que Palermo y Pilatos en el mismo acto. Desde tiempos de mis abuelos la ansiedad ha sido mía. Soy atracción de mi propio safari. Soy el león que al fondo contempla; soy el peón en el tablero sobre la mesa. Unas cervezas no caerían nada mal en esta árida estepa. Soy Pípila de mi legado: la ambición del árabe, la altivez del británico, la tarabilla del veracruzano y el monoteísmo de un puerto acechado por lo infame. El trópico... ese lugar donde el sol calienta hasta el nous y donde el frío es más ausencia de acción. Home sweet home.

¿Por qué escribo? Porque es la mejor manera de convivir conmigo. A veces soy Nietzsche y grito Dios a muerto, otras veces soy Jesucristo y resucito al tercer día de muerto. Autista de tiempo incompleto, me dedico a unir vocales y consonantes como quien aún cree en el matrimonio de tiempo completo. Soy el hombre que llega a la panadería a las 4:50 cuando abren a las 5:00; diez minutos son la diferencia entre un obsesivo-compulsivo y un limítrofe empedernido. El amor es una piedra en el camino en esta ciudad. Algunos tropiezan, otros se hacen notar. "Lo importante es saber llegar" dice aquella canción que quién sabe cómo llegó a mi auricular. Y mientras mis vecinas ríen y acaban por llorar, yo me dedico a psicoanalizar a Lacan con su imago especular.

sábado, 15 de marzo de 2014

El errático: paso seis de siete

Hay cosas que sabemos cuándo acaban. La novela de la diez, la caja de Corn Flakes, el rollo de papel, la tinta en la HP, la leche para el café, el clásico entre Boca Jrs y River Plate. ¿Pero cuándo sabemos que el amor acaba? No es algo que necesite de pesaje, de sopesarse o de estar frente a un juez y dar parte. El amor no tiene fecha de inscripción pero al parecer manda reportes y suspensiones. "El amor sería más fácil si se pudiera pronunciar" dice un hombre curtido en lenguas extranjeras —inglés, francés, cualesquiera— pero incapaz de comprender un lenguaje sin vocales ni consonantes. El TOEFL es un domingo en Six Flags frente a este teorema experiencial.

¿Son sabias las palabras o sabio es quien toma la palabra? Siempre he dicho que la diferencia entre alguien con y sin modales es aquel que cede la palabra. Como el conductor que cede el paso al peatón, el hombre que cede el asiento a una mujer, el hombre que prefiere leer en vez de ver TV. La vida es una cortesía. Hoy estoy aquí, generando alegorías, combatiendo alevosías; mañana soy presa de mi propia carnicería. Las calles toman sentido a estas horas. No hay vueltas en U ni etiquetas rojas en las mallacorlas. El silencio se abre espacio entre el hombre; algunos lloran de felicidad, otros follan y lo llaman selección natural. El silencio siempre promueve. Aunque sugiere no callar más de lo que se debe.

miércoles, 12 de marzo de 2014

El errático: paso cinco de siete

"Para mi un número es una representación. Nunca un aforismo. Como en el fútbol, un 5-0 dice algo pero nada al mismo tiempo. Así como hoy a mis 50 años no significa que haya vivido más tiempo". Son las palabras de un hombre que ha cumplido lo suficiente como para saber que los años son hijos de la estadística y no evidencia inequívoca de vida. La mejor parte de venir al café de medio día son esta clase de declaraciones de vida que dan más luz y sentido que todos los corridos que retumban entre callejones. Aquí las canas cuentan. Es el requisito de inscripción, la credencial de elector, la palabra secreta. Aquí no hay jerarquías ni sabiduría ni doctorados: sólo un cuarteto de jubilados que hablan en tiempo pasado.

"Cómo han cambiado las cosas" arroja al viento el más provecto del cuarteto. Para él la vida se ha ido degradando como aquel gris edificio donde las hazañas se revelaban en blanco y negro y que ahora se han tornado de un tono amarillento. Tiempos de vecindades y juegos en las calles. Tiempos de papalotes, baleros y reinos en los cielos. En alguna parte de esta anestesiada ciudad, alguien lleva serenata a su amada recordando que aún hay amores que se gozan debajo de una ventana. Y hay algo que no puedo evitar reflexionar: hay más rosas en funerales y carrozas que en manos de mujeres hermosas; señal de que el tiempo no es inmune a su tic tac.

lunes, 10 de marzo de 2014

El errático: paso cuatro de siete

¿Ausencia física, es ausencia en realidad? "Dios está en todas partes" dice Doña Ana, viuda y madre olvidada, al salir de la iglesia a la que con fervor va cada domingo. Siempre he pensado en esa expresión. Más nunca he entendido por qué no es lo mismo en los seres vivos, con las personas que deambulan plazas, casas o carcasas. Recuerdo que cuando mi padre se iba a trabajar, mi madre sentía una ausencia, un vacío existencial. La formula (mi madre era toda una Pitágoras en cuestión de emociones) era simple: al no tenerte la nada está presente. No comprendí lo equivoca de su formula hasta ahora. "Dios existe porque está en nosotros" continua Doña Ana, al tiempo que me pregunto si mi padre existía en la mente de mi madre.

