Hace 10 años, desde los suburbios de Sheffield, un cuarteto de jóvenes británicos presentaban al mundo un rock rebelde, directo y punzante, un sonido que maravillaría a miles y millones de personas y que les daría reconocimiento a nivel mundial. Hoy, en 2015, y a dos años de su más reciente álbum, "AM", estos hijos de la reina Isabel han cambiado la apariencia desaliñada y el pelo revuelto que grita me-importa-un-bledo, por tuxedos y peinados ávidos de gel; han pasado de lo informal a lo formal, no solo en términos de cómo-me-veo, sino también en cuanto a cómo-me-escucho.
Hoy, para ustedes, traigo el quinto álbum de su discografía, "AM", lanzado en 2013, y con él una pregunta crucial: ¿ha Arctic Monkeys cambiado para mal? Mi respuesta: no. Más bien el cambio los ha acentuado, ha pulido su sonido musical, les ha hecho pasar del middle finger in the air a la rendición total de los sentimientos, les ha restado velocidad pero les ha agregado cadencia, les ha restado cabellera pero no talento. Y en este álbum, de sobria portada en fondo negro, se ve que no han perdido el encanto, el toque mágico, más bien, han madurado y comparten con nosotros tal evolución musical.
Primero, me gustaría remarcar que quien espere encontrar un sonido similar al de materiales pasados como "Whatever People Say I Am, That's What I'm Not" o "Favourite Worst Nightmare", les puedo asegurar que no encontraran restos de aquel sonido, por lo tanto, no creo —al menos que me equivoque— que encuentren algo de su agrado o algo que les reafirme su amor por la agrupación. Dicho lo anterior, "AM" se presenta ante nosotros como esa faceta antes del meridiano en la cual los movimientos son lentos, el flujo parece inmerso en una pachorra y la vida parece una escena en cámara lenta. Un álbum donde las velocidades son mínimas, no existe ese acelerar constante de antaño, pero sí ritmos bastos.
Tres cosas que noté del álbum son: 1) su parecido con "...Like Clockwork" —guardando las debidas distancias y diferencias— de Queens Of The Stone Age, donde, por cierto, toca Josh Homme quien participa en un par de cortes del disco aportando su voz de fondo. 2) Su esencia bastante añeja, un sonido que nos remonta a los ochentas —en ciertos momentos, vino a mi memoria el nombre de The Smiths—, épocas pasadas del rock donde dicho género no era únicamente furioso sino también bastante pegajoso y lo mismo te hacía sacudirte que bailar —para muestra, 'One For The Road' o 'Arabella'—. 3) La constante presencia del bajo. Un elemento fundamental cuya presencia era más constante en tiempos de nuestros abuelos o tíos que en los modernos. Un elemento que ha dado tanto a la música y que es tan poco reconocido.
Dentro del contenido del álbum, encontramos cortes como 'Do I Wanna Know?' o 'R U Mine?' que se presentan a nosotros como incógnitas de amor, de romance, y que cada una envuelve su toque particular: mientras la primera se mueve en una serenidad y misterio, la segunda es totalmente incendiaria, lo más cercano a los recuerdos del ayer. De igual forma hayamos cortes como 'No.1 Party Anthem' o 'Mad Sounds' un par de baladas, si así se les quiere llamar, envueltas en nostalgia, en una atmósfera descendente, que nos sumerge en una tristeza ajena o nuestra; o, en el lado opuesto de la moneda, encontramos 'I Wanna Be Yours', una canción envuelta en deseo y misterio, una petición, una declaración que cierra el álbum de manera notable.
Si de algo habría que hacer mención en "AM", es de la austeridad con la que se presenta ante nosotros. Así como su presentación física lo es, de igual forma su contenido; asignando a cada elemento la importancia precisa, sin llegar a saturar ni verse rimbombantemente insoportable, mucho menos, como un material carente de brillo o de seducción. Un material genuino con todas las de la ley puesto que en su discografía no hay como "AM". Un paso hacía adelante, sin duda alguna, en su carrera; una reinvención de su sonido que ojalá y continúe en el mismo sentido.
90
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