Cuando surge el tema de la descarga de música y el daño que se le hace a las agrupaciones en cuestión surge en mi el siguiente interrogante: ¿valdrá la pena darle tanta importancia a un tema que se resuelve por sí solo? Al menos desde mi posición, un artista, sea músico o pintor, lo que busca es expresarse, comunicar lo que siente o piensa respecto a algo en particular (los productos e intereses son adiciones de la industria no tanto del aprecio). Pero no vayamos tan lejos, que una persona común y corriente, como nosotros, también busca el mismo propósito: expresarse. Una palabra dirigida al aire, a la nada, no tendrá la misma trascendencia o impacto que si se dirigiese a una audiencia que escucha, con atención o sin ella, dicho mensaje. Por lógica, éste tendrá mayores posibilidades de vivir.
Y no asombra para nada el hecho de que en la actualidad importe más la audiencia que el mensaje. Importa más aumentar el numero de tripulantes que la dirección de la embarcación. Hoy ganan más los que tienen personas a su lado que las que carecen de ellas; las masas se han vuelto el arma de mayor potencial para los encargados de transmitir, para los encargados del mensaje en cuestión. Por eso, cuando llega a mi la interrogante sobre en qué aspecto radica mayor importancia, siempre me inclino por el mensaje. Porque, al final, este será un factor vital para el acercamiento de dicha masa. Un mensaje negativo —o en la actualidad mal difundido— y acabarás hundido; un mensaje positivo —o bien difundido— y acabarás viento en popa.
Tristemente, en la actualidad no importa tanto el producto como sí importa el público o audiencia. Y el problema con ésta, es que es sumamente maleable, fácil de manipular o de conquistar; llegar a ella no es una misión que presente un inconveniente para el capitán en cuestión mucho menos lo es insertar el mensaje. Con tantos medios con los que se cuentan en la actualidad, cualquier iniciativa, proyecto o difusión de algo que se quiera dar a conocer es más fácil que antes, y también, por ende, mucho más fácil de alcanzar y trascender. Basta un simple clic para estar presente y uno más para llegar al objetivo final.
Como miembros de un colectivo, considero que nuestra principal carencia es la de analizar las cosas que se nos presentan, evaluar sus pros y contras, los beneficios y perjuicios que se presentarán si se aceptan. Tomar una decisión no es solo cuestión de eso, de decisión, de convicción, también es cuestión de evaluación, de análisis, de sopesar cada uno de los elementos que rodean a dicho asunto; la valentía, el arriesgar, no es la mejor virtud a la hora de la toma de decisiones. Pero, como se ha dicho ya, es más fácil seguir que refutar, es más fácil entregarse al impulso, al ¡va!, que al pensar sobre lo que se hace, así que, no es de extrañar que haya tanto ganado en el establo dispuesto a ser sacrificado por los beneficios de su(s) encargado(s).
El problema secundario viene cuando eso que aceptamos nos causa displacer, dolor, sufrimiento, perdidas, y en vez de reconocer que uno se ha equivocado culpa, en lugar, al otro por el daño causado. No se culpa a la carencia de evaluación por haber tomado dicha decisión, se culpa a quien haya impedido su logro, su realización, se culpa a quien haya causado las heridas, no se culpa a uno mismo por haberla permitido. Por lo regular, el ser humano (¿o mexicano?), cuando sigue algo —ya sea por identificación o por arrastre—, lo sigue, por lo regular, hasta las últimas consecuencias por más desagradables que estas sean. Tales conceptos como fidelidad, lealtad o fe ciega suelen tener un alto precio cuando las tarimas donde se posan suelen ser inestables. Pero "como nosotros somos más", se suele decir y pensar, "¿qué puede pasar?". La seguridad que da el otro, el compañero de creencia, la mayoría, solo aumenta la ilusión de seguridad, la ilusión de que todo estará bien porque somos más.
A manera de epilogo: ya sea en asuntos que nos conciernan como ciudadanos o como miembros de un grupo o comunidad, evaluar no está de más. Recuerde —considerando el hecho de que somos parte de un conglomerado y que la repercusión de una decisión no solo pesará sobre nuestros hombros—: cuando usted, miembro de una mayoría, toma una decisión, influye, directamente y sin objeción, en la minoría y por ende en el todo. Así que, no se deje guiar por el tamaño que al final el Titanic no miente: cuando uno cae, caen todos.
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