"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

domingo, 20 de julio de 2014

El drástico: paso siete de siete

Deberíamos de tener derecho a morir al menos una vez al día. Así veríamos la vida en 360° y no en 365 días. Deberíamos... pero la vida es tan tentadora por lo que viene. Un hombre toma una moneda en su mano y la lanza cinco veces; acto seguido, anota el lado que ha tomado. A este método le ha llamado la estafa del destino. Según él, no hay poder en este mundo que después de ser alterado cinco veces siga corriendo por el mismo lado. Lo que es una realidad, es que las cosas ya no son las mismas desde el primer volado. "Pragmáticamente hablando, una moneda es lo mejor para decidir si comprar helado de vainilla o napolitano; no para definir el futuro inmediato", resume un amigo al descubrir que una moneda no solo paga la cuenta sino también te saca de líos. Y después de tantos azares, ¿qué es el día siguiente? "Una píldora anti-aborto capaz de convertir toda metida en una forma continua de esperanza", define un médico frustrado recurrente en bares y zócalos locales.

¿Qué es un buen augurio? "Un balón en el larguero, una moneda de diez pesos en la máquina expendedora de Coca, un condón, el periódico de hoy, la última cerveza del refrigerador, la prueba contundente de que la suerte también tiene mal olor: pisar excremento de perro mientras uno camina sin preocupación", enumera un enajenado visitante de casinos al preguntársele por qué lleva un muy ajado babero consigo. En mi bolsillo, la última moneda de diez, y esta vez, no sé si lanzarla a la fuente como Fernando Platas tras salir del trampolín o depositarla en aquella máquina malhadada víctima de mentadas y una que otra patada. No cabe duda que uno es dueño de su destino y a esta moneda no le queda otra que dar su mejor pirueta.

domingo, 13 de julio de 2014

El drástico: paso seis de siete

"Antes los locos eran locos, no obstinados como los de hoy", afirma mi abuelo en una de sus ya típicas reuniones de fósiles del ex-Sector 22. Entre muchas otras cosas, su propósito ulterior es maldecir al mundo por la vejez que les proscribió. Unos más conscientes que otros pero todos bajo el mismo rencor. "El hombre es el animal del hombre", explica un veterinario que acabó por tomar un curso de psicoanálisis freudiano. Como si ser ortodoxo no fuese demasiado. "Antes el amor eran flores y serenatas; ahora estos hijos de la chingada se la pasan embarazando chamacas", vitorea el más provecto del grupo y quien más hijos tuvo de todos sus compañeros juntos. Si la vida no fuese suficientemente irónica, también es canosa.

En la esquina, unos adolescentes pasan en patinetas como homenaje a aquellos revolucionarios a caballo. Los tiempos han cambiado aunque sus símbolos se mantienen intactos. Un joven, quizá fenicio, quizá egipcio, deja un mensaje en la pared; una joven, quizá amazónica, quizá bora bora, se muraliza de la cabeza a los pies. "En nuestros tiempos, nos sobraba amor y no juegos de vídeo", concluye el adicto a la penicilina, el tango y al ajedrez recordando que en sus tiempos de bohemia y mocasines en los pies, lo más cercano al entretenimiento era El Último Mohicano y Lobo Estepario. "Se nos va la vida, Joaquín, se nos va y no deja recado", culmina el más longevo de este cónclave al tiempo que las reinas, caballos, torres y peones se distribuyen en el tablero para una última partida entre perdedores.

El drástico: paso cinco de siete

"Uno puede hacer dos cosas con el odio: convertirlo en un Picasso o dejar que, como el mar, te lleve de a poco al fondo", comenta un escritor de media tinta que resignó su sueño de escribir la novela de su vida por casarse con el amor de su vida; en un acto vivencial. La lluvia tenue y el olor a arroz a la jardinera hacen del día una oda al ascetismo; salir de la casa sería un crimen existencial. En la esquina, se cocina una escena primordial en este cortometraje kamikaze: una mujer deja caer un ramo de rosas para en el aire tomarla con una zurda privilegiada y mandarlo mucho a la fregada como Maradona o Burruchaga; una jugada que se esperaba con pelota controlada en la Arena da Baixada y no en la esquina de General Colón y Lerdo de Tejada. No cabe duda, que el amor como el fútbol exalta las pasiones y rompe corazones.

