¿Que quién soy yo? Digamos que soy un hombre que adora la tranquilidad, que aprecia el silencio porque de él me aferro para comunicarme. No es común que se hable por medio de la tinta o de las palabras que se deprenden sin omitir sonido pero aquí estoy, creyente de que la comunicación como se le conoce se ha convertido en un duelo de egos donde no se escucha al semejante pero ofende no ser atendidos. Estoy aquí tratando de preservar las voces que de mi cabeza provienen porque en ellas encuentro a la persona que no soy, aquel personaje cómico, desobediente, capaz de alzar su voz y ser escuchado.
Si buscas realidades, nadie más que tu podrá otorgarlas. Nos preguntamos por qué el mundo transcurre entre mentiras cuando nadie se ha detenido y profundizado en sí. Somos extraños a nuestros ojos. Lo que traes puesto no te representa, lo que dices no es lo que defiendes, lo que persigues no te pertenece, todo cuanto haces forma una decrépita silueta. Mis palabras no buscan cambiar al mundo ni siquiera a ti, porque he aprendido que los cambios son voluntarios; las palabras ajenas son turistas y los castigos no detienen lo que haces. Si soluciones buscas reconciliate contigo, atiende lo que te entorpece, desecha lo que te doblega, despréndete de lo que te aprehende o acabaras siendo un arlequín sin cabeza.
Alguna vez, sentado en esta misma silla, me pregunte de mis prioridades. Después de repasar varias respuestas la única lo suficientemente contundente fue: vivir. La de todos. Los cómos salen sobrando. Los qué son lo realmente importante: ¿Qué buscas en esta vida que día a día se complica? ¿Qué dejarás tras la última noche? ¿Qué se esconde tras la fruta en la loma? ¿Qué son las palabras con el tiempo? ¿Qué se busca en las estrellas? ¿Qué dicen los ojos y no los labios? ¿Qué ritmos bailaremos en las nubes?
Así que hombre, ve, ve y busca lo tuyo; ve y escarba terrenos nunca antes pisados; ve y conquista castillos con milicias dentro; ve y escala montañas con las manos desnudas; ve y tapiza tu vida de pintura rupestres; ve y vive como si hubiera mañana. No temas, el temor le pertenece al que desconoce que hay debajo de las escaleras; no olvides, que quien olvida su presente niega; no calles, que tu lengua no es escondite de canallas; pero más importante que todo eso: si el camino es largo, olvídate del tiempo.
Si buscas realidades, nadie más que tu podrá otorgarlas. Nos preguntamos por qué el mundo transcurre entre mentiras cuando nadie se ha detenido y profundizado en sí. Somos extraños a nuestros ojos. Lo que traes puesto no te representa, lo que dices no es lo que defiendes, lo que persigues no te pertenece, todo cuanto haces forma una decrépita silueta. Mis palabras no buscan cambiar al mundo ni siquiera a ti, porque he aprendido que los cambios son voluntarios; las palabras ajenas son turistas y los castigos no detienen lo que haces. Si soluciones buscas reconciliate contigo, atiende lo que te entorpece, desecha lo que te doblega, despréndete de lo que te aprehende o acabaras siendo un arlequín sin cabeza.
Alguna vez, sentado en esta misma silla, me pregunte de mis prioridades. Después de repasar varias respuestas la única lo suficientemente contundente fue: vivir. La de todos. Los cómos salen sobrando. Los qué son lo realmente importante: ¿Qué buscas en esta vida que día a día se complica? ¿Qué dejarás tras la última noche? ¿Qué se esconde tras la fruta en la loma? ¿Qué son las palabras con el tiempo? ¿Qué se busca en las estrellas? ¿Qué dicen los ojos y no los labios? ¿Qué ritmos bailaremos en las nubes?
Así que hombre, ve, ve y busca lo tuyo; ve y escarba terrenos nunca antes pisados; ve y conquista castillos con milicias dentro; ve y escala montañas con las manos desnudas; ve y tapiza tu vida de pintura rupestres; ve y vive como si hubiera mañana. No temas, el temor le pertenece al que desconoce que hay debajo de las escaleras; no olvides, que quien olvida su presente niega; no calles, que tu lengua no es escondite de canallas; pero más importante que todo eso: si el camino es largo, olvídate del tiempo.
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