"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

viernes, 26 de octubre de 2012

2: Au revoir, impulso amigo.

Quizá sea por eso que andan en sus motocicletas los hombres, alardeando su virilidad para sentirse protectores (si es que traen acompañante) y desafiantes; quizá sea por eso que todos visten el mismo logotipo en sus camisas, los códigos de barra son cosas de película; quizá sea por eso pugnan tanto a favor del amor, el mensaje de los cielos en búsqueda de un rótulo mejor; quizá sea por eso me encuentro tan distante del medio que me rodea, porque autista no soy y esquizofrénico es el nombre genérico en esta mascarada.

"Tú eres el sol y por más que te miré a los ojos nunca encontraré la razón. Nunca. Así que, no queda de otra más que omitirte, eclipsarte." He ahí la metáfora a través de mis pupilas. He ahí sus ojos abiertos como binoculares en tiempo de guerra buscando un punto fijo, cualquier señal de movimiento. ¿Su nombre? No lo sé, no era lo que buscaba; lo que buscaba lo encontré en su interés, en su labios sosteniendo un Camel, en la irrefutable decisión de no mover un pie de ahí. Quizá mi interpretación se desbordó, se lea demasiado pictórica, pero ese instante fue pletórico para un hombre metódico.

"Hacia el escarmiento" Era ahí a donde mis pensamientos se dirigían. ¿Dónde estaban mis palabras, aquellas que me habían valido desencantos y alegrías, ahora que más las necesitaba? Definitivamente, no conmigo. Estar ahí, era estar entumido, corrompido por mi andamiaje y desamparado por mis palabras. Y es que, mis manos me decían "ve, repliega tus dedos en sus muslos y escabúllete en lo profundo"; en contra parte, mi lóbulo frontal insistía "aléjate, apenas sabes quién es y ya deseas verla al revés". Ello vs superyó: fervor vs rector.

Y sin poder retroceder únicamente dije "aquí abandono una vez más la necesidad elemental" Pues efectivamente, no hay mejor baile que el que es acompañado; y hace años que no doy mi mejor baile. ¿Será que el amor no es para mi? ¿Será que mi objeción es pueril? ¿Será más trascendente en mi la resta que la suma? No lo sé. No sé siquiera que dirección escogí. Lo que sé es que en algún lugar de este cuerpo filarmónico, existe alguien dispuesto a sobrevivir, a compartir, a seguir las más ilógicas ilusiones.

lunes, 22 de octubre de 2012

1: Tercos los tuertos

Esta historia comienza debajo de un árbol. ¿Por qué debajo de un árbol?... ¿Por qué en el asiento del conductor en un automóvil a máxima velocidad? ¿Por qué en un bar con una cerveza en la mano? ¿Por qué en un sueño de tan alta fidelidad que parece auténtico? ¿Por qué en medio de una pesadilla levantándome de repente?... En un árbol inicia, porque toda historia tiene su enigma.

Me encontraba caminando una de esas madrugadas donde el silencio se convierte en el escaparate más efectivo de los pensamientos, donde el ruido es remoto y se ahoga con facilidad; nada que ver a la luz del día, donde su presencia te desquicia con alevosía. Es en mi camino, en mi ensimismamiento, donde descubrí el desperdicio tan horroroso de estos invaluables momentos mientras un anuncio de Corona me seducía en tan ilustre momento.

¿Acaso era algo en mi que me lo impedía ver? ¿Acaso era algo en ellos que les impide reconocer? ¿Acaso era algo en los cielos que les impedía permanecer? No lo sé; yo lo único que sabía era que al anochecer mi ritmo de vida disminuía, mi superyó con alegría se exhibía y mi vida con atrevimiento exponía. Definitivamente, un retrato del presente mucho más fuerte que todas las fantasías paladinas.

Sin embargo, algo había en aquella noche que me permitía creer, que motivaba en mi un creciente insistir, quizá era la mujer que frente a mi veía, quizá era una realidad que moribunda se erigía, cualquiera que sea el motivo, presentí que en aquel momento algo gigantesco se construía. Volteé hacía el semáforo esperando en el un verde... y de rojo no se movía; no así los conductores que de noche parecen sabandijas escurridizas. Y fue así que llegó el verde, como una excusa a la moral (si es que aún mantienen sus veladoras encendidas) y reforzando pertinazmente.