"Cómo jugar ajedrez en un iglú", titula el diario local un artículo sobre inteligencia emocional. En la página siguiente, se habla del reciente divorcio de una celebridad de tal manera que fue necesaria un par de planas para ondear en esta tragedia mundana muy de la parafernalia. La felicidad es una hoja en blanco. Y frente a mi, la posibilidad de ser feliz. "Escribir con tinta roja es de mala educación. Aún más o peor no sangrar lo más mínimo", reflexionaba mi profesor a la hora de los ensayos. ¿Existe algo mejor que el silencio de madrugada? Quizá solo aquella veladora desamparada que estalla en una celebración de nostalgia desaforada. "Mi problema con la muerte es que cuando llega uno ya va de salida", ironizaba un miembro lejano de la familia que solamente veíamos en funerarias o tras pagar la fianza penitenciaria. La adversidad es una humanidad entrecomillada.

El drástico: paso cuatro de siete

La nostalgia es una resbaladilla vacía y un columpio que ni el aire mece; y en esta tarde de domingo, su aura está presente entre nosotros. "Esto es un funeral y en cualquier momento sera la incineración", comenta un hombre recargado a un poste al tiempo que el semáforo en verde cobra su primera infracción: alguien ha creído que su aparición es señal de fortuna y ha pisado el acelerador. "La velocidad es lo que tiene a esta ciudad jodida", comenta un padre de familia cuyo hijo ha sido expulsado por ser más trucha que su profesor de geografía. Mientras tanto, en el interior de un callejón, repleto de propaganda política y pornografía explícita, una mujer llora sobre un pedazo de cartón para no ensuciar su vestido Louis Vuitton. No cabe duda que los sentimientos siempre salen pero hay manchas que no se quitan.

Un hombre, bajo un inclemente sol y un semblante como recién salido del Rubicón, apunta al cielo como reinventando en pleno siglo XXI el método cartesiano. Su compañero a un lado lo mira con atención con una que otra muestra de escapismo en su mirada. "Estamos sumergidos en una fiesta de ególatras y es un requisito para el acceso que cada quien cargue con su espejo", sentencia el hombre de las manos levantadas, al tiempo que a lo lejos un policía es atropellado por una mujer que se miraba por el retrovisor en un caso de belleza intrínseca. La noche llega por fin, y ante mi se posa una postal sin igual: un hombre le canta, con una guitarra un tanto desafinada, a una luciérnaga que describe su luz pasajera entre la nebulosa de aquel calmo lugar. "La inspiración es una moneda de intercambio", escribí entre mi mano sin vacilar.

martes, 1 de julio de 2014

¿Por qué?

¿Por qué siempre ganan los mismos? Porque los mismos saben ganar partidos. Brasil, Alemania, Francia, Argentina y Holanda, equipos calificados a cuartos de final, tienen algo en común: todos fueron abofeteados, incluso exhibidos por sus respectivos rivales de octavos. ¿Qué pasó al final? Acabaron calificando. Como si hubiera alguna ley no escrita o divinidad que les protegiera de los embates del equipo de enfrente. Lo cual, tendría elocuencia en alguna novela de Cortázar.

El fútbol es realmente muy sencillo: gana quien mete más goles. Todo lo demás, es una adaptación de Shakespeare llevada al césped. Y los partidos de los mencionados equipos jerárquicos confirman tal argumento: hubo tragedia, hubo drama, hubo romanticismo, hubo prosa, hubo muchas cosas que agregaron sabor a cada uno de los encuentros. Pero al final, la pregunta sigue: ¿por qué ganan los mismos? Y, habría que ver, que en el fútbol también vale el egoísmo. No siempre se gana al estilo espartano. En ocasiones, hay que ir en contra de toda formación, en contra de toda indicación del entrenador, y hacer lo que mejor saben hacer los jugadores que son diferentes con la pelota en los pies. Freud habla de un ello, un yo y un superyó; y bueno, a veces, hay que ser un poco inconscientes para llegar al gol.

Así que, en el próximo mundial —y este epilogo va dirigido a quienes ya están fuera o para quienes no participaron de esta y puedan hacerla en la siguiente—, no olviden desempolvar las libretas y observar los apuntes que deja Brasil 2014 en sus instancias finales; el más importante: no puedes aspirar a un título cuando lo más cercano al peligro son los alaridos del público. Aquí el vox pópuli no cuenta. Definitivamente, en el fútbol la fortuna encuentra mayor terreno que la justicia pero al final resulta no ser factor determinante para ser participante una vez más.