"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

martes, 23 de julio de 2013

Los días decían más que cualquier caligrafía

Cada travesía nos conduce a la posteridad. A donde la luz no permeé radiante y la palabra fenece al instante pero donde el pensamiento se erige como prueba ineludible de que alguna vez vivimos incorruptibles. Podría morir ahora mismo pero ahora mismo es demasiado tarde; me embarga una indiferencia deleznable.

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Según la estadística, a mayor número de intentos aumentan las probabilidades pero puedes caminar kilómetros y aun así no encontrarte jamás. Como aquel hombre que de rodillas se embarcó en una excursión por lo que erróneamente llamó: búsqueda del yo. O como aquella señora de acaudalada edad que vivía en estado irreconcilliable con el espejo y el espectro perplejo que de éste se asomaba. Lo malo de no tener cola, como mi sabueso, es el de carecer de certeza porque al menos ellos saben qué están persiguiendo. Nosotros, nosotros simplemente nos aventuramos y tomamos lo que encontramos; sin importar sea o no de segunda mano

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A veces me pregunto si seré viñeta de algún otro tablero porque tanto trazo raso, de esos que se van de largo como estelas en el infinito, se asemeja más a un electrocardiograma; y todos sabemos lo que pasa cuando la orquesta cesa y el público le avasalla con sus palmadas: no queda nada en nuestras miradas.

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Soy el peor orador cuando se trata de sentimientos. Y aún me pregunto por qué sigo estancado en el mismo tablado mientras contemplo el cielo encapotarse y las manecillas cercenar toda esperanza ulterior. Debo intentar moverme. Esta parálisis es el regalo del tiempo por esperar frente al reloj.

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De rojo se pintaron los mares no sin antes estremecer los cielos.
Tus ojos me miraban embalsamando mi cuerpo en anhelo,
Ojos que veían y creían, alegría de mis días venideros.
Soy historiador, pasajero y próspero hombre entre tus dedos.

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Ingrato quien busca la muerte para sentirse vivo.
Ingrato quien busca amores en terrenos supinos.
Saberte capaz de más y ofrecer tan poco,
es aún más ingrato que todo intento fallido.

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Lo que hice me atañe, pues de mi puño se erige.
Lo que hice no se deshace, ni exige, sólo persiste.
Mi nombre resiste, pues del presente consiste;
el pasado existe sólo si se desiste.

miércoles, 17 de julio de 2013

Somos más que un nombre permanente

 Es bueno subir la persiana y llenarse de sol.
Echar un vistazo alrededor.
Pero que sea breve.
O querrás que los días pasen deprisa.

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Hoy muere alguien, mañana todos vivimos. ¿Coincidimos? ¿O sólo nos hundimos? Realmente nunca sabremos. Pero vivir va más allá de todo latido, suspiro e impulso agresivo; vivir es la recompensa tras tanto tiempo de espera.

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Me encanta cuando me miras
porque surcamos la austeridad
pero más amo rodearte
y estremecernos sin más.


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Fantasía. Ensoñación. Frustración. Decepción. Depresión. El buro luce adecuado para mi siguiente presentación; la última, si no es que aquel gato negro hace acto de aparición. Sí, quizá no sea tan mala idea llevármelo entre la riendas. Sí, quizá alcance la vida eterna por premonición. Sí, debo apresurarme y bajar la persiana. Quizá retroceda ante semejante alimaña.

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Recuerdo que suspiraba mucho, transpiraba mucho. Era como si de repente su nombre estuviera en primera plana. Como si mi cerebro hiciera lo que le diera la regalada gana. No, esto no es natural. No, esto no es casualidad. No, esto no es una posesión infernal. ¿Será que repitiendo su nombre volveré a ser quien quiera que haya sido antes de semejante delirio?

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Sí creo en el amor. Lo que no creo es que sea como el medio lo pinta.

Sí creo en un ser superior. Lo miro cada vez que me acerco al espejo. ¿Megalomanía? No lo creo. No después de tanto a lo que somos presos.

Sí soy una persona sociable. Simplemente evito lo detestable y el hacinamiento. En particular de ciertas personas con modelos de aprendizaje bastante patéticos y retrogradas —el malestar de la sociedad de hoy—.

Sí conozco la felicidad. En especial aquella que se vive en abrazos y palabras.

Sí creo en la vida eterna. He aquí un trozo de su travesía.

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Circunferencia perfecta. Brillosa, como la curiosidad en mi ahora. Luz encantadora que promete prosperidad. Dando vueltas y vueltas ostenta su inocuidad. Y mis ojos... mis ojos vacilan al contonearse ella. Cual moderna teoría heliocéntrica sigo órbitas sin querellas. No es que no tenga un nombre. No es que no tenga un hogar. No es que en mi vida sea un laberinto que no he descifrado jamás. No, no es que sea esclavo; soy un extraviado apremiado.

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¿Miedo a morir? ¡Jamás! Miedo a no poder nunca dormir, miedo a quedar enterrado en este solar infecundo, miedo de no poder verte a los ojos y huir juntos, miedo de esta encrucijada llena de acertijos y rebujos. Así, puedo continuar mi andar con tranquilidad, porque al final, despertaré a tu lado aunque mi nombre no irrumpa más.

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Hay vocales y consonantes; hay amores y catástrofes.
Hay luz y oscuridad; hay realidad y obscenidad.
Hay ábacos y abecedarios; hay victorias y fracasos.
Hay vida y muerte; hay más en mi que sólo un cuerpo presente.

jueves, 4 de julio de 2013

Ya es tarde y nunca llegué aquí

De un millón de estrellas, ¿por qué escoger la luna?
de un millón de labios, ¿por qué besar sólo el de una?
de un millón de recuerdos, ¿por qué uno nos rasguña?
de un millón de colores, ¿por qué ese nos impulsa?
de un millón de palabras, ¿por qué "soledad" es la más oriunda?

