Te olvidé. Te dejé atrás sin considerar siquiera un reencuentro. Sin considerar aquella privacidad caprichosa que me aprisionaba con tal contención que no buscaba oponerme sino vencerme a la abstinencia del agobio banal latente, la subordinación de la gente a paradigmas delicuentes. Dejábamos que el sol nos encandilara, nos quemara con su incontenible furor; dejándonos una proyección iridiscente, lo más cercano al color. No eramos pesimistas, ni malvados, eramos una sola oración, un solo sentimiento de esta exangüe comunión peatonal.
Regresamos. Y me sentía en mi sitio, en mi hábitat, en aquel cubico espacio donde las sentencias y la personalidad afloraron, se acrecentaron, fluyendo con libertad inequívoca del ser que estaba despertando, gritándole al mundo en silencio. La fluorescencia de estas nuevas tardes tenían un vigor especial, un matiz atractivo, una persona establecida y en matrimonio con sus palabras veía con inspiración una faceta anacoreta nada extraña más sí mejor remunerada que antes. Aquel viejo y pálido palimpsesto volvía a la vida impregnando de nuevas emociones, sensaciones y visiones de un individuo agradecido del pasado. Agradecido de ti.
Regresamos. Y me sentía en mi sitio, en mi hábitat, en aquel cubico espacio donde las sentencias y la personalidad afloraron, se acrecentaron, fluyendo con libertad inequívoca del ser que estaba despertando, gritándole al mundo en silencio. La fluorescencia de estas nuevas tardes tenían un vigor especial, un matiz atractivo, una persona establecida y en matrimonio con sus palabras veía con inspiración una faceta anacoreta nada extraña más sí mejor remunerada que antes. Aquel viejo y pálido palimpsesto volvía a la vida impregnando de nuevas emociones, sensaciones y visiones de un individuo agradecido del pasado. Agradecido de ti.
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