"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

jueves, 16 de julio de 2015

Lo que las letras dejaron: Los Hijos de Sánchez

Hace algún tiempo, tuve la fortuna —hasta ese momento desconocida— de adquirir uno de los mejores títulos que he tenido la oportunidad de leer, no únicamente por la magnifica historia basada en hechos reales y narradas por sus protagonistas, sino también, porque presenta uno de los rostros del país: la pobreza; exponiéndolo de manera sublime en historias que llegan a involucrarte y ver cómo realmente vive la gente en dichas condiciones. No obstante el libro fue escrito en 1960, mucho de aquel desesperanzador panorama prevalece en la actualidad.

El libro narra la historia de una familia mexicana, bajo la voz de cada uno de ellos, en un contexto de pobreza en una zona sumamente conflictiva de la Ciudad de México: Tepito, más exactamente, en el barrio de Bella Vista. La familia está conformada, en orden, de la siguiente manera: el padre, Jesús Sánchez Vélez y sus cuatro hijos: Manuel, Roberto, Consuelo y Marta. A lo largo del libro, se presentan relatos en voz de cada uno de ellos, tomados de una grabadora que Oscar Lewis (autor) usó para grabar sus historias.

Conforme las páginas avanzan, uno se va introduciendo un poco más en la vida de cada uno de los personajes, quienes van contándonos sus experiencias personales en la familia, en su infancia, en la calle, en su vida en general. Muchos temas interesantes asoman de este libro, pero el que más llama poderosamente mi atención, es la corta de edad que los personajes tienen y todas las cicatrices que cargan ya en sí, todos los golpes que les ha propiciado la vida en tan corto tiempo, demostrando, una vez más, lo difícil, lo complicado, lo despiadada que es la pobreza; escenario y matriz de muchos eventos trágicos, caóticos, así como de varios círculos viciosos que se presentan conforme la lectura transcurre.

Entre los temas que más llamaron mi atención, he elegido sólo cuatro para desarrollarlos a continuación. A saber: violencia, familia, idiosincrasia y pobreza. Dichos tópicos han sido de mi interés porque considero que representan mucho a nuestro país al mismo tiempo de ser temas de constante conversación no únicamente por expertos en la temática sino también por sus ciudadanos.

Violencia

Punto bastante recurrente a lo largo del libro y respecto a este tema tengo una reflexión: mientras que una persona con dinero puede mandar a sus hijos a expresarse por medio del baile, la música o la pintura, en general, el arte; en la pobreza, la máxima expresión, el punto más álgido de manifestación interior, lo equivalente al arte en las calles, es la violencia. Desde el padre que reprende a los hijos a gritos y golpes hasta las peleas en calles y bares la violencia es una constante. Una carta sumamente utilizada en un contexto donde el machismo, la hombría, sobresalen. El impulso, el arrebato, es aquí la voz de dialogo; la palabra no existe. A falta de educación, los golpes enseñan.

Y lo aquí presenciado no dista mucho del presente. Ya hemos visto como México inició la guerra contra el narco, como han sido violadas y asesinadas jóvenes adolescentes, como niños matan niños, como han sido secuestrados normalistas, como han sido asesinada gente inocente a mano del gobierno; más la violencia que se acumula del pueblo y que no aparecerá en la televisión o periódicos pero que igualmente es asfixiante. Vivimos en un entorno repleto de violencia vigente en televisión, hogares, compañías, escuelas y calles. Es el alimento de cada día del mexicano. Un alimento que pasamos a golpe de pecho.

En las zonas más necesitadas, con profunda carencia y ausencia de ley, normas, reglas, en un estado de completa anarquía, donde cualquiera puede hacer lo que quiera, donde el fuerte manda, la violencia se convierte en algo sumamente importante; algo comparado con un título, comparado con una medalla, un diploma, un reconocimiento, algo que impone respeto ante el otro, algo que le hace superior en los terrenos donde la supervivencia del más fuerte o el más chingón para los golpes lo es todo. En esta zona, más parecido a una jungla, la violencia, la fuerza, es la condición más elevada; más elevada que el conocimiento. Así como dos cimarrones se agarran a topes por liderar la manada, aquí dos hombres se agarran a golpes para separar a los fuertes de los débiles.

