"This is not the sound of a new man or a crispy realization. It's the sound of the unlocking and the lift away. Your love will be safe with me."

sábado, 26 de agosto de 2017

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Si algo he aprendido con el paso del tiempo, es del poder que tiene la psicología; y no únicamente en el estricto sentido de un consultorio y la relación terapeuta/paciente sino también en otros ámbitos de la vida social. Lamentablemente dicho poder no está en consideración de todos pues la psicología no es una materia debidamente apreciada, no es abrazada como por ejemplo la medicina aun y cuando lo corporal y lo mental estén atado.

Así que cuando veo que de psicología surgió todo esto, me pregunto dónde está esa misma fuerza en otras cuestiones de la vida; dónde está cuando surge una catástrofe; dónde está para modificar conductas sociales, de esas que nos perjudican como país; dónde está para cambiar la mentalidad de las personas; dónde está para hacer buen uso de lo que sentimos; dónde está para erradicar esas otras problemáticas de la vida (como la violencia, las adicciones, la salud mental).

Yo escogí la carrera de psicología tras haber leído a Sigmund Freud. Claro está que no sus obras completas sino estratos de ellas en un libro recopilatorio. Desde entonces, conceptos como inconsciente o asociación libre, entre otros, llamaron mi atención. Quería saber más sobre la materia, quería saber más sobre psicología. Mas en ningún momento imaginé el impacto que puede tener en la gente para moverlos de forma tal que se formen ejércitos (porque la psicología pocas veces llega por lo social, suele llegar más por lo laboral, lo clínico o lo educativo). Un poder que ya quisiera cualquier candidato electo en campaña.

La psicología, como cualquier otra ciencia, es una herramienta que brinda respuestas, soluciones, bienestar, que ofrece mejoras a la vida; no lo opuesto a eso. La psicología no es una herramienta que se utiliza en contra de quien me la hizo, de utilizar su poder como una alternativa de la violencia, una violencia maquillada por fines científicos o cuantitativos. La psicología no es un juzgado de lo penal o un arma blanca al que la gente pueda acceder para obtener justicia (o ajusticiar) cuando se le plazca.

Sí, en cierta medida la violencia es parte de la psicología, así como de la vida misma en sus más sutiles o explicitas expresiones. Basta con recordar aquel experimento (muy grabado en mi) de la prisión de Stanford donde gente común y corriente acabó siendo completamente diferente a como había llegado, a como eran ellos en realidad (todo ello gracias a las modificaciones contextuales que hicieron los experimentadores para plasmar sus condiciones y así llegar al resultado esperado).

Esto me hace preguntarme si los propósitos de la ciencia son nobles más allá de la estirpe de sus acciones, más allá de una violencia que sería condenada bajo otros contextos pero que bajo este científico no es condenado con la misma severidad. Al final, la gente cree que es por el bien de algo y como la figura de autoridad lo dice, la gente lo cree y no chista pues una causa positiva tendrá. Dudo que alguien preguntase: ¿cuál es el inconveniente de dejar la violencia en manos de humanos o cuál es el perjuicio psicológico que se podría causar?

Como lo dije antes: la psicología, la ciencia, no es un medio de justicia, la psicología no es un medio al cual uno pueda acercarse para que las injusticias del mundo se resuelvan (para eso existen otras instituciones, otros medios, que lamentablemente suelen fallar al hacer justicia). En el tiempo que lleve la materia de psicología comunitaria, por ejemplo (una materia donde el psicólogo no es el último eslabón hacía la justicia sino uno intermedio que ayuda a que esta se realice, algo así como la salud mental en el individuo), nunca, entre los tantos motivos que había para manifestarse, vi el de "tuve un conflicto con un compañero"; los motivos eran otros, cuestiones que admitían la insurrección mas no nimiedades como una fricción que a cualquiera puede pasar.

En tal caso, la maestra al frente del caso y a quien le atañe la clase, por haber sucedido en su espacio y por habérsele informado, debe llamar a un dialogo entre ambas partes que disuelva el conflicto, no a ser partidaria de una versión por cualquier vínculo o afinidad existente. Una revolución, una manifestación, es tan grande como sus motivos y hacer acá algo tan grande de tan pequeño motivo, no habla de la importancia de la causa, sino de la intensidad con que la vivió la persona (acá es donde entra la importancia de la inteligencia emocional y de la adecuada resolución de conflictos que atañe evidentemente a la psicología).

Para mi la psicología no es una prisión, no es una tortura. La prisión y la tortura son medios del hombre; medios, por cierto, bastante cruentos y que dan fe y legalidad de ese otro lado oscuro que poseemos todos (más allá de cualquier credo). La psicología, en cambio, aunque también creada por el hombre y con su lado oscuro también, su objetivo no es el de causar estragos en el ser humano, sino ayudar, cooperar con una mejora de modo que en el camino también triunfe el terapeuta.

Pero todo lo que veo es gente instruida y condicionada, gente que hace lo que se les ordena sin cuestionar nada, gente que marcha al compás del ritmo impuesto, gente que busca ser el medio a un mejor yo pero que en realidad acaba fragmentándolo en su intento.

Seguir es sencillo porque la decisión crucial no es nuestra. En cambio pensar es un ejercicio mucho más complicado que involucra lo que creemos, lo que sabemos, lo que pensamos, es un proceso mucho más completo y mucho más nuestro. Y la psicología, la ciencia, no creo que quiera que la gente no piense pero si el no pensar y obedecer ayuda a sus intereses, todo sea por el bien de la empresa.

domingo, 20 de agosto de 2017

Bien o mal...

