En el regazo del silencio
Y ahí estaba yo: visualizando el horizonte como una segunda oportunidad, caminando entre el césped seco víctima de un sol inclemente, que no hacía distinción entre raíz o epidermis, apartando con mis pies las colillas del cigarros y los envases de algún refresco que habrían terminado en un placer superfluo, de esos que solo puede otorgar el momento y que suelen acabar en un breve pero nutrido aliento; y ahí estaba yo: viendo cómo los pájaros volaban de árbol a árbol cantando entre sus ramas melodías que jamás logré interpretar por falta de alas, descifrando la velocidad de aquellos automóviles que se oian a lo lejos y que manifestaban el frenesí tan complejo de nuestros tiempos, donde las alcantarillas gritaban pero no eran más que de vuelta ser atropelladas, comprendiendo lo que es el tiempo para aquel hombre en aquella construcción martillando madera y poniendo la varilla en su lugar, para aquella águila que planeaba por los cielos y cuyo descenso parecía ir en contra de toda ley de gravedad, para aquel hombre de la mirada vacía y pensamientos distantes que decidió deambular sin mayor esperanza que la de encontrar su lugar.
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