Idiosincrasia

La manera de pensar del mexicano es en ocasiones divertida y en otras tantas alarmantes. Pero a continuación presentaré cuatro tópicos que se presentan constantemente a lo largo del libro y que son representativos no sólo de la temática sino de la vida del mexicano antes y después:

Comunidad: La historia tiene como locación principal una vecindad. Y las vecindades son pintorescas. Basta con recordar la vida que llevaba El Chavo del 8 en el programa del mismo nombre. Aquí, pasa algo parecido. Nos encontramos con varios personajes que complementan el contexto de pobreza en el cual se desarrolla el libro. Y no es que éstos tomen protagonismo, no es así, simplemente que con sus ocurrencias, chismes, reuniones, mitos, remedios y demás cuestiones impregnan un poco de color al libro.

La vida en vecindad es la vida de todos. Porque aunque los muros separen, la información llega a oídos del otro. Al vivir en comunidad, una, por cierto, muy aglutinada, es mucho más fácil saber las intimidades del de enfrente o el de a lado. Ahí se comparte todo: desde la diversión patrocinada por la palomilla de muchachos que, cual manada, van por las calles en busca de aventuras, ya sea retando a otras palomillas o haciendo travesuras entre ellos mismos; o el grupo de jóvenes que se junta para bailar, para disfrutar de la noche y de la compañía, para galantear y cortejar a la chica o simplemente para disfrutar de las melodías hasta los pleitos entre vecina y vecina o el menjurje para aliviar malestares y demás dolores.

Un aspecto que me pareció llamativo de la vida en vecindad, con la pobreza como escenario, es cómo los pequeños detalles toman gran resonancia. Bastaba con que una persona comprara un televisor, para que se le dijera "que ya era de la alta" o que alguien estudiara o simplemente se arreglara, para que se le considerara superior o puta. Y eso sucede, más que nada, porque ante la carencia cualquier detalle, por más ínfimo, se magnifica, no hay detalle que pase desapercibido; todo toma mayor relevancia ante la nada. Aparte, claro está, de una cuestión de envidia muy natural del mexicano quien no puede ver que progresa su paisano porque inmediatamente le llena de piedras el carro, se empieza hablar mal de él, a murmurar, a desacreditarlo por lo que ha conseguido porque duele el verle triunfar o tener más. Cuestión de orgullo nacional.

Machismo: Vaya arca, y como la de Noé, llena de animales que basan su supremacía en impulsos, en fuerza, en poder, en su virilidad, en cuánto pueden coger, tomar o trabajar; en pocas palabras, en quién es más cabrón o quien tiene más huevos. El problema del machismo es la sabana que arrastra el hombre en México y que generación tras generación ha menguado, sí, pero también se ha sofisticado. Ya no únicamente es física sino también psicológica.

Para efectos del libro y su década, se presenta el típico hombre sostén del hogar, el que lleva el dinero a casa, que se rompe la madre trabajando, que se faja los pantalones; el hombre que tiene más de una mujer porque a mayor número, mayor virilidad, una ecuación digna de Einstein o Pitágoras; el hombre que tiene sexo como conejo, a veces a fuerzas, otras a oscuras, pero siempre sin amor, porque los hombres no sienten ("para eso están las mujeres", diría el don); el hombre violento que golpea a su mujer hasta el cansancio; el hombre que exige todo a la mujer y muy poco, poquísimo da.

Pero el lado oscuro del machismo, esconde el lado vulnerable del hombre. Al no saber cómo hacer uso a sus emociones, sentimientos, se vuelve rustico, hosco, violento; todo lo opuesto. El machismo también presenta la irresponsabilidad del hombre, ese que a puesta el presupuesto, el salario, porque él hace con su dinero lo que quiere o el hombre que embaraza a la mujer y después se deslinda de toda responsabilidad porque la hombría termina cuando el pene sale de la vagina. El machismo disfraza la fragilidad del hombre, ese que también es mujer, ese que también siente, llora. El machismo aparece, una vez más, como lo menos hombre del hombre pero lo más valioso a efectos del qué diran, a efectos de sociedad. Una muestra más de que el ego existe.

