Cuando en un artículo leí como la inseguridad no disminuía mientras que los grupos de delincuencia organizada aumentaban sus números, me pregunté cómo es que dichos grupos (minoritarios en comparación con el total de la población) suelen tener el éxito que tienen, la longevidad que suelen tener y la respuesta es, más allá de todos los susodichos problemas de corrupción del país, que ellos son una unidad, se comportan como un todo, manejan un objetivo en común. Mientras tanto, su contraparte, el resto de la sociedad, el lado de los "buenos", se encuentra fragmentada, dispersa, cada quien planeando (sea persona o grupo) su propia jugada. Lo he dicho antes y lo digo ahora, México es un archipiélago; no una isla. México es un conjunto de individualidades; no de juego en equipo. Cada quien por su lado busca hacerse camino entre la jungla, por aquí y por allá se logran abrir camino pero por lo regular no suelen llegar más allá de sus propias condiciones o términos o hasta donde la efervescencia del momento les dé para llegar. Ese compromiso que los grupos de crimen organizado suelen tener, esos vínculos que suelen presentar, es de lo que carecemos como nación y que tan bien nos vendría en el presente. De los grupos de crimen organizado no solo deberíamos aprender su lenguaje, sus costumbres, su manera de ser, vestir o actuar, también deberíamos aprender de esa parte donde el todo es más importante que sus partes. Con esto no digo que nuestros problemas como nación acaben pero al menos estaríamos más cerca de una solución unánime.
miércoles, 28 de diciembre de 2016
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