Hoy día vivimos en tiempos de solidaridad. ¿El motivo? El secuestro de 43 normalistas del estado de Guerrero, más específico, de Ayotzinapa. Como ya es costumbre en nuestro país, la adversidad nos une, la adversidad nos hace alzar la voz, incluso, al adversidad nos da pretextos. Hoy una vez más estamos reunidos para hacer la diferencia, para gritar por un mejor país, para contagiar a propios y extraños, para... ¿lograr un auténtico cambio? Veamos...
Siempre he pensado que el mexicano actúa cuando el agua le llega al cogote, o sea, cuando la situación le colma; cuando es tanto y tan grande el suceso que la indignación es el antídoto perfecto. Somos de acción retardada. Sucedió con la violencia organizada: la gente prorrumpió cuando la sangre era demasiada, cuando no había mayor seguridad que el éxodo o esperar que por milagro no te tocara una bala. No había garantías así que las buscamos por las nuestras. Y, como ser revolucionarios es parte de nuestra personalidad, se nos da eso de exigir y gritar. Pero, por qué no, el de prevenir antes de lamentar.
El mexicano quiere que la violencia acabe pero toman edificios gubernamentales y les prenden fuego. El mexicano quiere mejores policías pero no así mejores ciudadanos. El mexicano quiere mejor educación pero no hace nada por la que empieza en casa. Y así, podríamos irnos mostrando las incongruencias que como mexicanos solemos caer. No basta con saber lo que se quiere, hay que saberlo obtener, hay que propiciar su obtención. Nos queda más que claro que el ciudadano responde bien ante estímulos aversivos pero no suele hacerlo con el mismo sentido ante estímulos positivos; algo extraño en términos de conductuales pero nada extraño en términos clínicos.
Quizás seamos un tanto masoquistas y hasta no doler no creer. Quizás solo estemos obnubilados o seamos autistas. Pero lo que es cierto, es que por nuestras venas corre sangre zapatista y villista lo cual, volviendo a las clases de química de la secundaria, desencadena una serie de reacciones que termina con los puños en el aire y las calles atiborradas de personas que han cambiado los caballos y las pistolas pero no así sus intenciones de hacerle frente a las injusticias que como país concierne.
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