Una vez más solo, y no me incomoda. Si una sinopsis de mi vida elaborara, de seguro: soledad sería la palabra nominada. Cuando escogí ausentarme sabía que ganaría para mi, más, perdería allá afuera, en el exterior; donde un conjunto de personas comparten su estupor e inestabilidad. No he enumerado los días en soledad pero me encuentro aquí escribiendo, compartiendo su efecto narrativo; despojándome de palabras que sólo por este medio saldrán.
¿Es tan necesaria la soledad? Sí, para algunos un temor que no logran superar, rebasar. La soledad no es jugar al ermitaño mucho menos un artilugio para hacernos notar; es sumergirse en nuestra auto-drestrucción y salvación; es encarar demonios; es perder la noción del tiempo y lugar poseído por deseos y confesiones temerarias; es aceptar cada palabra y pensamiento nuestro, engullirlos y saborear la vorágine que alguna vez fue nuestro aliento.
No temas, sigue de frente; este maravilloso cuerpo te pertenece. Tan despiadados como una hiena; tan frágiles y encantadores como un colibrí, esa es nuestra naturaleza, esa es la faceta que distante observa como nos perdemos entre la maleza de la nimiedad. De algo estoy seguro: somos la minoría de nuestra mayoría, refiriéndome al escaso conocimiento que de nosotros tenemos; preguntamos con apuro, respondemos con indiferencia, para quedarnos varados en la misma incongruencia.
Lo irónico de la soledad es que se comparte.
¿Es tan necesaria la soledad? Sí, para algunos un temor que no logran superar, rebasar. La soledad no es jugar al ermitaño mucho menos un artilugio para hacernos notar; es sumergirse en nuestra auto-drestrucción y salvación; es encarar demonios; es perder la noción del tiempo y lugar poseído por deseos y confesiones temerarias; es aceptar cada palabra y pensamiento nuestro, engullirlos y saborear la vorágine que alguna vez fue nuestro aliento.
No temas, sigue de frente; este maravilloso cuerpo te pertenece. Tan despiadados como una hiena; tan frágiles y encantadores como un colibrí, esa es nuestra naturaleza, esa es la faceta que distante observa como nos perdemos entre la maleza de la nimiedad. De algo estoy seguro: somos la minoría de nuestra mayoría, refiriéndome al escaso conocimiento que de nosotros tenemos; preguntamos con apuro, respondemos con indiferencia, para quedarnos varados en la misma incongruencia.
Lo irónico de la soledad es que se comparte.
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