Nuestra pelea fue tonta y absurda. No una guerra. No peleábamos por territorio ni posicionamiento. Fue simplemente una riña de dos personas desencadenada por el rencor y odio que nos retenía y aprehendía. Los golpes eran el lenguaje del que es prisionero de sus propias abominaciones. El reencuentro de este encuentro es la amargura del que te llevas a tu lado. Personas de la misma estirpe, del mismo vientre, del mismo nombre que presente, fue a quien los golpes lastimó más.
Esto no se olvida. Lo ratifico día a día. Cada mirada, cada cruce, incomoda. Es convivir con alguien con quien las fotos no coinciden. Alguien que cabizbajo alude a los recuerdos de aquel momento turbulento. Me gustaría decir que fue una simple amistad la que he perdido, un distanciamiento con algún primo o vecino pero con pesar digo que he extraviado a mi hermano. No queda más que escudriñar aquellas ruinas del pasado.
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