¿Qué pasaría si el arbitro no existiera y la justicia quedara en manos del jugador?
El arbitro es el equivalente a la justicia. Pero incluso en la vida cotidiana, la justicia no puede estar en todas partes ni dar gusto a todos al igual que el silbante del partido. Los errores llegan, y las maldiciones también. Así que, imaginen que un partido se juegue sin el colegiado y que el futbolista, con todo lo que representa estar en la cancha, sea el cargado de emitir justicia. La figura imparcial, neutral del arbitro desaparecería y con ella, también, ¿la justicia?
Porque da la impresión que el futbolista es solo futbolista, únicamente dedicado a mover la pelota, a tirar gambetas, a meter balones al angulo, mas no en términos del buen desarrollo del partido en lo referente a la justicia, porque al fin de cuentas, es tan importante a la hora de hacerla que un arbitro; éste, solo toma la decisión, la decisión que nadie toma, tomará o tomaría.
Y en la media cancha, hay un balón dividido, dos jugadores se barren, y como no queriendo, uno le pega al otro y viceversa. ¿Ambos jugadores se levantarán y dirán: me equivoque y se amonestaran o se armará un toma y daca entre los jugadores? Lo más probable es que se arme un cónclave de empujones. El Fair Play se olvida. Sino pregúntese, ¿cuántos penales se hubiesen tirado afuera una vez marcados?
La jugada puede ser cualquiera. Muchas se pueden presentar. Desde un penal que no era (tome por ejemplo la famosa jugada de Robben) hasta un offside. La cuestión es: ¿está el jugador preparado para ser su propio juez, está el jugador preparado para ser el juez de un partido, está el jugador preparado para influir en ese proceso llamado justicia? ¿Está el jugador listo para ser algo más que jugador? Y lo mismo va para allá afuera del rectángulo; allá donde la vida cotidiana transcurre.
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