Me hice preguntas acerca del amor. Me hice preguntas acerca de tú y yo. Me hice el occiso un rato. Me hice Picasso a garabatos. Mis pinturas no son excelsas, mucho menos inmensas, pero si demuestran que mis fantasías son tan tercas como quien se aferra a estas teclas. ¿La pintura es vivida? Mmm... ¡Hibrida! Sí, en ella están mis temores, ilusiones, sonrisas y trizas; es como un sueño hecho realidad, ¿y acaso no es la realidad no es una pesadilla? ¡Qué de rencillas se forman cuando las cosas suceden sin nuestro nombre al final! Necedades que me han llevado a crear, forrar, encuadrar, este pictórico recuadro de dos cuerpos que se funden en consuelo de obcecado occidental.
Lo que necesito son alas, y no de mariguana, cebada o red bull; necesito las agallas, la valentía, la osadía de quien da un paso sin importar que retroceda dos. ¿Tan alto es el costo de la palabra? ¿Tan bajo el valor de mi esperanza? ¿Tan opaco el argumento de mi andanza? Quizá mi historia no sea de fanfarrias, de champaña, sino de periferia, de histeria, de ver el pebetero arder y jurar ser un alienigena.
Explicitas no han sido mis líneas, así que guarden su algarabía para estrofas más nítidas. Lo mío es implícito, es rumiante, es desesperante, es tratar de explicar lo que divaga por mi cabeza mutante. Dicen que el primer paso para obtener algo es desearlo, el segundo maquilarlo y el tercero tomarlo: yo he soñado tanto que me he estancado en mi propio fango. No hay depresión alguna en lo que escribo, ni pensamientos con la placa "suicidio", hay reflexión de un ser vivo, de un hombre pervertido por lo que ha dejado de hacer en 24 años de activo.
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