Para mi la vida es 50/50. Para mi en la vida no cabe un Dios. Para mi en la vida hay solo dos personajes: el uno (yo) y el otro. Y que transcurrimos nuestro andar intentando convivir y sortear nuestra mutua influencia. Yo no creo en esa frase popular que se recita como mantra: "tú tienes el control de tu destino". Porque, en realidad, no de todas las cosas tenemos control. Y son esas cosas de las que no tenemos control, las que más nos afectan.
Hace días escuchaba el principio 90/10 que habla, a resumidas cuentas, de que las cosas que pasan en nuestra vida, de un 90% nosotros tenemos control y de únicamente un 10% no lo tenemos. Pero el valor hacía este último me pareció muy menor. Cuando es tan influyente como el propio auto-control. Imagine que se va el internet de su casa. Herramienta vital en estos días —ya sea para chismear o investigar—. Usted no lo tolera y se enoja. Tanto, que rompe cosas y su humor cambia drásticamente; permeando en las personas con quien usted esté alrededor. En este particular caso, me parece correcto el porcentaje mencionado por el principio. La señal es algo que no está en nuestras manos.
Ahora, imagine que alguien, con alevosía y ventaja, con premeditación, se empeña en ponerle el pie, ¿el porcentaje de influencia sería el mismo que el del internet? No lo creo. Aquí, incluso, yo daría mayor porcentaje al evento premeditado que al auto-control. Es cierto: usted sigue sin poder controlarlo como en el anterior ejemplo. Pero no es algo parecido a una falla mecánica o una mala señal. Aquí, el otro toma mayor relevancia. Se vuelve mucho más trascendental. Es un evento que sucede a conciencia. Es un evento que reduce el porcentaje de influencia personal.
He empezado a creer que la vida no es más que una simple consola. Y que, en realidad, el control de tu destino no te pertenece. Algo así como el concepto de la "Ilusión de Seguridad" del Club de la Pelea. Te hago creer que las riendas del caballo son tuyas, que tu tienes el control del animal, pero sin tomar en cuenta que el caballo se puede descontrolar, que tiene vida propia, que en un arranque puede dejar la carroza y a quienes vengan en ella volcados en el suelo. Lo que siempre será nuestra es la voluntad; de quedarse en el suelo o levantarse y andar.
Mi objetivo con esto, no es que nos arrojemos al arrebato y perdamos el auto-control; mucho menos que minimicemos el poder de influir y revertir que poseemos. Más bien, mi objetivo es ver la influencia que el otro tiene en nuestras vidas tenga o no la intención de influir en ella. La vida me parece tan inestable, tan oscilante que la frase de un inicio ("tú tienes el control de tu destino") pasa a segundo plano cuando convivimos con otros seres humanos que también influyen sobre nosotros.
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