"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

jueves, 24 de mayo de 2012

Consumidores de idilios


Los días nublados me inspiran. Y se los hice saber. Muchas veces había tenido la posibilidad de estar frente a frente con parejas que, tras iniciar una historia de amor justo como Walt Disney lo dicta, acaban por desmoronar toda página de aquella historia que ambos se había esforzado en escribir. Es como si, de la noche a la mañana, dejaran de compartir los mismos preceptos, dejaran de andar de la mano bajo el mismo camino primaveresco por el cual habían iniciado. Para mi era motivo de alarma, de desenvainar las preguntas entorno a dicho problemática tan recurrentemente presentada. Suficientes patologías existen para derivar una de un sentimiento que, según la creencia popular, es puro, intachable, capaz de colorear los más pálidos rostros y dibujar una sonrisa en los rostros más severos. Quizá, esa definición inicial, esa definición que cada quien tiene y ha acuñado, se el veneno que ha ingerido.

Llegaron a mi, ella con el ojos anegados en lágrimas; y él, con el rostro rebosando en indiferencia. Una estampa que bien polariza el rol del hombre y la mujer. Quizá fuera él quien cometió el empeñón, supuse. Pero ese no era de mi incumbencia por el momento. Por ahora, me interesaba hacerles desquitar su dinero, dejarles algo para el camino, prosperidad o próxima elección de pareja. Si algo amo de lo que hago es la posibilidad de plantar una semilla de la cual no seré encargado pero sí distribuidor.

Ella comenzó hablando. Las mujeres siempre tienen el poder de la palabra. Me asombra como no hay más mujeres abogadas. Quizá todas estén hechas para ser psicólogas. Me hablaba cortado. Era evidente su dolor. Tan evidente, que en un momento él llego a voltear a verla para después volver a su rol de templario. Lo que predominaba en el testimonio de aquella mujer era el de siempre "lo di todo, me entregue, y salí perdiendo", "yo siempre fui su más fiel compañera", "sacrifique mi libertad por estar junto a él". Era como un relato que ya había oído antes. Decidí mejor anotar en mi libreta: "pobre de aquella que se ha mordido la lengua".

El relato de él fue muy ínfimo en cuanto a su disposición en la relación. Donde más sobresaltado le note, y es mucho decir, fue cuando de su boca se desprendió la reacción "siempre me vio de color azul". Tomé sus palabras como aquel que sabe de realidades pero vive de mentiras. En ese momento entendí porque el hombre se apodera del mundo: las mujeres están a cargo de él. Tal y como Eva, sostienen la manzana entre sus manos pero sus manos terminan en manos del hombre. Por eso digo que, la mujer es quien aún su esclavitud no ha abolido, incluso, lleva como símbolo un anillo. Entre ser caballo o jinete, la mujeres, portan herrajes.

Cuando ambos quedaron en silencio, señal de tregua momentánea, tomé la palabra. -¿Saben por qué las relaciones de ahora duran lo que duran y, culminan como culminan? ¿saben porque el joven de hoy no entiende el concepto de amor?- Arrojé a la mesa mis barajas. Ambos continuaron en silencio y en espera de mi respuesta mirándome como infante que atento atiende el truco de magia. -Lo llamo el espejismo por elección. Recibimos lo que vemos y lo proyectamos. Siempre de manera invertida a como es en realidad. La televisión y otros medios de difusión son los principales sinodales. Cada acción que se efectúa la aprueban o la desaprueban sin que sea percibida o impugnada. Simplemente se hace lo que se impone, lo que abarrota cada espacio de una ciudad o espacio televisivo. Al amor le reservan un lugar especial. Basta con ver las novelas del día a día o las películas que de niños se vieron. Mensajes que entran con discreción y forman esculturas de vidas ficticias y parejas superlativas. Lo que hace que el matrimonio se devalúe y que el joven no sepa de amor es que no aprecian el más preciado de los encantos de todo ser humano: el error. Todo cuanto gira hoy es perfección, no hay más espacio para el error. Ahí encuentro la fatalidad de nuestros días. El joven quiere ser protagonista de sus propias novelas y el matrimonio quiere verse a través de gafas tridimensionales, esperando así cobre vida.- Al acabar, la asimilación tiró del telón.

Tras un tiempo más de platica o catarsis, la pareja salió. Nunca cambiaron sus posturas: él en su papel de acero inoxidable, ella en su papel de Magdalena. Definitivamente, el divorcio no es el antibiótico para la infección, al contrario: es el "continuará" al final del episodio. Si algo pondero, si algo es primordial en lo que me dedico, es la responsabilidad individual: toda casaca lleva un nombre.

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