¡Bienvenidos sean a los tiempos del despilfarro; donde más vale sacudir la sien en señal de libertinaje y capitalizar el más preciado instante! Este es el eslogan de generaciones actuales que les importa poco lo que sucederá mañana porque, en realidad, muchos ni lo tienen; ¡y no puede doler perder lo que no se tiene! Si algo me intriga, debo reconocer, es la singularidad de la mentalidad y su personalidad que mucho tienen que ver una con la otra.
Me ocupa abordar el tema porque soy joven. Soy aún un hombre en busca del descubrimiento, tanto del que te hace recapacitar y no volver a tropezar; como el que te captura y no puedes abandonarlo porque simplemente hay algo ya de ti en él. Lo que pasa con la juventud moderna es que un número elevado va en busca de despojar toda su energía en una noche, de lanzar todas sus cartas de una vez, de no guardarse argumento para mañana; como si la recompensa fuera jugosísima, como si los beneficios fueran fructíferos.
Una posible hipótesis de esta vida tan fugaz es que la juventud que conocemos hoy en día carece de motivación para realizar cosas trascendentes, que no se encuentran en una fiesta o un club. Muchos factores como la familia, la interacción poco selectiva y de calidad en televisión e Internet, el tipo de amigos con los que se junte, la personalidad en sí, etcétera, influyen en decisiones e imitaciones. Si de por si, la juventud está condenada a no ser recordada por su breve historia, es aún más intrascendente morir y no haber dejado un legado tras la pronunciación del nombre.
¿Qué numero de adolescentes contarán con el resorte anímico de sus padres o de sí mismos para acceder a instancias más elevadas? Pregunta que va para toda clase. Porque incluso el que tiene un vida cómoda carece. ¿A qué número de personas no les interesa nada más que saciarse? Seguramente sera como una terapia para ellos, la cual, suele salirse de control; acabando en fatídicos resultados. Si algo se ha tergiversado es el significado de la expresión "vive cada día como si fuera el último". Algunos se escudan tras ella por sus acciones, otros la han tatuado en sus vidas.
Unos verán el momento como la más sana señal de justicia, pues, respetan la máxima de la vida: vivir; otros, mientras tanto, como una cosecha a futuro en la que el exceso no es conveniente para su desarrollo. Lo que desde mi perspectiva creo es que la vida no es una inversión que produzca dividendos arrojando la casa por la ventana en un momento de precipitación, si sus ganancias se quiere ver, hay que saber invertir el tiempo de manera que no se extinga en un instante ni que transcurra y no se aprecie.
Me ocupa abordar el tema porque soy joven. Soy aún un hombre en busca del descubrimiento, tanto del que te hace recapacitar y no volver a tropezar; como el que te captura y no puedes abandonarlo porque simplemente hay algo ya de ti en él. Lo que pasa con la juventud moderna es que un número elevado va en busca de despojar toda su energía en una noche, de lanzar todas sus cartas de una vez, de no guardarse argumento para mañana; como si la recompensa fuera jugosísima, como si los beneficios fueran fructíferos.
Una posible hipótesis de esta vida tan fugaz es que la juventud que conocemos hoy en día carece de motivación para realizar cosas trascendentes, que no se encuentran en una fiesta o un club. Muchos factores como la familia, la interacción poco selectiva y de calidad en televisión e Internet, el tipo de amigos con los que se junte, la personalidad en sí, etcétera, influyen en decisiones e imitaciones. Si de por si, la juventud está condenada a no ser recordada por su breve historia, es aún más intrascendente morir y no haber dejado un legado tras la pronunciación del nombre.
¿Qué numero de adolescentes contarán con el resorte anímico de sus padres o de sí mismos para acceder a instancias más elevadas? Pregunta que va para toda clase. Porque incluso el que tiene un vida cómoda carece. ¿A qué número de personas no les interesa nada más que saciarse? Seguramente sera como una terapia para ellos, la cual, suele salirse de control; acabando en fatídicos resultados. Si algo se ha tergiversado es el significado de la expresión "vive cada día como si fuera el último". Algunos se escudan tras ella por sus acciones, otros la han tatuado en sus vidas.
Unos verán el momento como la más sana señal de justicia, pues, respetan la máxima de la vida: vivir; otros, mientras tanto, como una cosecha a futuro en la que el exceso no es conveniente para su desarrollo. Lo que desde mi perspectiva creo es que la vida no es una inversión que produzca dividendos arrojando la casa por la ventana en un momento de precipitación, si sus ganancias se quiere ver, hay que saber invertir el tiempo de manera que no se extinga en un instante ni que transcurra y no se aprecie.
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