No busco señales en el cielo,
de esas que llaman milagros
y dejan a los hombres estupefactos.
Yo más bien espero,
debajo de este agrietado techo,
que la lluvia cese por un momento
o me acabe de ahogar.
La lluvia parece arreciar,
y mi respiración empieza a ser presa
de la constante humedad.
Qué lenta pasa la vida en este lugar,
qué amarga se ve la vida desde acá,
todo espacio se estrecha más y más
y el tiempo sigue corriendo igual.
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