"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

viernes, 30 de mayo de 2014

El drástico: paso tres de siete

El pronóstico del tiempo anunciaba lluvias que jamás llegaban. Mi hermana gritaba por la ventana que el camión de la basura se aproximaba. Las calles siempre sucias eran reflejo de una ciudad bastante vetusta y granuja. Había un montículo, justo entre el altar a San Pedro y el anuncio del planchado de pelo, que era un monolito a la irresponsabilidad. Unos pasaban y aventaban envolturas de mazapán, otros más el cuerpo sin vida de algún ingrato cubierto de celofán. No había roedor, gorrión o hebefrénico, que no viviera como emperador de Sudán. Una señora coloca un letrero con la advertencia: "coloque la basura en su lugar". Una patrulla pasa por el lugar y sanciona a la mujer por colocar letreros sin permiso de la autoridad. No cabe duda que aquí la ley chinga madres, padres y abuelos por igual.

En la televisión, un hombre recita un poema de Edgar Allan Poe al tiempo que explica por qué Van Gogh se cortó la oreja y no los dedos de su mano. Ante mi, se dibuja una pintura que ni Da Vinci ni Botello hubieran contemplado: era un caballo almorzando en la barra de inmundicias de aquélla zona desamparada. No cabe duda que si hablamos de supervivencia da igual una bolsa de basura que una sopa Maruchan. Un avión pasa por encima mientras que un hombre camina con más prisa que vida; el tiempo es un criterio de desempate entre la puerta de la casa y la tortillería de la esquina. Los días de verano son lapidarios. El sol degolla toda pasión en el cuarto de a lado al tiempo que gano un bronceado cual hígado encebollado. La policía vuelve a pasar. Y cual Quijote y Sancho Panza, los perros ladran señal de que van tranzando.

lunes, 19 de mayo de 2014

El drástico: paso dos de siete

Era un día soleado, no muy divertido por cierto. Una señora regaba su patio al tiempo que sus gatos giraban entorno a un roedor muerto. Una niña corría por la calle dando la sensación de vencer al viento y a su padre que apenas y se podía mover. En la casa justo en medio, se oían platos y vasos caer, gritos que hacían el estomago revolver, como si la torpeza se adueñara del domicilio número 603 o como si el rencor fuera su habitual sobremesa.  Una alarma suena entre "ya se partieron su madre" y "alguien llame a un hospital" alarmando a las más provectas bellezas de este guacal. O alguien ha olvidado las llaves en la mesa, o alguien se ha percatado de los bolsos Versace a un lado de la puerta. Por estos rumbos solo los románticos con muy mal gustos y los ladrones con rosarios en los retrovisores se atreven a  poner un pie en este club de peones.

En el periódico, una madre demanda a un ayudante de docencia por mencionar la palabra desnudez frente a su santa inocencia. En la página siguiente, una madre abandona a su pequeña de meses en los rieles; algo pasa en esta vida pero definitivamente no son los trenes. "Hombre golpea a su mujer por dejar la mayonesa mal cerrada", titular que acapara la portada —y las carcajadas— es rematado por la imagen de Yadira en cuclillas y sin más ropa que la necesaria para echar a andar la ardilla. La vida es más interesante de lo que se suele redactar. Un columnista escribe que todo está perdido, todo está por acabar; yo acabo por abrir un poco la ventana y dejar el aire entrar. "La iniciativa es la diferencia entre gatear y caminar", continúo leyendo al tiempo que reparo en el horóscopo semanal; no soy mucho de viajar a Andrómeda pero es temporada vacacional.

Inhala/Exhala/Acaba

Digamos que en la vida pasa algo inverso a la física, a la lógica, a todo lo aprendido a través del tiempo y la experiencia. Pongamos un ejemplo. Cuando inflamos un globo, el aire hace que ese pequeño pedazo de hule se expanda y llegue a dimensiones deseables al uso humano; si dejamos el aire escapar, su tamaño disminuye volviendo a su forma original. Lo que pasa con el hombre, es peculiar.

Ahora bien, tomando el ejemplo anterior pero ahora representado en el ser humano, cuando una persona "buena" hace algo "malo" —y encomillo dichas palabras porque el concepto puede variar de persona a persona, de día a día y de contexto a contexto— su tamaño aumenta en lugar de disminuir; en contraparte, cuando una persona "mala" hace algo "bueno" apenas y se logra notar su aumento de tamaño. Es como si el aire —que en este caso es el acto "bueno" o "malo"—, actuara de diferentes maneras en el mismo cuerpo.

