Deberíamos de tener derecho a morir al menos una vez al día. Así veríamos la vida en 360° y no en 365 días. Deberíamos... pero la vida es tan tentadora por lo que viene. Un hombre toma una moneda en su mano y la lanza cinco veces; acto seguido, anota el lado que ha tomado. A este método le ha llamado la estafa del destino. Según él, no hay poder en este mundo que después de ser alterado cinco veces siga corriendo por el mismo lado. Lo que es una realidad, es que las cosas ya no son las mismas desde el primer volado. "Pragmáticamente hablando, una moneda es lo mejor para decidir si comprar helado de vainilla o napolitano; no para definir el futuro inmediato", resume un amigo al descubrir que una moneda no solo paga la cuenta sino también te saca de líos. Y después de tantos azares, ¿qué es el día siguiente? "Una píldora anti-aborto capaz de convertir toda metida en una forma continua de esperanza", define un médico frustrado recurrente en bares y zócalos locales.
¿Qué es un buen augurio? "Un balón en el larguero, una moneda de diez pesos en la máquina expendedora de Coca, un condón, el periódico de hoy, la última cerveza del refrigerador, la prueba contundente de que la suerte también tiene mal olor: pisar excremento de perro mientras uno camina sin preocupación", enumera un enajenado visitante de casinos al preguntársele por qué lleva un muy ajado babero consigo. En mi bolsillo, la última moneda de diez, y esta vez, no sé si lanzarla a la fuente como Fernando Platas tras salir del trampolín o depositarla en aquella máquina malhadada víctima de mentadas y una que otra patada. No cabe duda que uno es dueño de su destino y a esta moneda no le queda otra que dar su mejor pirueta.