Religión: Respecto a esta arista, se presenta algo interesante. Por un lado, se confirma la fe que tienen el mexicano, el fervor con el cual asiste a una iglesia, a la basílica o a Chalma a pagar sus mandas. No es algo extraño, que México se conozca como uno de los países más devotos del mundo. La pasión que demuestra en cuanto a religión bien podría ser enfocada, de igual forma, a otros aspectos de la vida diaria del mexicano. Si así como reza viviera el mexicano, si así como se encomienda y se persigna viviera el mexicano, otra historia sería. Tal parece que en lo que respecta a Dios, hay un comportamiento particular, exclusivo; en lo que respecta a su papel como ciudadano, como ser humano, en ocasiones se suele comportar mezquino, ufano. ¿Será el miedo a lo desconocido?

Del otro lado, está, la crítica que presentan en el libro sus protagonistas (en especial Manuel) hacía lo que es la religión. Hace la comparación de su religión, el catolicismo, con los evangelistas. En esa reflexión que tiene, se da cuenta de lo estricto que son los evangelistas comparado con el suyo propio y lo cual lo privaría de las cosas que más le dan placer como el sexo o apostar, sentenciando su reflexión con la frase "creo que no nací para mártir" al tiempo que habla de la vida de Jesús comparada con la del Vaticano; ambas tan diametralmente diferentes. Este tipo de reflexiones me parecen interesantes ya que, desde mi punto de vista, dan muestra de conciencia, da muestra de lo que la religión debería de ser: más que una simple creencia. Porque, en varias ocasiones, pareciera que se es religioso de manera automática, sin plena convicción, más por tradición que por elección siguiendo una creencia más por esquemas sociales, por darle el gusto a la mamá o a la abuela que por verdadera devoción.

Realmente, el tema de la religión no es muy protagónica pero sí constantemente mencionada en la figura de Dios (en frases muy comunes como "si Dios quiere"). Más que enfocarse en aspectos de la fe, se toma un rumbo más de supervivencia. Al fin de cuentas, la narrativa es individual, no colectiva; representa a una persona no a un conjunto. Aunque los trajines o sacrificios que hacen cuando el tema se presenta, son representativos de nuestra cultura, una que cree mucho en las imágenes, en la figuras (desde santos hasta Dios) y que suele ver la vida en matices (mientras la persona paga el manda, sufre, a la vuelta de la esquina un conjunto toca canciones y la gente baila, goza). Y vaya que hubo presencia de nombres de santos. Figuras más intimas que los dioses y que guardan una estrecha relación con vínculos familiares más personales; a doc con el tipo de comunidad en la que viven.

Mujer: Ya que la historia presenta el relato de dos mujeres, me parece importante incluir el rol que representan dicho género en el libro. Como es de esperarse, las mujeres son vistas de manera secundaria, con muy bajo valor, presentadas como madres de familia y amas de casa fieles a los esposos aunque éstos se comporten de mala manera, de mala forma con ellas. Su imagen es subordinada, sumisa, fiel a las ordenes de sus maridos, prestas para cuando él llega del trabajo en la noche o para lo que a él se le antoje. Su presencia, a comparación de la actualidad, es bastante devaluada.

Mientras que Consuelo muestra un rostro femenino más de superación, de nulo estancamiento, más correcta, formal, sin tanto vago amorío, ni hijos aquí y allá; su hermana, Marta, presenta un rostro más inexperto, vejado, maltratado, raído, una panorama bastante triste. En lo que coinciden ambas es en la credulidad, en esa creencia ciega ya sea para el hermano o para la pareja; sin importar que acaben siendo engañadas, defraudadas. Esa fe ciega tan distintiva de la mujer. Quienes acaban entregándose por completo y acaban perdiendo enteramente. Aunque cierto es, que entre las mujeres, también existen las cabronas: esas féminas que hartas de ser humilladas, denostadas, acaban comportándose como los hombres que las engañan; con total desparpajo y sinverguenza, acostándose con uno y con otro o trepándose de sus ingresos. Una especie que juega con el interés del hombre (mayoritariamente sexual) y que de a poco va, como se diría coloquialmente, sangrándolo.

Aunque las mujeres hoy día han ganado terreno en puestos que antes eran solo de hombres, los puestos importantes, los de peso, como antes, siguen siendo para los varones. Hoy día las mujeres son más autosuficientes, menos atenidas a un hombre, mucho más determinadas, tienen mayor voz y voto y, como lo comente antes, están presentes en esferas que antes eran exclusivas del género masculino (por ejemplo, el fútbol). La similitud sigue siendo que siguen viviendo en un mundo de hombres no obstante sean mayoría o más capaces intelectualmente. Las distancias se han acortado, sí, pero en lo que respecta al género femenino quedan cosas por hacer, en primer lugar, aprender de los errores del hombre. Porque no se busca hegemonía, se busca equilibrio.

Familia

La familia es un elemento de suma importancia en nuestro país. Tiene su día particular. Los domingos, generalmente, solemos dedicárselo a ella. Es el medio por el cual las instituciones y los medios llegan a nosotros, es el medio por el cual aprendemos a convivir con los demás, es nuestra primera escuela, es la raíz de toda educación personal, es donde el hombre de futuro se empieza a forjar. Y en este libro, la familia no es nada unida y muy disfuncional. Es un sistema dirigido de manera paupérrima por Jesús Sánchez.

Aunque el señor, dignísimo trabajador y siempre presente en lo que se refiere a alimento, asto, techo, ropa, calzado, aspectos no menores pero superficiales al fin de cuentas, ha fallado en una cosa importantísima: estar ahí para sus hijos y no únicamente de manera material, sino también corporal, afectiva, sentimental, aspectos fundamentales para crear vínculos inquebrantables y formar mejores seres humanos. Pero Jesús Sánchez es el arquetípico hombre de su época: autoritario. Se dedica a regañar, a reprender, a cumplir con su labor como hombre más que como padre, pero descuida muchísimo la parte humana, la parte sentimental, la del padre que escucha y conversa, que es abierto y flexible y no solamente imponedor de sus normas y leyes. Si fuese un gobierno, sería un gobierno represivo y totalitario.

Los mismos hijos hablan de ello. Lo ven como un padre distante, frío, inexpresivo emocionalmente, pero al mismo tiempo, como alguien que ha derramado hasta la última gota de sudor y esfuerzo por ellos para darles una vida digna. Lo aman. Lo odian. Ambivalencia para nada extraña. Ambos sentimientos son más afines de lo que parecen. ¿Qué hay de sus hijos? Bueno, hay de todo. Tenemos a Manuel, el mayor, chambeador, callejero, desobligado, apostador, pelionero, soñador. Le sigue Roberto, el más desorientado y maltratado de todos, cleptómano, limítrofe, ve la vida con total desinterés y desanimo; Consuelo, la más educada y formal de todos pero la de menos importancia dentro de su familia, taciturna, meditabunda, moral; y por último, Marta, la favorita de papá pero la de menos experiencia y recorrido, la más frágil y vulnerable de todos.

Entre ellos no conocen la unión, la fraternidad, el afecto, el amor. Tal y como fueron criados posteriormente se vería repetirían los mismos patrones que recogieron de su entorno. Nada de vínculos fuertes, duraderos, todo superficial, banal, con muy poco apego.

Tan importante es la familia, y no únicamente hablo por el libro sino de manera general, que muchos de los errores o aciertos que cometemos como adultos o adolescentes, los aprendemos de ese primer núcleo que tuvimos/tenemos en casa. De tal importancia es, que lo que se coseche en esas primeras instancias formativas, hablaran de nosotros como el futuro padre de familia o hombre de negocios o de trabajo. En la escuela se aprende a sumar, a restar, a multiplicar; se aprende historia, geografía, pero en la familia se aprende a ser persona de bien, digno ciudadano, esposo, compañero, estudiante. Se aprende a ser persona de beneficio para con el entorno.

Considero, que muchos de los problemas actuales del país (como la violencia, la falta de educación, la ausencia de valores y moral) vienen de los fallos presentados en este microsistema. Cuando los padres no pueden otorgar a sus hijos las herramientas para ser personas de bien, mujeres u hombres de provecho; cuando no se le enseña lo bueno o lo malo o el valor de una caricia, de una palabra, de una bofetada, incluso; cuando lo único que hacen los padres es imponer sus condiciones sin la inclusión de los demás miembros o ser permisivos y dejar que el gallinero se alborote y se pierda el total control, es ahí cuando llegan los problemas que en un futuro germinaran en un mal ciudadano o compañero o pareja o padre, es ahí cuando los patrones se vuelven a repetir y se entra en un interminable circulo vicioso que después resulta tan difícil de extinguir.

