Qué raro, abrí la cortina para iluminar mi cuarto y me quedé mirando las ondas que forman los arboles en el desértico lienzo de lo infinito. Pensé en las formas ahí inconclusas y en las formas de vida alborotadas por el vuelo de una parvada bastante difusa. Con los pies en la tierra y mis sueños entre los pilares de la creción, mire mi reloj y eran ya cinco para las nueve. El tiempo pasa rápido midiendo su vida en decibeles.
lunes, 17 de febrero de 2014
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