Él le entregó una pequeña caja de cartón. De esas donde vienen los chocolates en forma de huevo. Ella lo inspección cuidadosamente. Volteó a verlo. Él la miraba fijamente. No hacía mueca o gesto alguno. Expectante a su respuesta. Ella decide abrir la caja y saca el chocolate. Su gesto fue sorpresivo, como preguntándose de qué clase de broma era parte. Aplana el huevo. En su interior otro ovalo de plástico. Lo abre, y ve un anillo con una piedra tan brillosa como la dentadura de él asomándose tras su la sonrisa. Ella se emociona, esta al borde de las lágrimas. Él se para y la abraza.
Moraleja: las sorpresas vienen disfrazadas de complicidad. Y ella fue la cómplice de él. Nunca habría imaginado tremenda petición. Aquel hombre apático al matrimonio, a los enlaces, había tomado una decisión por ambos. Por que al fin y al cabo, el amor es una reservación para dos; una pesadilla que por enamorarnos acaba.
Moraleja: las sorpresas vienen disfrazadas de complicidad. Y ella fue la cómplice de él. Nunca habría imaginado tremenda petición. Aquel hombre apático al matrimonio, a los enlaces, había tomado una decisión por ambos. Por que al fin y al cabo, el amor es una reservación para dos; una pesadilla que por enamorarnos acaba.
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