Y de eso el gobierno no tiene la culpa. Esa responsabilidad nos pertenece como miembro de familia. Pero como en México es más fácil culpar que admitir, pues entonces que carguen con la culpa los de siempre.

Pobreza

El primer obstáculo presentado en el libro es la pobreza. Es el objeto de estudio. Es el rival con el que deben de luchar cada uno de sus miembros y demás cristianos. Es la cruz que cargan y que les acompaña a lo largo de sus vidas. Es un estigma del cual parece no se pueden deshacer tan fácilmente. Los días tal parecen transcurrir con resignación, bajo la condenatoria frase: "así nos toco vivir".

Pobreza es igual a carencia. Carencia es igual a encontrarse desarmado, desprovisto. Si no hay dinero, no hay comida. Si no hay dinero, no hay luz. Si no hay dinero, no hay asilo. Si no hay dinero no hay nada. Y ahí es todo tan escaso. Con la pobreza llega otro malestar, uno aún más critico, como el de la carencia de educación. El estilo de vida lejos está de ser civilizado; es totalmente salvaje. La gente se conduce más por códigos de los animales que de seres pensantes. También está la analfabetización. Inclusive a veces, se tiene para estudiar pero se acaba todo por truncar. Tal parece que de poco sirve
tener estudios. Saber leer o escribir. Saber la capital de tal o cual país. Tal parece que de poco sirve el conocimiento; basta con saber el lenguaje de las calles.

¿La pobreza te arroja a la realidad? Más bien diría que revela una parte de ella, una particular, más no una general pues la vida no es absolutamente carente. Hoy vemos en la actualidad, que la pobreza continua latente y que sigue siendo nicho de delincuentes, de crímenes, de capos; de serias problemáticas para el país. Hay más pobres que ricos. Y las distancias son cada vez más grandes entre cada grupo. Aunado a eso sume la escasa paga y la riqueza acumulada que el magnate se hace a costa del que trabaja y trabaja. Después llega la delincuencia organizada y nos preguntamos por qué nuestros hijos están ahí, por qué hay tantos capos a lo largo de la república, por qué el país sigue estancado y parece no salir. La pobreza es un dolor de cabeza. Y pocos, muy pocos, parecen tener la medicina correcta.

La pobreza en este libro es retratada como un callejón sin salida de los que unos intentan por salir y otros acaban por resignarse. Y es que, a veces pareciera, que entre más se busca la salida al laberinto, más se acaba por perderse; y al saberse desorientado, perdido, viene la resignación. Esa palabra tan espantosa pero tan común dentro de tan famélico contexto.

De igual forma, la pobreza muestra historias de lucha, de perseverancia, de trabajo, de esfuerzo por salir adelante, por sobrevivir a un entorno que, como arena movediza, parece hundirlos más con cada movimiento. Porque más allá que el escenario sea desalentador y muchos perezcan y otros no intenten dar siquiera un paso, placidos en su condición de pobres donde se justifican sin inconveniente, hay quienes derraman gotas de sudor, invierten horas de trabajo, presentan batalla a ese inconmensurable monstruo que va consumiéndolos poco a poco.
...

La postal del México de 1960 y la del 2015 permanece igual. La pobreza continua sino que ha aumentado más. Las oportunidades siguen siendo pocas. El gobierno sigue siendo inoperante, corrupto. La policía sigue siendo una mafia. El ciudadano se sigue sintiendo chingado, ultrajado. La carencia nos azora más y más. Se continua, palabras más, palabras menos, sumergido en el mismo hoyo. Y de ese hoyo no se sale solamente con un buen gobierno; se sale con apoyo en conjunto tanto del pueblo como de sus mandatarios, en una especie de mano cadena que hacen que las cosas lleguen a su lugar. Pero otra cosa que no ha cambiado, es que nos seguimos quejando y evadiendo nuestra responsabilidad ¿Cuándo aprenderemos? Quizá mañana será.

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