Si hay algo que le es complicado al ser humano es tomar decisiones. En cualquier ámbito que se desempeñe siempre tendrá que optar por una alternativa. ¿Cuántas veces nos hemos visto enmarañados en nuestros pensamientos tratando de esclarecer cuál sería el mejor paso a dar? Muchas, por supuesto. En algunas ocasiones damos los pasos con convicción y se encara con responsabilidad lo que viene en consecuencia; en otras, simplemente nos acobardamos y retiramos como aquel que ve la derrota venir y necesita replantearse lo sucedido.
¿Por qué nos es tan difícil hacernos responsables de nuestras propias acciones? Quizá porque nos gusta la comodidad de nuestra existencia en donde, mientras no suceda nada que me altere, andaré armónicamente. Muchas veces decidimos andar bajo nuestra burbuja en la que nos aislamos del mundo y sus peligros bajo la falsa idea de que estaremos a salvo resultando perjudicial. Como seres humanos debemos estar preparados para actuar por nuestra cuenta, tomar la vida por la rienda y decir: lo que suceda de ahora en más estoy dispuesto a afrontarlo. Porque es nuestro nombre, y solamente nuestro nombre, por el que debemos responder.
Tomar una decisión no es dar la cara por otros. No es una caridad. Es una presentación individual del colectivo que poco tiene que ver con ello. Se presentarán ocasiones en las que busquen hacerte responsable o en las que responsabilices ajenos pero si decides ser un asaltante: responderás por tus delitos más no por sus omisiones; si decides ser representante de tu colonia: responderás por ella más no le solaparas; si decides no ver más a un amigo: responderás por lo que dijiste más no por su actuar; si decides escoger a tu candidato favorito: responderás por tu voto más no por su desempeño. Al igual que en una justa deportiva, son los participantes, y no quienes se encuentran detrás, los que cargan las medallas o trofeos.
¿El mexicano es realmente responsable de sus actos? Desafortunadamente no lo es. Vive responsabilizando a quien está por encima de él o quien está a su lado. Generalmente no responde con nombre propio a la contundente abatida de los hechos. Quizá por eso seamos un país muy creyente gracias a la necesidad de desalojar esas culpas bajo figuras simbólicas. Quizá por eso la violencia ha ido en aumento porque la culpa no es únicamente de los criminales sino también reside en los ciudadanos que los respaldan con su silencio, promueven sus drogas o defienden su ideología. Al parecer nadie quiere cargar con más peso del que ya se lleva.
Decidir es como cortar el cable azul o rojo de las películas: sabemos que uno hará detonar la bomba en la cual resultaremos heridos o muertos mientras que el otro hará que se desactive y exhalemos profundamente. En la vida real no se está muy alejado de eso: todos los días debemos optar por una u otra opción. Así que, la próxima vez que estén bajo la indecisión de dar un paso a la izquierda, derecha, adelante o atrás no piensen en lo bueno o malo; ratifiquen que en ustedes está la voluntad de actuar un incentivo mucho más grande del que hay detrás de la puerta.
¿Por qué nos es tan difícil hacernos responsables de nuestras propias acciones? Quizá porque nos gusta la comodidad de nuestra existencia en donde, mientras no suceda nada que me altere, andaré armónicamente. Muchas veces decidimos andar bajo nuestra burbuja en la que nos aislamos del mundo y sus peligros bajo la falsa idea de que estaremos a salvo resultando perjudicial. Como seres humanos debemos estar preparados para actuar por nuestra cuenta, tomar la vida por la rienda y decir: lo que suceda de ahora en más estoy dispuesto a afrontarlo. Porque es nuestro nombre, y solamente nuestro nombre, por el que debemos responder.
Tomar una decisión no es dar la cara por otros. No es una caridad. Es una presentación individual del colectivo que poco tiene que ver con ello. Se presentarán ocasiones en las que busquen hacerte responsable o en las que responsabilices ajenos pero si decides ser un asaltante: responderás por tus delitos más no por sus omisiones; si decides ser representante de tu colonia: responderás por ella más no le solaparas; si decides no ver más a un amigo: responderás por lo que dijiste más no por su actuar; si decides escoger a tu candidato favorito: responderás por tu voto más no por su desempeño. Al igual que en una justa deportiva, son los participantes, y no quienes se encuentran detrás, los que cargan las medallas o trofeos.
¿El mexicano es realmente responsable de sus actos? Desafortunadamente no lo es. Vive responsabilizando a quien está por encima de él o quien está a su lado. Generalmente no responde con nombre propio a la contundente abatida de los hechos. Quizá por eso seamos un país muy creyente gracias a la necesidad de desalojar esas culpas bajo figuras simbólicas. Quizá por eso la violencia ha ido en aumento porque la culpa no es únicamente de los criminales sino también reside en los ciudadanos que los respaldan con su silencio, promueven sus drogas o defienden su ideología. Al parecer nadie quiere cargar con más peso del que ya se lleva.
Decidir es como cortar el cable azul o rojo de las películas: sabemos que uno hará detonar la bomba en la cual resultaremos heridos o muertos mientras que el otro hará que se desactive y exhalemos profundamente. En la vida real no se está muy alejado de eso: todos los días debemos optar por una u otra opción. Así que, la próxima vez que estén bajo la indecisión de dar un paso a la izquierda, derecha, adelante o atrás no piensen en lo bueno o malo; ratifiquen que en ustedes está la voluntad de actuar un incentivo mucho más grande del que hay detrás de la puerta.
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