"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

lunes, 7 de mayo de 2012

La frialdad del arroba


Recordar el pasado causa en nosotros añoranza. Nos hace codiciar tiempos que nunca más volverán. Nos hacen reflexionar sobre el valor de las cosas: lo que antes parecía limitado ahora representa el tesoro más preciado. Ironías de la vida que el humano se encarga de hacerlas rodar. Escuchamos anécdotas de nuestros padres o cualquier otro familiar en cuanto a cómo se vivía antes y es evidente como en sus tiempos interactuaban más, o al menos, había un acercamiento hecho realidad en las palabras. La distancia aportaba un tanto de dramatismo y romanticismo a lo que con deseo queríamos hacer llegar. Evidencia de ello son las fotografías que mi madre me muestra, opacas en colores pero de recuerdos tan vividos que una sonrisa apela ante el desgaste del tiempo, y sus cartas que aunque frágiles al movimiento permanecen intactas antes los estragos del presente.

En los tiempos que me toca vivir he de aceptar que se han perdido aquellos detalles que magnificaban cada instante. Ante todo tengo que admitir cuan importante ha sido la incursión del internet, dentro del contexto de la globalización, y otros medios de comunicación pero el precio ante tanta facilidad es la disminución y merma de un acercamiento tan humano que ahora buscamos saciar en las redes sociales. Generaciones anteriores se regodeaban conviviendo con amigos su misma cuadra y no con completos extraños tras un monitor o con el amigo que vive en distinta locación. Es cierto, problemas como la delincuencia han permeado ahora como nunca antes y es por eso que se hace tan difícil una convivencia menos virtual pero también existen pruebas de lo absorto que se presentan las generaciones actuales ante teléfonos móviles o cualquier otro aparato de alta tecnología haciendo que esas esporádicas convivencias sean manidas.

Incluso las relaciones afectivas han tenido su cambio. Antes los enamorados se veían favorecidos por el tiempo que pasaban separados pues no había ese "todo momento" que existe en la actualidad. Se sobrevivía con cartas que llegaban a la puerta causando furor y estremecimiento a su destinatario. Sus ojos resplandecientes emulaban el premio que tras el cofre se encuentra, un botín tras la larga ausencia. Lo anterior se haya extraviado en tiempos modernos. Aunque mucho alarde de amor se hace, aunque mucha pasión se derrocha, poca es la verdadera acción. Su verdadera cara es demostrada en la vida real, desplomando y haciendo trizas toda palabra que rebosaba de entusiasmo. El amor con el correr de los tiempos se enajena, se envicia.

El tiempo no se detiene y al parecer estamos en un proceso de retroceso que sirve como impulso a nuevos terrenos. Quizá mi visión es pesimista, quizá la vuestra es muy positiva, eso no se sabe. Lo que sí es trascendente es cómo han ganado terreno todos estos aparatos "inteligentes" dejando de lado el uso de pluma y papel, un gesto evidente o de una extensa platica frente a frente; elementos tan sencillos y mundanos. Espero en un futuro no tener que recrear historias o etiquetar mis sonrisas por medio de programas o conexiones Wi-Fi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario