Alguna vez me cuestionaron acerca de mis creencias. Ese fue un duro trago de saliva entonces. Sabes, cuando vives en una sociedad que tiene creencias tan inculcadas se hace difícil ser diferente, estar en el lado opuesto de la acera. La gente goza de su rígido estilo de vida y de la convivencia con personas que adopten el mismo modelo que ellos. Pocos se atreven a tener amigos de diferente religión o credo; ya no digamos entablar una simple plática. Es triste pero es el modo en que se vive. Nadie tiene el derecho de obligar a otros hacer lo que se nos plazca. No creo que entre en los conceptos tan divulgados de democracia o libertad.
No voy a negar que en su momento creí en la religión. Ahora no más. Conforme uno crece se va percatando de cosas de las que nunca se hablan pero que con fidelidad se alaban. A cierta edad, y más ahora con tanta fuente de información, es una obligación hacerse de una amplitud que le permita sopesar los eternos conceptos del bien y mal dentro de la sociedad. Aferrarse a uno solo por el resto de su vida es una inepcia; es una victoria a ojo del tuerto. Si bien, al ojo del dormilón todos somos soñadores, preferible serlo a voz propia que a riendas de miles.
¿Que si creo que la religión es perjudicial? No. Lo que creo es que actuar sin pensar sí lo es. Me pregunto ¿cuántas personas que creen en alguna deidad lo hacen porque así lo eligieron o porque en el escenario en donde se desenvuelven (familia, amigos) es un requisito indispensable? Nadie nace creyendo en algun símbolo religioso. Más bien, son las preguntas que se hacen y las respuestas que no se obtienen lo que mueve, lo que lleva a seguirles. Igualmente hay necesidades de afiliación que actúan como imanes a los que se responde con prontitud. La gente tiene temor de estar sola. Teme con cada fibra de su ser no tener nadie a su lado. Y es quizá eso el mayor atractivo de la religión. Saberse acompañados aunque sólo sea una ilusión.
¿Que si pienso acabar con la religión? No. Lo que sí me encantaría ver es que la gente haga más uso de su intelecto y razone mejor los porqués de su inmersión; que no solamente tome asiento y haga sus rezos o se inque en búsqueda del perdón. Creo que como humanos, no estamos conscientes o no queremos creer, nuestra asombrosa capacidad alojada en nuestro craneo. Si hiciéramos uso de ese instrumento tan poderoso quizá no vivamos en un mundo mejor pero sí que lo entenderíamos mejor. No se trata de ser un mecánico instrumento disfuncional que simplemente vive porque aún su corazón palpita, se trata de ser alguien quien sabe por qué su corazón palpita.
No voy a negar que en su momento creí en la religión. Ahora no más. Conforme uno crece se va percatando de cosas de las que nunca se hablan pero que con fidelidad se alaban. A cierta edad, y más ahora con tanta fuente de información, es una obligación hacerse de una amplitud que le permita sopesar los eternos conceptos del bien y mal dentro de la sociedad. Aferrarse a uno solo por el resto de su vida es una inepcia; es una victoria a ojo del tuerto. Si bien, al ojo del dormilón todos somos soñadores, preferible serlo a voz propia que a riendas de miles.
¿Que si creo que la religión es perjudicial? No. Lo que creo es que actuar sin pensar sí lo es. Me pregunto ¿cuántas personas que creen en alguna deidad lo hacen porque así lo eligieron o porque en el escenario en donde se desenvuelven (familia, amigos) es un requisito indispensable? Nadie nace creyendo en algun símbolo religioso. Más bien, son las preguntas que se hacen y las respuestas que no se obtienen lo que mueve, lo que lleva a seguirles. Igualmente hay necesidades de afiliación que actúan como imanes a los que se responde con prontitud. La gente tiene temor de estar sola. Teme con cada fibra de su ser no tener nadie a su lado. Y es quizá eso el mayor atractivo de la religión. Saberse acompañados aunque sólo sea una ilusión.
¿Que si pienso acabar con la religión? No. Lo que sí me encantaría ver es que la gente haga más uso de su intelecto y razone mejor los porqués de su inmersión; que no solamente tome asiento y haga sus rezos o se inque en búsqueda del perdón. Creo que como humanos, no estamos conscientes o no queremos creer, nuestra asombrosa capacidad alojada en nuestro craneo. Si hiciéramos uso de ese instrumento tan poderoso quizá no vivamos en un mundo mejor pero sí que lo entenderíamos mejor. No se trata de ser un mecánico instrumento disfuncional que simplemente vive porque aún su corazón palpita, se trata de ser alguien quien sabe por qué su corazón palpita.
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