¿Qué es lo que me dice? Me dice lo vulnerable que es. Nadie se acerca a Dios sin esa necesidad de protección, sin ese sentimiento de pequeñez tan propia del ser humano en un mundo colosal y complejo, lleno de constantes variables, de circunstancias desfavorables, de miedo, odio y angustia, de envidias, venganzas y guerras, de humanos versus humanos arrojados al mismo pozo y conviviendo los unos con los otros con la esperanza de no morir a merced del que tiene a lado, una selva en el que el máximo precepto es el de sobrevivir y preservar la existencia aunque eso nos aleje de los animales por la brutalidad para hacer valer dicha estancia en la tierra; oh, señor, sálvanos de este mundo lleno de terror y malicia, de impunidad e injusticia en el cual vivimos y que de a poco se va al averno. Inservible plegaria que deja de manifiesto la pena de un mundo que arde en llamas y el cual solo vemos caer de rodillas con la esperanza de que alguna fuerza divina la levante de su caída.
"¿Qué enseñan en la iglesia?", pregunta una pequeña cuya respuesta recibida es: a ser mejor. Pero lo que la niña no sabe es que nadie lo acaba siendo porque la iglesia enseña a poner la otra mejilla y lo que se busca es devolver la cachetada, cuestión de naturaleza humana y su apego a los golpes mismos que llenan su pecho sin la más remota convicción de culpa; pero si la gente sigue yendo a la iglesia no es por esa promesa de mejoría ni por esos golpes sin mayor despojo, ni por el deseo de un mundo mejor, ni por la paz estrechada al otro sino para salvarse de esos otros golpes infligidos a su prójimo, de ese placer por el dolor, de esa inclinación a la destrucción, de esas declaraciones de guerra que tienen a todos sumergidos en este frenético mundo de a poco colmado en que vivimos y en el que por largo tiempo hemos nadado. Y no, pequeña, en la iglesia no se aprende a ser mejor, se aprenden rutinas y coros: es una gran sesión de pilates donde se quiere perder todo ese peso de más adquirido pero donde al final la tentación —ese invaluable oro— acaba por hacernos sucumbir sin más.
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