"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

martes, 27 de septiembre de 2016

¿Justicia?

No hay definición sencilla de justicia. Aunque la imagen más famosa y asociada generalmente con dicho concepto es el de una balanza, símbolo de igualdad y equilibrio, en la vida real tratar de llevar a cabo tales definiciones es algo complicado y más cuando los ritmos de vida actuales son tan vertiginosos y demandan acción pronta; acción que, por cierto, en nuestro país puede tardar en llegar o quizás nunca llegue (o sino recordemos los casos de los estudiantes en Ayotzinapa y de los niños en la guardería ABC).

Piense, por ejemplo, en esos linchamientos que se suscitan y que son transmitidos por televisión o Internet. ¿Es eso justicia? No, eso es una combinación entre enojo, hartazgo, indignación y demás sensaciones afines pero no algo que logre traer un equilibrio a la población; es, más bien, una respuesta fúrica a una problemática presente. Sí, como medio catártico debio haber sido muy efectivo pero la problemática sigue en pie: los asaltos, robos, secuestros, violaciones y demás felonías siguen presentándose. No puede uno deshacerse del fuego combatiéndolo con más fuego.

Claro, en ese sentido salen a flote otras cuestiones como por ejemplo la educación o la pobreza, factores que por lo general se asocian con actos delictivos, pero más allá de tales variables la justicia tiene por cometido brindar un bienestar a una sociedad en la cual los problemas siempre estarán presentes pero una vez que la población se percata que dicha justicia no lo está, que no está ahí cuando más se le necesita, es entonces cuando su concepto queda "libre de interpretación" siendo así degenerado por el concepto de la población que suele estar repleto de ebulliciones sentimentales y emocionales más que de cordura, sapiencia y racionalidad. El concepto de justicia se torna justiciero.

Lo que menos se quiere en una sociedad ya de por sí dañada y fragmentada son más actos bárbaros pero hacer lo justo, hacer lo debido, es algo que se presenta complicado incluso para la gente preparada y con la responsabilidad de brindar a la población mayor tranquilidad y paz. Con esto no alabo tales actos volcánicos, mucho menos los justifico, mucho menos creo que brinden algo positivo a la dinámica de la población que lo realiza pero todo esto me deja la pintura de un país en el cual la justicia se encuentra en una urna y no paga quien lo merece sino a quien le tocó pagar; al parecer hemos elegido como juez al azar.

Arriba

A lo largo del camino que conducía a la parte más alta de aquel puente, se esparcían mensajes sobre el suicidio aludiendo a la terrible decisión de quitarse la vida. Pero yo no estaba ahí para tal sacrificio. Para mi el suicidio es de cobardes. A la vida debe encarársele. Y el suicidio era como darle la espalda. Yo estaba ahí para contemplar, para reflexionar, para respirar, para sentir esa libertad que hace mucho no sentía. De tantas personas que vivimos aquí, el aire ya no es suficiente; aunque daba la impresión de ser el único en haberlo inhalado.

Cuando la gente no tiene nada que decir, dice cosas positivas. Como en los funerales donde la gente da el pésame y después habla de lo maravillosa que es la vida para disipar ese aroma a muerte que ronda el lugar. Y hoy lo que se vive es un funeral. Y hoy lo que se experimenta son las sensaciones que deja el ya no estar. Hoy todo lo que queda y a todo lo que nos aferramos son los sentimientos. Por eso hablamos de lo bella que es la vida y de las cosas buenas que deja por más que el dolor asecha, por más de que esa sensación de finitud ronde nuestras cabezas.

No queremos dejar de sentir aun y cuando no sepamos qué es lo que sentimos, aun y cuando no sepamos qué es lo que queremos sentir; no queremos perdernos de nada aun y cuando nos hayamos perdido de mucho. Queremos sentirnos vivos aun y cuando esa intensidad nos arroje a la muerte, a esa muerte que tanto tememos y a la que con fiereza combatimos. Pero nadie escapa de la muerte ni siquiera hablando de la vida. Ni siquiera hablando de la muerte. Nosotros solo queremos seguir sintiendo o lo que más se le parezca.