El tiempo es un canalla. Qué rápido se oscurecen las calles cuando la nada deambula con desparpajo. Una niña levanta el brazo tratando de asir algo, una pareja se funde en lo incógnito y una sirena de fondo recuerda al peatón que alguna vez fue paranoico. A lo lejos, Doña Ana parte a paso lento, no sin antes haberme dejado la última de las moralejas: "Dios está contigo", dice, al tiempo que sonríe como quien sabe ha hecho algo bueno con su palabra. Yo me quedé todavía un momento más en la banca a mis espaldas, en una especia de oda al pensador, vagando por mi mente y preguntando: ¿cómo es posible que el tiempo avance sin siquiera dejar un mensaje en la puerta?

sábado, 8 de marzo de 2014

El errático: paso tres de siete

Hay algo en la euforia que me parece cruel. Cuando las emociones se desbordan, y ese magma que son las lágrimas o esa erupción que maximiza toda pulsión no se controla, pasa lo que al aficionado de fútbol que todo lo convierte en Maradona o, en el peor de los escenarios, en el Alcorcón de la Segunda División Española. ¿Cómo sobrevivir en un mundo que ensalza la alegría pero que reprime la tristeza o, más irónico aún, especialista en vociferar defectos pero incapaz de enumerar virtudes? Ahora entiendo por qué tanta patología, anomalía, suicidios, genocidios, "Venga la Alegría", "Usted puede sanar su vida" y gente con más telarañas que certezas.

Dos niños pasan corriendo frente a mi. Un motociclista se llena de adrenalina. Una luz se enciende detrás de la cortina. A lo lejos se escuchan risas y alguna que otra persona discutir. "Tengo un problema que lleva mi nombre" escribo en mi libreta como recordándome que el mundo es un lugar mejor si estoy aquí. Llevo mis manos a los bolsillos y en estos momentos recuerdo aquella advertencia que un agradable desconocido me daba a mi: "Algún día recorrerás el camino que he pisado y te preguntarás cómo pude ser tan imbécil y solo haber mirado".  Tiempo después me enteré que este celebre desconocido había fallecido. En ocasiones la muerte no es tan mala como pensamos. Y si no pregúntenle a Kurt Cobain o Jim Morrison que de seguir vivos serían tan anecdóticos como cualquier hijo de vecino.

viernes, 7 de marzo de 2014

El errático: paso dos de siete

La alarma suena y el día comienza en crepúsculo. La radio puede ser una tortura cuando Pedro Infante le canta al amor como quien clama por lluvia o una buena cosecha; algo digno de Mayas, Aztecas o cualquier otra necesidad intrínseca. La luz se asoma. ¿Qué tan verde es un árbol a oscuras? Lo suficientemente gris para sobrevivir. La fotosíntesis es una necesidad botánica; el oxígeno prolonga la vida humana y la paráfrasis hace de Cortázar un personaje de pasiones mundanas. ¿Qué sería de la vida sin esta nada? Me pregunto al tiempo que aquel anuncio de Rolex expone mi falta de buen gusto y amores.

Uno simplemente no se levanta y comienza "un nuevo día". Así como el artista no se deslinda de su obra anterior. Un día Gabriela vecina mía, amiga mía y fiel amante de Gonzales como buenos días— se vio decidida a olvidar a Javier. Las cosas no andaban bien. Pero se dio cuenta que la simple iniciativa no es suficiente. Que "empezar de cero" es la mentira más condescendiente detrás de la vida después de la muerte. Basta más que un rifle para ser cazador. Basta más que una guitarra para ser trovador. ¿En qué acabó todo? En una plática entre dos. All you need is talk...

jueves, 6 de marzo de 2014

El errático: paso uno de siete

Hay mensajes que llegan a nuestros oídos como aquella distinguida expresión de tan arquetípico personaje nacional: sin querer queriendo. Muestra contundente de que hay quienes escriben cartas y quienes susurran al viento el más convincente de los argumentos. Aquella era una tarde en la que el cielo estaba despejado, el sol radiante y las palabras deslizantes aterrizaban sin el mayor inconveniente en una pista que con frecuencia atiende aterrizajes forzosos y alguno que otro paracaidista kamikaze.

Me habían acusado de impío, de negligente, de autista, de pésimo matemático pero nunca de esquimal. ¿Será por el frío en nuestra comunidad o por el iglú que se ha vuelto mi departamento? Una especie de ausencia de afecto y vidrios rotos. Un lugar donde las goteras crean conexiones neuronales que dañan las molduras del techo. La naturaleza puede ser aliada y enemiga al mismo tiempo. Las bajas temperaturas es la causa número uno de divorcios, paralelamente, une más cuerpos que simposio. Ironías en tiempos de profecías.