En la actualidad, las personas están más preocupadas por la inseguridad, la política, la economía, en pocas palabras, por otras materias que influyen más en su día a día, que ponen en predicamentos su continuidad en esta vida y no solo en lo concerniente a su mortalidad —¿viviré mañana?— sino también en lo concerniente a la manutención personal o familiar —"ya no alcanza para nada"—, aspectos que, van relacionados con la supervivencia, con la permanencia en este mundo bajo las mejores condiciones posibles.
Por ende, en estos tiempos modernos, la psicología se ha convertido en una opción secundaria (o incluso terciaria) en la lista de elecciones de una persona. No es el inamovible titular que procura un mejor desarrollo en la vida personal y colectiva sino algo así como el rómpase-en-caso-de-incendio que usamos cada vez que el fuego nos alcanza y se requiere de un as bajo la manga que prometa (o al menos procure) su extinción.
Con lo dicho, no quiero decir que la psicología no sea una materia redituable o que no proporcione gozos a quien la ejerza, para nada, al ser una materia cuyo principal objeto de estudio es el hombre, los logros y preocupaciones son constantes, las aportaciones y consternaciones hacia la sociedad son seguidas, mis palabras van más en el sentido de los ritmos de vida que llevamos en la actualidad y que nos obligan a estar más atentos del entorno que de nosotros mismos, que nos tienen sumergidos en ritmos tan frenéticos y rapaces donde la ley del más fuerte se vuelve lo más importante.
No olvidemos que la psicología es una materia guía, complemento del hombre, una materia que ayuda a la ardua tarea de conocerse mejor; por ende, al ser, en la actualidad, una materia relegada, no extraña que el ser humano se encuentre tan sumergido en ese profundo abismo de los tiempos modernos. Yo no digo que la psicología cambiará al mundo, porque así como el terapeuta no cambia al paciente, el paciente se cambia a sí mismo, al mundo lo cambian las personas (y sus instituciones) pero éstas se encuentran desamparadas en un entorno que proporciona más angustias que soluciones; en un entorno donde, hoy día, influyen más los medios que las relaciones humanas.
Por ende, en estos tiempos modernos, la psicología se ha convertido en una opción secundaria (o incluso terciaria) en la lista de elecciones de una persona. No es el inamovible titular que procura un mejor desarrollo en la vida personal y colectiva sino algo así como el rómpase-en-caso-de-incendio que usamos cada vez que el fuego nos alcanza y se requiere de un as bajo la manga que prometa (o al menos procure) su extinción.
Con lo dicho, no quiero decir que la psicología no sea una materia redituable o que no proporcione gozos a quien la ejerza, para nada, al ser una materia cuyo principal objeto de estudio es el hombre, los logros y preocupaciones son constantes, las aportaciones y consternaciones hacia la sociedad son seguidas, mis palabras van más en el sentido de los ritmos de vida que llevamos en la actualidad y que nos obligan a estar más atentos del entorno que de nosotros mismos, que nos tienen sumergidos en ritmos tan frenéticos y rapaces donde la ley del más fuerte se vuelve lo más importante.
No olvidemos que la psicología es una materia guía, complemento del hombre, una materia que ayuda a la ardua tarea de conocerse mejor; por ende, al ser, en la actualidad, una materia relegada, no extraña que el ser humano se encuentre tan sumergido en ese profundo abismo de los tiempos modernos. Yo no digo que la psicología cambiará al mundo, porque así como el terapeuta no cambia al paciente, el paciente se cambia a sí mismo, al mundo lo cambian las personas (y sus instituciones) pero éstas se encuentran desamparadas en un entorno que proporciona más angustias que soluciones; en un entorno donde, hoy día, influyen más los medios que las relaciones humanas.
Pareciera que de psicología solo hablan los psicólogos, que la materia fuese solo una zona exclusiva de quienes son parte de su comunidad, y esa sensación da porque ajeno a las personas involucradas en la materia (y a días específicos como hoy) poca gente externa habla sobre psicología, hace mención de ella o la considera como una opción. Lo que hace falta es una mejor traducción de la psicología en cuanto a que todo lo representativo de la materia ayude a crear un mejor concepto de lo que es y no es y que no quede únicamente —a los ojos del extraño de allá afuera— como la puerta que se abre, la opción que se elige, cuando la locura se instala en nosotros. A la psicología le atañen tanto sanos como insanos.