La gente buena será más que la gente mala pero la gente mala tiene una trascendencia que los buenos no. Desde narcos y demás figuras, sus actos tienen una resonancia que perdura más allá de la estirpe de sus acciones. Si alguien ayuda a cruzar la calle a una señora no tendrá la misma repercusión que si alguien dispara una pistola; y ese es el problema de nuestra sociedad: las buenas acciones quedan eclipsadas por las malas acciones.

De hecho, pregúntese a usted mismo cuántas de las cosas buenas que hace en un día, en una semana, en una vida, tienen la misma repercusión de las cosas malas que hace porque éstas suelen notarse y recriminarse cuanto antes y con intensidad; en cuanto que las buenas suelen tener un impacto escueto o de plano pasar desapercibidas por completo.

En esa eterna batalla entre el bien y el mal, lo bueno y lo malo, da la impresión de que el mal o lo malo suele ganar más seguido pues su peso tiene un impacto mucho más hondo sobre nosotros ya sea condenándolo o imitándolo o ensalzándolo o viralizándolo. Mientras lo bueno no suele impactar con la misma contundencia febril, con la misma celebración o imitación, no suele ser reforzado de la misma forma que lo otro, que su contracara.

Quizás si las cosas buenas de la vida fueran tan bien recibidas, lo malo no tendría impacto tan sonoro, pero también esta en nuestra naturaleza esa tendencia de caer en lo perjudicial, de acentuar las cosas malas de la vida, de dar a lo negativo una importancia mayor. Cuantas cosas positivas habrá habido de Sodoma y Gomorra pero lo único que sabemos es que fue destruida por su indecencia.

jueves, 17 de agosto de 2017

Esa maldita costumbre de ser libre

Aquí no había sitio para la privacidad. Las camas contiguas, el hedor a sudor y orina, testículos aquí y allá, el tabú de la desnudez. Aquí nadie sueña porque aquí nadie duerme, aquí la tragedia de la realidad se impone contundente. El lugar donde la fe y la enfermedad convergen, donde la gente reza anheladamente, los pulmones del credo. La sangre en el suelo, el insomnio en el aire y la esperanza intacta de volver a casa. Quién sabe qué es peor: los malestares del cuerpo o lo deplorable de los aposentos. Aquí la vida es gris y anodina, insípida como el sazón de su comida. Una mujer intenta caminar pero la aguja en su cuerpo se lo impide; esa maldita costumbre de ser libre. Una cucaracha se mueve libre por los suelos mientras la gente duerme sobre los escaños, soñando que están en un paraíso abstracto donde los vivos suben cuando están penando. Y a la puertas del paraíso, el apremio, el apuro se apodera del lugar, la gente corre de aquí a allá, los sollozos aparecen sin cesar, una fuerza inexorable aprieta sin asfixiar, la muerte ronda en aquel lugar, su arribo es inminente, su aliento gélido congela hasta el más valiente. Los llantos aparecen, la muerte ha dado su estocada final, ha tomado la vida que tarde o temprano se habría de llevar. Y la gente allá abajo, entre cafeína y tabaco, en la eterna espera habitual, no tiene la menor idea de que tan cerca la muerte ha pasado. La vida y su ironía; ese tren que no se detiene.

miércoles, 16 de agosto de 2017

¿Igualdad?

Este es el país de los pasadizos. Donde no es necesario avanzar todo el camino para llegar a algún sitio. Y aquí nadie sale excusado porque todos hemos sido beneficiados de las bondades de un sistema que permite dar cabida, dar entrada a personas relativas o con quienes se tiene un vínculo sin necesidad de pasar por sus escollos.

¿Es esto igualdad? En días donde dicha palabra surge tan ávidamente, habría que preguntarnos qué tan seguido damos uso de ella: cuando igualdad es que ambas partes tienen el mismo derecho y posibilidades de alcanzar o lograr algo sin hacer especial acentuación en alguien especial por la relatividad o cercanía que se tenga.

Claro, ha habido gente que ha llegado a puestos de tal forma y que han rendido de buena manera pero aquí no pongo en entredicho la capacidad de la persona para desempeñar un puesto sino que otras personas como ellos también cuentan con la misma capacidad y derecho para desarrollarse en tal lugar. Igualdad es dar oportunidad a que el otro se desempeñe y evaluar por medio de dicho desarrollo no por medio de privilegios que tengan que ver con parentesco o cercanía.

Hablar de igualdad es, tomando como ejemplo algo reciente, que hombres y mujeres tengan el mismo trato, las mismas oportunidades y no ser sopesados cada uno en basculas aparte, con escalas diferentes, como si uno fuera distinto del otro, como si cada uno pudiera alcanzar distintas cosas, como si fueran nomenclaturas diferentes, como si estuvieran en escalafones aparte; así como un hombre puede generar violencia, una mujer también; así como una mujer da vida, el hombre también; así como la mujer merece respeto, el hombre también.

Pero vamos, si el diálogo es una utopía; que decir de la igualdad que es vecina contigua. México es también el país de los conceptos incompletos que solo llegan a la teoría pues para que estos se lleguen a realizar en acto hace falta más que palabras, hace falta una educación mucho más profunda que permita convertir dicho combustible verbal en actos manifiestos, en resultados palpables.

Al parecer, aquella frase de Bielsa tiene repercusión no solamente en lo futbolístico, en el terreno de juego, sino en otros ámbitos de la vida donde el juego se desarrolla al filo del reglamento, entre lo legal y lo ilegal, entre lo correcto y lo incorrecto, donde nadie sale sancionado pues todos lo hacen (o quienes son sancionados lo son por lo incorrecto o quienes lo hacen no son sancionados pues son intocables).