"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

sábado, 22 de octubre de 2016

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La ilusión de la seguridad.  Concepto que alude a una de mis películas favoritas: "Fight Club". Dicho filme no es únicamente bueno por las actuaciones de Edward Norton y Brad Pitt sino por ser una crítica a la sociedad y sus estilos de vida agotadores y consumistas. Y entre una de las tantas frases y momentos celebres de la película uno de los que viene a mi cabeza ahora es: The Illusion Of Safety. Tal expresión surge a propósito de un cartel que explicaba los pasos a seguir en caso de haber un percance en un vuelo. Lo que Taylor Durden explica es que lo único que hacen dichos pasos es sedarte para aceptar un inevitable destino en vez de realmente alejarte del peligro. Y en la actualidad sucede algo parecido. Se dan indicaciones de qué hacer para evitar un percance pero en realidad dichos pasos a seguir no son más que ilusiones de seguridad destinados a hacernos creer que uno tiene el poder para cambiar la situación cuando en realidad dicho cambio se encuentra a una distancia considerable de donde nos encontramos. No, esto no es una manera conformista de ver o encarar una problemática simplemente ejemplifica que ciertas situaciones están lejos de ser resueltas por uno mismo.

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Ella se acerco a mi llorando, y llorando habló. A veces los sentimientos son como el dinero: gastamos porque tenemos, no porque sepamos gastarlo bien. Ella quería hacerme sentir. Ella quería provocar algo en mi. Yo no lo permití. No permití convertirme en un volcán y hacer erupción para que después los resultados sean los mismos o peores. Si algo me han enseñado las lagrimas o manifestaciones sentimentales afines en los últimos años es que son una excusa egoísta para decirse humano. Sus lagrimas sirvieron para solucionar nada pero ella se dijo purificada. Pero purificada es el agua que bebemos más no el entorno en que nos movemos. Deberíamos empezar por purificar eso. Deberíamos empezar por aprender que no todo lo que sentimos es bueno, ni que tampoco es bueno externar todo lo que sentimos. Pero el mundo de hoy está inclinado al sufrimiento personal, ajeno o colectivo que sentir se ha tornado en una experiencia sadomasoquista donde ninguna formalidad o correcta administración sentimental es permitida. ¿Se supone que siga aquí sentando recibiendo mi castigo o debería llorar contigo? Bajo al ritmo al que andamos, ninguna es la solución más humana ni mucho menos atinada.

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La gente dice: "tú sólo quieres culpar a otras personas". Pero son las otras personas las que me culpan a mi. No, no he dejado de ser "chévere". Si dicha palabra alguna vez se relacionó conmigo. Lo que ha dejado de haber es el contacto, la frecuencia, la convivencia, esa cercanía tan necesaria en la relación de dos o más personas. Pero las cosas son así. No es el mismo círculo de personas. No son las mismas personas.  Avanzamos y atrás vamos dejando lo que parecía perdurable, duradero. No hablemos de corta memoria más bien de largas distancias. ¿Que por qué no escribo como antes? Porque las cosas no me inspiran como antes. El mismo cuarteto, tocando la misma nota. ¿Que me masturbo con la foto de una amiga? ¿Y que hace ella con mi vida? La palabra amistad ha sido un mote que otras personas han usado para escalar peldaños y que te deja pensando si realmente existe después de todo lo pasado. Lo que sea que haya hecho en mi vida, es mi vida y los problemas abarcan dicha totalidad, así que mis problemas son los problemas de nadie más, son cosas que a mi me toca solventar y que, con todo lo que sucede, no se ha hecho más que confirmar a veces más es menos sobretodo cuando la situación no corresponde a tantos nombres. Mis amigos son los aliados de otros. Y sí, también me usan para su placer. La vida ha cambiado tanto en los últimos años, que no puedo ni siquiera adjudicarme dichos cambios pues no fueron planificados por mi, no soy el arquitecto de mi propio devenir o porvenir. La ilusión de la seguridad: la sensación de que está en mis manos lo que no lo está. Al menos no en esta vida.

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