A lo largo del camino que conducía a la parte más alta de aquel puente, se esparcían mensajes sobre el suicidio aludiendo a la terrible decisión de quitarse la vida. Pero yo no estaba ahí para tal sacrificio. Para mi el suicidio es de cobardes. A la vida debe encarársele. Y el suicidio era como darle la espalda. Yo estaba ahí para contemplar, para reflexionar, para respirar, para sentir esa libertad que hace mucho no sentía. De tantas personas que vivimos aquí, el aire ya no es suficiente; aunque daba la impresión de ser el único en haberlo inhalado.
Cuando la gente no tiene nada que decir, dice cosas positivas. Como en los funerales donde la gente da el pésame y después habla de lo maravillosa que es la vida para disipar ese aroma a muerte que ronda el lugar. Y hoy lo que se vive es un funeral. Y hoy lo que se experimenta son las sensaciones que deja el ya no estar. Hoy todo lo que queda y a todo lo que nos aferramos son los sentimientos. Por eso hablamos de lo bella que es la vida y de las cosas buenas que deja por más que el dolor asecha, por más de que esa sensación de finitud ronde nuestras cabezas.
No queremos dejar de sentir aun y cuando no sepamos qué es lo que sentimos, aun y cuando no sepamos qué es lo que queremos sentir; no queremos perdernos de nada aun y cuando nos hayamos perdido de mucho. Queremos sentirnos vivos aun y cuando esa intensidad nos arroje a la muerte, a esa muerte que tanto tememos y a la que con fiereza combatimos. Pero nadie escapa de la muerte ni siquiera hablando de la vida. Ni siquiera hablando de la muerte. Nosotros solo queremos seguir sintiendo o lo que más se le parezca.
Cuando hablo de la muerte todo parece lúgubre y frío pero cuando hablo de la vida los escenarios se parecen. Por eso no me llamo a mi mismo pesimista. Me llamo a mi mismo un reflejo del golpe de la vida. O debería decir de las vidas pues somos varios los que vivimos aquí. La vida no es un calabozo donde la oscuridad reina y la gente muere de a poco pero la vida no es tampoco un lugar donde el sol siempre brilla y su luz nos ilumina los ojos.
Pero ahora que lo veo, se necesita mucha valentía para brincar desde aquí...
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