Cuando hablo de la muerte todo parece lúgubre y frío pero cuando hablo de la vida los escenarios se parecen. Por eso no me llamo a mi mismo pesimista. Me llamo a mi mismo un reflejo del golpe de la vida. O debería decir de las vidas pues somos varios los que vivimos aquí. La vida no es un calabozo donde la oscuridad reina y la gente muere de a poco pero la vida no es tampoco un lugar donde el sol siempre brilla y su luz nos ilumina los ojos.

Pero ahora que lo veo, se necesita mucha valentía para brincar desde aquí...

jueves, 15 de septiembre de 2016

Propiedad Privada

Si hay dos cosas que me parecen esenciales para sobrevivir a este mundo cada día más caótico y abrumador son el tiempo y la privacidad. Pero en la actualidad, tal parece que tales conceptos no son del interés de muchos, no tanto como, por ejemplo, conocer el más reciente chisme del artista famoso o la más reciente noticia del vecino o del primo de un amigo, en pocas palabras, estar al pendiente de la vida de los demás, estar al pendiente de lo que sucede en otras lejanas y ajenas latitudes.

Si un hallazgo nos ha dejado el internet, no es solo su capacidad de ser la capital del mundo, el gran mercado mundial, donde la gente convive, se encuentra, así como intercambia información y prendas, sino también nos ha hecho descubrir cuánto tiempo libre tenemos y el predominante mal uso que hacemos de él así como qué tan al alcance están las vidas de otros; todo, a un clic de distancia.

Así que el tiempo, por lo regular, es un constante funeral: día tras día lo hayamos muerto así que con frecuencia funerales son celebrados; funerales donde, aparte del tiempo, se nos va también un tanto de vida. Y la privacidad, por el otro lado, es una habitación sin puertas ni ventanas, un corredor de museo donde la gente ve, comparte y comenta el evento del cual son audiencia. Tal combinación, nos hace cada vez más vulnerables, nos hace cada día más diminutos, nos hace cada día más indefensos en un medio en el cual no tenemos control y donde las variables suelen ser personas como nosotros, igual de erráticas y volubles.

El ascetismo es una costumbre del pasado. Ya nadie se aleja de la sociedad para encontrar ese tiempo y privacidad necesaria para llegar a una mejor comunión con su persona (en la actualidad, más bien, se decanta hacia el hedonismo). Lo que la gente hoy hace es simplemente alejarse de la tecnología pues hasta donde se sabe es la nueva agora, es el nuevo punto de reunión donde la gente convive y comparte, donde las nuevas y viejas interacciones se dan, donde desarrollamos nuestra cotidianidad y al igual que en la vida real nos encontramos abstraídos en nosotros mismos.

La Muralla

Yo nunca sentiré lo que tú sentiste.
No somos la misma persona,
no es la misma circunstancia.
¿Quién te dijo que no sentía?
De seguro alguien que no me conocía.
¿Qué es lo que guardas ahí?
Lo que sea que guardes nos ha traído hasta aquí,
al punto de no retorno,
al punto donde es preferible volcarse que parar.
¿Quiénes son esos de ahí?
Las palabras que tú nunca dijiste,
las cosas que tú nunca hiciste,
el valor que tú nunca reuniste,
la muralla entre tú y yo.
Hay quienes escapan corriendo
y hay quienes se zambullen entre las multitudes;
pero yo sigo aquí,
en el punto de encuentro,
cargando algo que no es mio,
viendo rostros desconocidos,
siendo objetivo de sus dictados.
Pero la pregunta más importante sigue siendo:
¿cuándo estarás tú del otro lado de la muralla,
donde la responsabilidad también es tuya,
donde el sol quema por igual?

jueves, 8 de septiembre de 2016

Almas

Internet es el sitio de todo y a la vez de nada. Internet es el lugar donde uno puede encontrar desde la investigación más reciente del problema más intricado hasta la canción nueva de artista más solicitado. Pero al mismo tiempo que Internet nos presta tantas facilidades, tantas herramientas tan útiles, tantos medios de esparcimiento, es de igual manera, un lugar donde uno se topa con la nada, con el vacío, con, a lo que yo llamo, una casa embrujada.

