¿Por qué siempre ganan los mismos? Porque los mismos saben ganar partidos. Brasil, Alemania, Francia, Argentina y Holanda, equipos calificados a cuartos de final, tienen algo en común: todos fueron abofeteados, incluso exhibidos por sus respectivos rivales de octavos. ¿Qué pasó al final? Acabaron calificando. Como si hubiera alguna ley no escrita o divinidad que les protegiera de los embates del equipo de enfrente. Lo cual, tendría elocuencia en alguna novela de Cortázar.
El fútbol es realmente muy sencillo: gana quien mete más goles. Todo lo demás, es una adaptación de Shakespeare llevada al césped. Y los partidos de los mencionados equipos jerárquicos confirman tal argumento: hubo tragedia, hubo drama, hubo romanticismo, hubo prosa, hubo muchas cosas que agregaron sabor a cada uno de los encuentros. Pero al final, la pregunta sigue: ¿por qué ganan los mismos? Y, habría que ver, que en el fútbol también vale el egoísmo. No siempre se gana al estilo espartano. En ocasiones, hay que ir en contra de toda formación, en contra de toda indicación del entrenador, y hacer lo que mejor saben hacer los jugadores que son diferentes con la pelota en los pies. Freud habla de un ello, un yo y un superyó; y bueno, a veces, hay que ser un poco inconscientes para llegar al gol.
Así que, en el próximo mundial —y este epilogo va dirigido a quienes ya están fuera o para quienes no participaron de esta y puedan hacerla en la siguiente—, no olviden desempolvar las libretas y observar los apuntes que deja Brasil 2014 en sus instancias finales; el más importante: no puedes aspirar a un título cuando lo más cercano al peligro son los alaridos del público. Aquí el vox pópuli no cuenta. Definitivamente, en el fútbol la fortuna encuentra mayor terreno que la justicia pero al final resulta no ser factor determinante para ser participante una vez más.
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