La vida es un tanto fortuna, un tanto saber cómo actuar. Y entre que decidimos o dejamos las cosas al azar, la vida avanza y solo deja su fragancia como evidencia de que alguien no dudo en caminar. Esta ciudad apesta a guardado; aporía de que aquí la humedad vive aun después de haber colgado. "¿Qué si mañana muero?", dice la expresión en el rostro de aquel hombre de negocios; ¿será este el color adecuado para el sepelio de mi esposo?", pregunta una señora a su nuevo amorío; "¡puta madre, voy a llegar tarde al festival de los niños!", exclama un padre que terminó la preparatoria una vez quitó el rostro de la incubadora; caras vemos, condones no conocemos. A veces me pregunto si el pene es una neurona de un cerebro bastante testicular. Testosteronas, hormonas y axones unidos en una suerte de rebelión contra la ortodoxa biología del ahora.
Una señora se persigna antes de entrar a la iglesia. Un futbolista se persigna antes de tirar un penal. Un peatón se persigna al oir que los cartuchos empiezan a detonar. Moraleja: el miedo es un diplomado en la ciencia del hombre. Algunos no sabemos lo que tenemos en nuestras manos hasta que sentimos que todo está por acabar. "¿Cómo sobrevivir a una guerra? Fácil: dejen que el miedo dé el primer paso pero que no pague la cuenta", en esta alegoría de la primera cita, mi maestro de etimología veía una manera de decirnos que el miedo no siempre es villano de nuestras tragedias así como hacernos poner atención sin llegar a la histeria. Una señora pide limosna. Estira su brazo y lo despliega cual ruso en teatro. Yo estiro el mío y despliego el pulgar cual César en coliseo romano. Hay un y mil maneras de decir no a la vida; y yo elegí una hollywoodense.
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