Un hombre ve una estrella fugaz pasar. Pide un deseo. Desea que sus brazos fuesen lo suficientemente largos para poder abrazar. Al cabo de un rato, sus brazos han crecido tanto que hasta las estrellas puede tocar. De repente, un hombre se acerca a él y le pregunta si existe mejor experiencia que la de tocar el cielo. A lo que él responde: sí, la de dos cuerpos.
jueves, 19 de febrero de 2015
lunes, 16 de febrero de 2015
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Cada vez que tomo esta arma a mi vida se le restan segundos. Me miro al espejo y pregunto: ¿puedo morir en ambos lados? Dejo el arma caer. Se escucha un disparo. Alguien ha muerto al otro lado. Y es mi reflejo. Porque mi cuerpo sigue ahí parado, preguntándose quién habrá disparado; ¿habrá sido suicidio u homicidio calificado? ¿habrá sido el destino o la fatalidad quien estuvo conmigo? Camino, con las manos en los bolsillos, mirando por el rabillo si ha quedado algo vivo o soy lo único que sobrevivo.
jueves, 12 de febrero de 2015
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Carta al amor
Yo no sé si tu existas. O si alguna vez hayas existido. Yo no sé qué tan lejos vivas, si es que existen coordenadas en tu camino. Yo no sé si seas físico, un estado mental o un momento compartido. Yo no sé cuáles sean tus alcances, o de lo contrario, limitantes. Yo no sé si usas flechas o suspiros para unir amantes. Yo no sé si estás hecho de helio o simplemente es todo más ligero contigo. Yo no sé si seas verdadero, si alguna vez habrás tocado mi puerta, si te habrás sentado a lado de mi en una banqueta, si habrás leído conmigo aquellas novelas o contado estrellas, si habrás compartido conmigo aquella pizza hawaiana sin refunfuñar, si habrás llorado, pataleado o gritado conmigo para no desentonar; pero en dado caso de que no hayas estado, hoy te escribo para recordarte que aún reconozco tu encanto singular.
miércoles, 11 de febrero de 2015
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¿De quién es el mundo? ¿Del valiente? ¿Del incoherente? ¿Del cobarde que no se atreve a dar un paso al frente? ¿Del escritor que narra una vida entre paréntesis? ¿Del tipo que avienta fuego por la boca a falta de otro placer ajeno al diésel? ¿Del psicoanalista que habla de energía pulsional y fuerzas inconscientes como si hablará de la saga de Star Wars? ¿De la madre que se parte a sí misma para darle a sus hijos lo mejor de esta vida finita? ¿Del padre que lleva a sus hijos al parque para enseñarles la diferencia entre momento e instante? ¿De la abuela que hace pasteles y decora sonrisas? ¿Del artista que ve en aquel par de zapatos raídos que cuelgan del cableado un motivo más para no dejar de caminar? O quizás el mundo no tenga dueño. No pertenezca a un ser supremo o a un ser excepcional. Quizás el mundo solo da vueltas y nosotros nos encargamos de poner todo en su lugar.
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En el regazo del silencio
Y ahí estaba yo: visualizando el horizonte como una segunda oportunidad, caminando entre el césped seco víctima de un sol inclemente, que no hacía distinción entre raíz o epidermis, apartando con mis pies las colillas del cigarros y los envases de algún refresco que habrían terminado en un placer superfluo, de esos que solo puede otorgar el momento y que suelen acabar en un breve pero nutrido aliento; y ahí estaba yo: viendo cómo los pájaros volaban de árbol a árbol cantando entre sus ramas melodías que jamás logré interpretar por falta de alas, descifrando la velocidad de aquellos automóviles que se oian a lo lejos y que manifestaban el frenesí tan complejo de nuestros tiempos, donde las alcantarillas gritaban pero no eran más que de vuelta ser atropelladas, comprendiendo lo que es el tiempo para aquel hombre en aquella construcción martillando madera y poniendo la varilla en su lugar, para aquella águila que planeaba por los cielos y cuyo descenso parecía ir en contra de toda ley de gravedad, para aquel hombre de la mirada vacía y pensamientos distantes que decidió deambular sin mayor esperanza que la de encontrar su lugar.
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