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En la vida, como en las matemáticas: sumas horas, restas días, multiplicas fantasías y divides en fracciones tu entero; la diferencia con tal materia es que sus operaciones son exactas mientras que nuestras aspiraciones nunca son vastas.

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Me gustaría conocer al dador de nombres, a quien asigna qué es que, a quien sentencia que un día es bueno, malo o regular, a quien etiqueta a tal o cual de patán o locuaz, a quien da al ganador posteridad y al perdedor momentaneidad, a quien da a los cielos divinidad y al infierno fatalidad, a quien premia lo popular y rechaza lo impopular; me gustaría conocerte y dejarte atrás...

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Los otros, o nosotros, se convierte en una expectativa destructiva tan grande como el añoro. ¿Por qué esperar y desesperar a ser reflejo en sus ojos, a oscilar en la afirmación? Suficiente tenemos con nuestras sombras como para aumentar el lastre.

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¿De qué quieres hablar? ¿Amor?
Demasiado profanado ¿Moral?
Un rompecabezas pocas veces armado
¿Ética? Nadie respeta ni las cicatrices en su cabeza.
En vez de eso, disfrutemos del silencio;
plácido y efervescente silencio:
el antídoto de nuestra civilización.

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Realmente me gustaría estar con ella en estos momentos, me gustaría rodearla y prolongar el deseo de tan extenso silencio. Pero lo que más me gustaría es saber con certeza ¿cuántas estrellas destellan sobre mi cabeza? ¿Cuántas palabras he escrito y continuo dando vueltas? ¿Cuántas imágenes eidéticas he acumulado con veinticinco años a cuesta? ¿Cuántas veces he estado aquí y sigo discurriendo tras mi puerta?

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Apenas bajo la mirada y ya ha oscurecido; que anodino pasaje tan repentino. Vigésimo quinta fracción de ser, ¿dónde has dormido todo este tiempo? ¿Cómo has sobrevivido a las inclemencias del tiempo? ¿Dónde te has refugiado si el amor no se aloja en tu cuerpo? No, no te esfuerzes por contestar cada una tal cual. No espero me digas qué será, dónde irás, pero sí cuándo tus cenizas esparcirás.

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Andrea, prepárate, estás ante tus instantes finales.

Fue esa la sentencia de tan extraño hombre al momento que le apuntaba con un revolver justo donde la nariz encuentra su curvatura. Ella, asombrada y agitada, no tuvo otra opción más que callar y esperar mientras el luto le abordaba de repente.

—Más despreocupate—dijo—, el que yo tenga la pólvora no me convierte en verdugo. No si tú lo decides.

Ella, inhalaba y exhalaba con vehemencia. No entendía. No podía.

—Dime, ¿cuál es tu mayor logro en la vida? —preguntó—.

Y por un instante, el rojo de una sirena se posesionaba en su rostro, una ambulancia detrás de ella surgía como heraldo de nuestra mortandad. Entonces, se decidió a hablar:

—Ss... ss... sser  madre.

Hubo un silencio y el arma descendió.

—¿Cuál es tu mayor miedo?
—Perderlos.

Nuevamente un sepulcro silencio y el martillo inclino su cabeza... ¡bang! El dolor descomponía su rostro y la sangre se desbordaba para su asombro. Y como amor de verano, poco a poco se volvía álgida mientras el sudor y las lágrimas se fundían en sus cuencas. Entonces él, se hincó y pronunció:

—¿Es ya el miedo parte del pasado?

Y se quedó allí, deslizándose en un festival carmesí.

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Si no te vas de aquí en 5, 4... prometo que desearás estar en casa con mamá cocinando galletas mientras escuchas historias de cuan bella era la vida antes de que la tecnología inundara cada hogar.

Mirándolo fijamente a los ojos, enervado tras sendas señas de baladrón, Javier, permaneció sentado esperando que aquellas palabras alejaran a singular personaje de tan aciaga velada. Y al ver que permanecía ahí, sin al parecer haberse inmutado con su discurso, Javier sumergió sus dedos a los bolsillos en su pecho y, con pluma y papel en mano, escribió. Al finalizar, le entregó el papel al bravucón aquel. Al abrirlo encontró el siguiente mensaje:

—¡Felicidades, ganaste! Ahora escoge entre el bolsillo izquierdo o derecho.

Incrédulo, asombrado por tan lacónico y, hasta cierto punto, risible mensaje, aquel hombre continuó bajo silencio. Bastó menos de un minuto y una mueca de "¿Hablas en serio?" para que emitiera respuesta; ésta fue: izquierda.

—Oh, ¿seguro que quieres esa?—replico Javier.

El hombre afirmó y, como fiel reflejo del viejo oeste, una pistola se asomó tras su bolsillo y su munición no tardó en derrumbar aquel vestigio de vida en la madera maloliente de un bar de mala muerte. Todos permanecieron en su lugar hasta que un diminuto hombre, de esos a los que se le da la silla en los autobuses para una buena labor social—y evitar que se de el madrazo de su vida-, tomó del suelo el papel, lo leyó y preguntó para no quedarse con el morbo:

—¿Qué había en el bolso derecho?
La misma pistola. Pero ésta le apuntaba abajo. El chabón no estaría muerto.

Y una carcajada descomunal prorrumpió en aquel fatal lugar.