Un gusano andaba por la calle a paso acelerado en una misión suicida (y cuando digo suicida me refiero a cualquiera que requiera valor para su desempeño): llegar al final de la acera. No apenas empezando el recorrido, un par de pies surcan los aires y aterrizan con fuerza en un acto de gravedad, causando un impacto sonoro que hace mover la tierra pasando la suela cerca pero sin causar ninguna pérdida. A continuación, las llantas de una carreola pasan bajo una cuádruple señal de amenaza dejando al gusano presa entre ocho mortales ruedas y un par de pies que no dan tiempo de espera; un acto aventuresco digno de Indiana Jones donde el más mínimo movimiento se convierte en salvación y tragedia. Ya en la parte final, la amenaza llega en otra forma: del cielo brota la humedad consecuencia de unas nubes bastante negras; gotas de lluvia chocan con el pavimento y golpean con severidad el suelo y a su vez su cuerpo, arrastrando al animal a un arroyo entre envoltorios y demás desechos en un desenlace que se encuentra al interior de un abismo negro.
domingo, 30 de diciembre de 2018
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