¿Por qué pasa eso? Porque no juzgamos al acto por su nombre sino al hombre por su acto. Y como a uno "ya lo chupó el diablo", es como si alguna suerte de maldición le hiciera dar más lentos sus pasos. En cambio, el otro en forma y tamaño, solo una salida es potencial: reventar; ya todo aire se recibe por igual, sea de boca o de bomba para inflar. Nunca sera juzgado por igual el acto de robar una pluma, perpetrado por el jefe de departamento, que por quien se pasa en friega limpiando los azulejos. Nunca será juzgado por igual el gol metido por Cristian Ledesma en una final que el de Karim Benzema en un partido a beneficio contra el Al-Ittihad.

Pareciera, y por eso asigno la palabra curiosidad, como si el aire jamás saliera y solo se llegara a acumular para acabar encontrando salidas más drásticas. Algunos acaban en pedazos surcando la gravedad, otros menguados por los estragos del tiempo. Pero definitivamente, siempre con la oportunidad de crecer.

martes, 13 de mayo de 2014

Tlachtli

Si te gusta el fútbol, quizás te guste esto. O quizás no porque no tenga columna en Récord o Don Balón. Quizás te guste porque leer sea tu afición o porque sencillamente no tenías mejor cosa que hacer el día de hoy que leer el post de su servidor. Lo que a continuación trato de desarrollar en este espacio es la crítica realidad que el fútbol mexicano pasa; desde el error que es para mi la liguilla hasta por qué nunca seremos campeones del mundo con una mentalidad de pacotilla. Empecemos:

1. ¿Quién gana en el fútbol mexicano? Los de pantalón largo, definitivamente. Deportivamente, son pocos los afortunados que se llevan una considerable rebanada de pastel. Históricamente, México es un país que, en términos tácticos, parece vivir siempre en el catenaccio —ponderando el bienestar personal pero haciendo poco contra los embates del de enfrente—. Y en este juego de once contra once no es la excepción. Y si no echemos un vistazo a la selección, que es un éxito rotundo en cuanto a lo que hace bailar al perro pero que siempre se queda en el intento cuando se habla de grandes puestos, o al nivel de la competición local, que fiel a conocida canción de Vicente Fernández, se trata de saber llegar.

2. Si al menos la selección fuera como la pinta la televisión. Si fuera así, créanme que nos hablaríamos de tú con Brasil o nos echaríamos una buena fabada con España. Pero lamentablemente. una vez que se apagan las luces del set y se encienden las de las canchas, la grandeza parece haber sido totalmente rasurada por Gillete o mal financiada por Banamex. No sé, pero lo cierto es, que cuando un producto humano se torna un producto comercial, los resultados suelen ser tan desastrosos como la mentalidad de que somos el gigante de la CONCACAF —una zona tan limitada y austera que se sabe más de Bob Marley o el Canal de Panamá que cuál es el nombre del presidente de nuestra amada zona—.

3. ¿Qué es el fútbol mexicano? Palabras más, palabras menos, es una lucha semanal por demostrar que podríamos ser tan buenos como la Premier o la Serie A pero la realidad no siempre es virtual. La irregularidad es el tema principal en la tabla general. Aunado a eso, las diecisiete jornadas del torneo regular son únicamente la aduana a un torneo no de mayor calidad pero sí con mayor suspenso y agonía. Justo lo que el mexicano consume día con día.

4. Liguilla: un invento del cual estaría orgulloso Marx. De 18 equipos califican 8. Del 1 al 3 se representa a la clase alta; el 4 y 5 son la clase media; y del 6 al 8 son la clase baja —todo esto en una representación meramente futbolística porque llegan a estar "burgueses" en la "proletaria"—. La lucha de clases nunca fue tan significativa y representativa para una nación que mueve sus fibras en torno a lo que uno le quitan y a otro le dan. Aquí podría entenderse un poco mejor por qué a veces se llega alabar más al equipo que llega de la zona baja a ser campeón que el mismísimo líder general de la competición; es como si ser invitado de último momento o por default tenga mayores dividendos que quien acuñó la regularidad la mayor parte del tiempo. Digan lo que digan, al mexicano le gusta venir de atrás, remontar, no ser el protagonista principal; y el futbol mexicano no es excepción de nuestra antiquísima cotidianidad.

