Me encuentro arrumbado, como prueba fehaciente de mi derrota,
como el reo claudica ante el críptico telón de su último acto;
esperando encontrar en esta sumisión una resurrección,
esperando encontrar un brío entre la sequía.
Los días me parecen mezquinos, la gente, aberrante;
cual daltónico, me encuentro perdido entre los más adustos matices,
sin distinción de una blasfemia o un mediocre halago,
sin encontrar en la noche sus estrellas.
La vida me parece fútil, sus cánticos, insoportables,
el silencio se convierte en mi resguardo y mis pensamientos en su alguacil;
¡qué tortura encuentro en lo que me pertenece!
¡qué barbaridades dan vida a este cuerpo inerte!
De cuclillas, mirando con desprecio al infinito,
pronuncio mi maldición, me libero de palabras arraigadas,
pronuncio mi liberación de los mismos labios enmudecidos por la derrota,
regreso de mi letargo para dar paso a mi victoria.
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