Conocer es, desde tiempos griegos, la fascinación por saberse en un universo infinito donde la sorpresa empuja la capacidad del ser para extraer y descubrir aquello que parece novedoso y valioso. Los griegos al querer conocer cada aspecto vivo y material de su analítica visión, se convirtieron en una trascendente civilización.
Para llegar a dicha posición de privilegio priorizaron la interiorización como conducto a una comunión entre el ser y su exterior; una total armonía que hacia del conocimiento algo fluido porque existía una gran importancia del yo. En un lenguaje más coloquial, antepusieron el conocimiento que se encuentra en ellos para poder interactuar con cada uno de los elementos y maravillas que ocupan un espacio vital de nuestra existencia.
La definición de los diccionarios nos dice "tener idea o captar por medio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y circunstancias de las personas o las cosas" La pregunta es: ¿cuántas personas son conscientes de lo que adolecen, temores o afinidades? ¿Cuántas personas se alejan de los problemas por más dolorosas que sean sus consecuencias? ¿Cuántas personas podrían definirse cual son y no como se cree que son? En pocas palabras, conocer no forma parte de la rutina diaria; nos limitamos a tener una falsa y diminuta concepción del conocimiento que nos sirve para sobrevivir, no para sobresalir. He ahí donde conocer toma tintes dorados. Si la vida entregara distinciones físicas (ya que en su mayoría son morales), sería la medalla que todos en sus cuellos quisieran ver colgar.
En el ritmo actual, donde se toman decisiones que no corresponden a lo que se desea en realidad, el autoconocimiento es fundamental para proveer respuestas a preguntas de formulación sencilla pero que acarrean más cuestiones y posturas dubitativas, ejemplos de dichas cuestiones que podrían formularse son: qué es desechable y qué es benéfico; cuáles son mis virtudes, cuáles mis defectos. Las preguntas son importantes porque exigen respuestas; las respuestas son valiosas porque generan nuevas interrogantes que son una retroalimentación para nuestra persona.
La definición de los diccionarios nos dice "tener idea o captar por medio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y circunstancias de las personas o las cosas" La pregunta es: ¿cuántas personas son conscientes de lo que adolecen, temores o afinidades? ¿Cuántas personas se alejan de los problemas por más dolorosas que sean sus consecuencias? ¿Cuántas personas podrían definirse cual son y no como se cree que son? En pocas palabras, conocer no forma parte de la rutina diaria; nos limitamos a tener una falsa y diminuta concepción del conocimiento que nos sirve para sobrevivir, no para sobresalir. He ahí donde conocer toma tintes dorados. Si la vida entregara distinciones físicas (ya que en su mayoría son morales), sería la medalla que todos en sus cuellos quisieran ver colgar.
En el ritmo actual, donde se toman decisiones que no corresponden a lo que se desea en realidad, el autoconocimiento es fundamental para proveer respuestas a preguntas de formulación sencilla pero que acarrean más cuestiones y posturas dubitativas, ejemplos de dichas cuestiones que podrían formularse son: qué es desechable y qué es benéfico; cuáles son mis virtudes, cuáles mis defectos. Las preguntas son importantes porque exigen respuestas; las respuestas son valiosas porque generan nuevas interrogantes que son una retroalimentación para nuestra persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario