De repente el frío desaparece para volver más fuerte,
de repente me vuelvo sensible e inocente, de repente
me vuelvo apático convaleciente: un imago recurrente.
¿Qué tan profundo es el amor?
¿Qué tan profundo es el rencor?
¿Qué tan profunda es la fijación?
¿Qué tan profunda es la pasión
que obsequiamos al mejor postor?
No son tiempos de viajes espontáneos,
no son tiempos de versos almibarados;
son tiempos de argumentos elocuentes,
de ser escultor y no delincuente.
Soy el vicario de aquel viajero macilento,
soy el apóstol de juramentos jamás llevados a hechos;
soy el reflejo de lo que debería ser pero
entre tanta tiniebla se torna difícil emprender.
Nos pasamos la vida cerrando párpados y
delineando trazos que no son siquiera la
ruta de nuestro adagio; somos hijos del viento
sin importar cuan profundo sea nuestro hálito.
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