- No soy socialmente activo:
¿Han escuchado el término "sexualmente activo"? Bueno, a quien se le hace atribución es porque tiene una vida sexual en constante turbulencia, estira y afloja; sexo frecuente, inconsciente, eso es lo de menos, ¿no? Al final que esté adentro es lo que importa, digo, lo de adentro es lo que importa. Así, en mi el término opuesto a "socialmente activo" hace referencias a que no soy ajonjolí de todos los moles; no me la paso estrechando la mano de medio semejante mucho menos soy el centro de atención de polladas, clubes y reuniones. Digamos que no es el rol en el que mejor me desenvuelvo. Podré estar rodeado de personas, convivir, disfrutar, pero al cabo de un lapso de tiempo me fastidio, me incomodo, me alejo; las experiencias a lo largo de mi vida no me han encausado en una recurrente interacción social, en esa búsqueda de aceptación que mitiga la búsqueda del yo, de esa persona que enfrenta la vida siendo lo que la colmena desea, no lo que la abeja persigue. Mi intención no fue aislarme del mundo, ni ahora promover ser apático o misántropo, fue una decisión desencadenada en momentos de incertidumbre que con el tiempo torno en virtud; mira que conocerse mejor no es un don, es una expedición.
- No creo en productos de la necesidad:
Producto de la necesidad básica es aquel al que denomino religión. Tal como la despensa del súper mercado que contiene productos de toda alacena y alimentación, la religión cubre cada muro, expresión y acción. La gente sigue el camino porque causa intriga lo desconocido. Al tiempo que las preguntas, aflicciones y el coro de botarates roen. La religión, desde tiempos remotos, se ha caracterizado por aparecer en los momentos de mayor confusión en el hombre, he ahí su gran apuesta: llegar como luz de toda oscuridad cuando en realidad es simple ficción. Los problemas no se resuelven por un personaje de adoración general mucho menos son impuestos por él. Por esto y otras cosas más que semejantes se encargan de propagar, no soy adepto, inepto o como le quieran llamar.
- El amor como sinónimo no antónimo:
Siempre lo he dicho: el amor es una epidemia; se propaga con tal rapidez que cuando menos lo esperas tus manos, labios y brazos están conectados con otros. Lo cual me parece alarmante. Para mi el amor debe llevar un proceso, una interacción mucho más valida y congruente que un "flechazo", antojo o simple química. Muchas de esas relaciones comienzan fructuosas en cosas corporales (besos, sexo, arrumacos), no sentimentales, de esas que determinan una comunión que no se convierte en dependencia; donde ambos están conscientes de que un amor siamés no es lo adecuado. Toda esa palabrería se escucha idílica pero es la manera en que manejo la palabra. Por más que las posibilidades de hallar quién lo ponga en juego conmigo sean bajas. Entiendo que lo inconsciente predomine pero no abusen. Empiezo a creer que Freud no estaba del todo deteriorado por la cocaína.
- En mi orden encuentro orden:
Déjenme platicarles algo: soy un desastre en cuanto a organización. Un ejemplo que aplica en toda su extensión es mi cuarto; el entrar a él es empezar a sortear obstáculos que voy dejando regados por el piso cuando llego de la escuela o algún otro lugar. Los golpes y resbalones se pueden dar. Incrementando el rango de riesgo por lo estrecho que es mi cuarto. La papelería, libros, útiles y demás objetos hace que parezca una bodega de objetos perdidos o algún almacén húmedo y antaño que se pueden encontrar en zonas céntricas abarrotadas de libros. Si se esculca bien, puedo encontrar desde las llaves que tardo en recordar dónde deje para irme con rapidez a la escuela o uno que otro peso, boleto o nota que en su momento busqué y me di por vencido. Quizá sea cierto que como se tenga el cuarto, es como tenemos archivada la información en el cerebro. Ahora comprendo porque llegan a mi las respuestas cuando el examen pasó. No obstante, tengo un orden y no es de arraigo.
- No hablo pero qué tal rayo:
Hablar no es mi principal cualidad. Lo hago cuando una clase he de dar o cuando estoy platicando con un amigo en particular. De ahí en fuera, soy taciturno, poco expresivo, me podrían catalogar como frío pero en verdad no me enfadaría. Así he vivido. Así continuaré aunque en estos tiempos miles de palabras valgan más que el silencio. No quiero convertirme en un parlanchín que encuentra en sus palabras su mejor principal diversión o agrede pensando ser superior; para mi hablar es una terapia, despojarse de miedo, rencores y pasiones que permean muy adentro. Es medio de diversión, expresión; hoy, mas que un panegírico es abominablemente inverosímil.
Así que, a falta de palabras me explico por este medio. No seré el mejor escrito urbano, mundano o espontáneo pero intento transmitir un mensaje que le motive a zarpar, recapacitar o como en esta ocasión, conocerme mejor. A estas alturas de mi vida, y en la carrera que estudio, me he dado cuenta que todo esta sopa de letras sirve para encaminar todo lo que en tu interior persiste. No pude encontrar mejor pasatiempo cuando abundaba el tiempo. Con cada escrito corroboro que escribir es una catarsis; cuando la fónica dice no, la sintaxis sí.
Un momento de palabras que no espero entiendad: comprendan.
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