Lo llamo casa embrujada porque aun y cuando su construcción es real, los habitantes en el interior de la casa son invisibles, son inexistentes en una forma corporal, son como fantasmas que deambulan de aquí a allá y que hasta pueden atravesar paredes pero que en realidad no están aquí sino en algún lugar del globo terráqueo —en su ataúd, quizá, o tal vez en el mar—.

Y hoy en día estos seres incorpóreos son tan redituables, incluso más, que la persona en la vida real. Porque acorde a las reglas de la casa no se necesita presencia física para hacerse pesar: aquí el peso o toda ley de gravedad da igual, no sirve para nada, no influye en el ir y venir de sus almas. Aquí lo único que importa es levitar, perder toda noción de lo humano.

Aquí la almas no viven con la esperanza de algún día tocarte el hombro o mano o entablar conversación alguna, aquí es el lugar donde las almas deambulan buscando lo que la vida no les ha otorgado: amor, igualdad, justicia, valor... algunos encuentran con quien deambular, otros lo hacen solitario pero al final, todos somos parte de esa manifestación de soledades que aunque sea por un instante quieren sentirse con vida por más que la tengan.

¿Sensibilización?

¿Qué pasaría si por los próximos tres años, le pinchara su brazo cada día con un alfiler y en ocasiones haciéndolo más de una vez? Le aseguro que los primeros días sentiría un dolor muy agudo, e incluso molesto a la hora de dormir pero que posteriormente crearía un callo, o sea, su piel se endurecería de tal manera que las punzadas no generarían más en usted aquel dolor insoportable. ¿A qué viene todo esto? A la palabra sensibilización y cómo en ocasiones no es tan sencillo llevarla a cabo sobre todo en un medio tan saturante.

Alguna vez leí en un articulo una critica que se hacía a los medios que empleaban el uso recurrente de noticias explicitas para informar a la gente y que con el paso del tiempo lo único que lograban era el efecto opuesto: desensibilizarlas. Pues la constante exposición de este tipo de noticias lo único que lograba era una indiferencia, una especie de frialdad ante dichos eventos que con anterioridad escandalizaban o que movían algo dentro; en pocas palabras, la gente se endurecía, aquel dolor interno se había tornado una leve incomodidad o nula.

Y lo que pasa en la actualidad es algo parecido: entre tanta violencia que vivimos, en ese fuego cruzado de todos los días, uno no es más la persona que se estremecía ante cierto insulto o agravio sino es la persona endurecida, que no ve más los insultos como una ofensa sino como algo natural, como un elemento de escenografía más, algo parte del día a día, un aspecto más de nuestra cotidianidad. El vaivén de violencia no nos ha hecho inmune a ella simplemente nos ha aclimatado a su frenesí natural.

Así como en la locura existen ciertos ambientes que propician su despegue, ciertos ambientes tan llenos de perversa e insana cotidianidad, en la actualidad el tipo de ritmo que se lleva ayuda a establecer un ecosistema idóneo para la manifestación de la locura o de conductas o comportamientos familiares a ella. La indiferencia, por ejemplo, es un síntoma de la esquizofrenia o de la depresión así como la frialdad un síntoma de la psicopatía. El escenario en el que vivimos y en el cual transcurrimos nuestra existencia es uno que promueve, antes que la salud mental, la enfermedad.

Los tiempos que se viven son vehementes. No aceptan descanso alguno. No aceptan tregua alguna. Lo único que aceptan es el constante ir y venir de información que más que volver a la persona más sensible, más consciente, la vuelve más indiferente, más abstraída, más ajena no solo de lo que siente el otro sino uno mismo; pues al final, voluntaria o involuntariamente, nos volvemos todos un poco más fríos.