Mi frustración supera mi inspiración.
Mi ansiedad consume mi credo.
Mi espada se arquea cual caña.
Mi sudor se arrastra y me baña.
El tiempo se hace pesado y cansado.
En mis párpados se proyecta mi derrota.
Mi manos palidecen; mis puños enrojecen.
Mi mirada es fija e indiferente.
Mientras tanto, una voz en mi cabeza dice:
No corras que has de tropezar.
No mientas que has de enamorar.
No te aferres que te has de abandonar.
No busques demasiado que te has de extraviar.
No intentes delatar al mundo que tu nombre aparecerá.
No intentes escribir tragedias que te condenarán.
No intentes desterrar ilusiones que frígido sucumbirás.
No intentes envenenar tus palabras o tu ponzoña sorberás.
No busques conflictos; busca veredictos.
No busques aclarar; busca orientar.
No busques banalidades; busca realidades.
No busques despertar; busca soñar.
Y así, cual humo meneándose por el aire, desapareció.
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