Bienvenidos sean ustedes a la matriz de la apatía,
al génesis de toda anomalía y desilución,
a la concepción de la más despiadada tragedia,
a la inmolación del pensamiento y al triunfo del rencor.
Despreciables hedores se suspenden en el aire
enfrascados en la inmensidad del fracaso, seduciendo
los barrotes de la nimiedad custodiado por lúgubres
corredores y crípticas peticiones.
¿Que tan patético puede percibirse el aire?
¿Qué tan ruin puede llegar a ser un gesto amigable?
¿Qué tan profundo puede llegar a ser un beso inoportuno?
Es la desgracia de la calamidad y la cúspide de la paranoia.
Es ahí donde la llama es inexorable, irrevocable,
capaz de enfurecer a la más dócil criatura,
capaz de liquidar al más depurado de los valientes;
es la conclusión de un régimen incompetente.
Adéntrate, acorrálate, libérate si crees que la
supervivencia corre a tu favor, si crees que la
desesperación es tu enajenación preferida en
tiempos donde la mareas son altas y sus estrellas tímidas.
al génesis de toda anomalía y desilución,
a la concepción de la más despiadada tragedia,
a la inmolación del pensamiento y al triunfo del rencor.
Despreciables hedores se suspenden en el aire
enfrascados en la inmensidad del fracaso, seduciendo
los barrotes de la nimiedad custodiado por lúgubres
corredores y crípticas peticiones.
¿Que tan patético puede percibirse el aire?
¿Qué tan ruin puede llegar a ser un gesto amigable?
¿Qué tan profundo puede llegar a ser un beso inoportuno?
Es la desgracia de la calamidad y la cúspide de la paranoia.
Es ahí donde la llama es inexorable, irrevocable,
capaz de enfurecer a la más dócil criatura,
capaz de liquidar al más depurado de los valientes;
es la conclusión de un régimen incompetente.
Adéntrate, acorrálate, libérate si crees que la
supervivencia corre a tu favor, si crees que la
desesperación es tu enajenación preferida en
tiempos donde la mareas son altas y sus estrellas tímidas.
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