5. ¿México campeón del mundo? Y, seguramente con la astucia del Chapulín Colorado, un poco de gracia y otra cosita, así como la tentación de un beso, llegaremos algún día a cantar de alegría y con las manos extendidas al firmamento.

domingo, 11 de mayo de 2014

El drástico: paso uno de siete

Por el aire vuela una moneda de diez. Su dorado color me deslumbra mientras la veo caer. En el suelo, entre un te amo Raquel y una huella sin consuelo, da un par de piruetas como bailarina de ballet. Su energía va cesando al tiempo que va aumentando el hedor de las alcantarillas; un olor que emerge como si alguien la anduviera cagando muy frecuentemente. Y mientras muere sobre el asfalto, va dejando espirales como relieves, hasta que, como Julieta en pleno acto dramático, se detiene. Un águila yace de perfil. En algún lugar de este aciago confín alguien se queja que no fue su día; Quetzalcóatl ha ganado la partida. "Todo mundo cree tener suerte hasta que compra un boleto de lotería y se percata de que no es el único que apostó por el siete o el trébol de la suerte", divaga un hombre con la mirada clavada en el puesto de billetes. No cabe duda que hay quienes jamás olvidan que la fortuna es un invento de Einstein para subir y bajar.

"Un círculo es un cuadrado perfecto", sentencia un individuo algo descontento por el vino selecto que ha comprado. A veces la vida es lo que nunca pasa pero siempre habíamos deseado. "¡Es una trampa!", diría aquel líder del hampa a quien le pillaron con las manos en las nalgas. A lo lejos, un globo se eleva como si el helio fuera la cura a todos los problemas; en tierra, una damisela se consuela entre Ginebra y medias de seda. Ya lo dice aquel dicho mal dicho: más vale dolo acompañado que cientos volando. En la esquina un perro ladra; señal de que algo no anda. El silencio es el sol de esta noche. Una loza pesada para quien hace de la quietud su almohada. En el edificio de enfrente una luz se enciende. Alguien ha perdido el sueño de repente o ha recordado que no bajó la palanca del retrete. Una luz pasa a velocidad de repartidor de pizza en pleno bulevar. Yo pido un deseo; no sea que se me vaya lo que quizá nunca llegará.

lunes, 5 de mayo de 2014

El lunático: paso siete de siete

"¿Yo perdí?", se pregunta un amigo al acabar la partida de cartas para llenar el vacío de sus bolsillos con nada menos que sus manos. Gesto particular de quien empieza frotándose las palmas y termina quedándose con las ganas. En el muro de aquella sala de estar se encontraba una carta desplegada, enmarcada, como no queriendo ser olvidada. Los años dejaban huella en ella. Un amarillento color se fundía con el marrón. Sus bordes algo rotos indicaban que el tiempo pasó. ¿Por qué tanta importancia por un pedazo de papel que bien podría ser piñata de la pequeña Isabel? "Cuando voy perdiendo, me gusta voltear a la pared y recordar que perder es parte de este juego; pero no en este momento" algunos, más que tener el as bajo la manga, tienen la mirada sobre la tinta de alguna pluma ya extinta.

En una orilla, entre un reloj sin una de sus manecillas y un recuadro de Van Gogh sin más luz que la reflejada por la televisión prendida, una silla vacía me recordaba a mi. "¿Te ha gustado?", pregunta el dueño de la casa para nada disgustado, más bien, asombrado por la larga mirada. "No. Simplemente me pareció ver un cuatro" respondí, pues la fortuna es siempre el mejor justificante. Uno nunca sabe qué viene debajo de ese acartonado rectángulo ni qué viene después de haber mirado al mismo punto y haber perdido el turno. "¡Se te acabó la suerte!" exclama algún hijo de persa que entre éxtasis y alcohol por fin celebra después de lo mucho que perdió. No cabe duda que lo más valioso en esta vida es lo que no tiene precio pero cuando la fortuna depende de quién no se baño o quién tras las mismas calcetas de la partida anterior aquellos brazos en alto bien valen un millón. Al terminar la noche todos parten con la satisfacción de haber perdido lo suficiente para volver al día siguiente. Las luces se apagan y, según patólogos y tanatólogos, la vida pasa a mejor vida.