Para mi la pregunta no sera cómo eliminar el narcotráfico, al menos no la primaria, sino, qué arrastra al consumidor a sus fauces. Si bien, todo esto de los carteles acapara la atención ciudadana con tanta matanza rapaz, nos hemos olvidado de los conductos que surten de recursos la grandeza de estas mafias; con una demanda infladísima de gente de todo tipo social, estos "empresarios de narcóticos" sólo responden la llamada socorrida.
Problemas, preocupaciones, dolores, todo es parte del entorno que recorremos como las montañas, edificios y monumentos de una ciudad; no se puede prescindir de alguno porque se pierde su atractivo. Como humanos, siempre existirá alguna angustia protagónica, aquella que nos conduzca al calabozo más distante y oscuro, donde el eco de la tristeza asfixia toda motilidad. Es ahí donde las ideas y pensamientos empiezan a mutar: unas abatiendo toda muralla, otras en esclavos condenados a su incapacidad. Las drogas aparecen en esa parte del guión, como el falso mesías prometiendo liberarlos y llevarlos más allá, a un punto utópico llamado calamidad.
Hay otra multitud que lo toma recreativamente, un placebo que esta presente en fiesta, reuniones o convivíos para amenizar. Algunas de estas personas llevan una vida casual, bajo los regímenes occidentales, pasando con sigilo ante cualquier sospecha. A estos, les pongo el nombre de objetivos colaterales por el poder de inducción que tiene sobre las personas gracias a su buen adiestramiento vocal y ante la imagen pulcra que disponen; sin ser estrictamente de alguna organización delictiva.
Un tema como este, alejado del morbo, la curiosidad y las deformaciones que se le puedan dar a los relatos, es rico y progresista si se le toma en dirección social y no marcial como muchas voces suelen pronunciarlo. Sí, el terror, miedo y pánico han birlado nuestra armonía pero si no ponemos atención a las señales de una sociedad decadente, la perdida sera superlativa.
Problemas, preocupaciones, dolores, todo es parte del entorno que recorremos como las montañas, edificios y monumentos de una ciudad; no se puede prescindir de alguno porque se pierde su atractivo. Como humanos, siempre existirá alguna angustia protagónica, aquella que nos conduzca al calabozo más distante y oscuro, donde el eco de la tristeza asfixia toda motilidad. Es ahí donde las ideas y pensamientos empiezan a mutar: unas abatiendo toda muralla, otras en esclavos condenados a su incapacidad. Las drogas aparecen en esa parte del guión, como el falso mesías prometiendo liberarlos y llevarlos más allá, a un punto utópico llamado calamidad.
Hay otra multitud que lo toma recreativamente, un placebo que esta presente en fiesta, reuniones o convivíos para amenizar. Algunas de estas personas llevan una vida casual, bajo los regímenes occidentales, pasando con sigilo ante cualquier sospecha. A estos, les pongo el nombre de objetivos colaterales por el poder de inducción que tiene sobre las personas gracias a su buen adiestramiento vocal y ante la imagen pulcra que disponen; sin ser estrictamente de alguna organización delictiva.
Un tema como este, alejado del morbo, la curiosidad y las deformaciones que se le puedan dar a los relatos, es rico y progresista si se le toma en dirección social y no marcial como muchas voces suelen pronunciarlo. Sí, el terror, miedo y pánico han birlado nuestra armonía pero si no ponemos atención a las señales de una sociedad decadente, la perdida sera superlativa.
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