Y llorando te encontramos
como tratando de retomar el camino,
buscando entre los arbustos,
arrastrándote en el fango,
decepcionada de no haber encontrado nada.
¿Qué fue de aquella sonrisa, Graciela?
¿Qué fue de aquella alegría que invadía
cada anochecer, cada nuevo día? ¿Acaso tus
ojos se han topado con la realidad?
¿Acaso has finalmente aceptado que a
sombras de la esperanza la ilusión se marchita?
Que tus lágrimas no sean en vano
porque llorar no es cuestión de desahogo,
es cuestión de arrojo; de hacer de su cause
tu salvación, de desembocar en tierra de gigantes.
La debilidad no toma forma liquida, recuerda;
debilidad es ser testigo de tus penurias
y fingir que no se pierde nada a cuestas.
Las lágrimas, amiga mía, abren caminos
pero inundan las mejillas con su apatía.
Sumergida en tu regazo sigues sin encontrar
el motivo de tu naufragio.
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