Más difícil que vivir es anticipar. No sabemos qué vendrá después de golpear; no sabemos qué vendrá después de abrazar. "Pensar es como girar y girar: imposible que al parar se marche con normalidad", decía un célebre locutor de radio una noche sin más referencia que el mareo después de caminar. Vaya que hay ingenio en esta ciudad. Unos hablan como Kierkegaard pero visten como Groucho Marx, otros hablan de Fromm como si hablaran de Paco Rabanne. "Triste, ridícula pero da buen sexo oral", así describió el supino a lado mío cuando a su exnovia vio pasar. Su rostro era el de alguien a quien se le podrá pasar la hora de almorzar pero siempre se tragará su propia mierda. De inanición muere el que quiere porque siempre hay alguien de quién hablar mal; idiosincrasia de un zócalo en domingo.
"Sé tú mismo", se leía en los muros de aquel edificio abandonado y adoptado por los noctámbulos para plasmar su filosofía de aerosol. La rebeldía es lo de hoy. No hay doctrina mejor. Como no hay mejor medicina que pasarse un semáforo en rojo; así pensó aquel herido conductor que vive de adrenalina y sobrevive del medicamento del doctor. Qué burdas son las calles cuando nadie toma su paracetamol. "¿Qué ha sido lo más arriesgado hecho por ti?", me pregunta el morbo entre la multitud porque la razón no tiene cabida aquí. "Escribir de día. No sabe qué difícil es escribir en pleno acto consciente", respondí, sabedor que lo dicho quedaba entre la ambulancia y mi persona. A nadie le interesa la sinceridad a menos que sea roja. Un hombro dislocado rompe el silencio entre el congregado; el dolor es un desgraciado en los labios incorrectos.
"Sé tú mismo", se leía en los muros de aquel edificio abandonado y adoptado por los noctámbulos para plasmar su filosofía de aerosol. La rebeldía es lo de hoy. No hay doctrina mejor. Como no hay mejor medicina que pasarse un semáforo en rojo; así pensó aquel herido conductor que vive de adrenalina y sobrevive del medicamento del doctor. Qué burdas son las calles cuando nadie toma su paracetamol. "¿Qué ha sido lo más arriesgado hecho por ti?", me pregunta el morbo entre la multitud porque la razón no tiene cabida aquí. "Escribir de día. No sabe qué difícil es escribir en pleno acto consciente", respondí, sabedor que lo dicho quedaba entre la ambulancia y mi persona. A nadie le interesa la sinceridad a menos que sea roja. Un hombro dislocado rompe el silencio entre el congregado; el dolor es un desgraciado en los labios incorrectos.
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